La noche del provocador
Tachado de "arrogante" por sus rivales, Robinho infunde "aire fresco" a los blancos
El fútbol es un deporte democrático. Cada uno lo concibe y lo interpreta a su gusto. En este marco surgen hombres como Robinho, que ha hecho del deporte del balón un universo cerrado. Los que lo contemplan desde fuera no terminan de coincidir en el retrato. El brasileño invita a la controversia. En la directiva del Madrid, en el vestuario y entre los jugadores rivales. Nadie se pone de acuerdo. Pero ayer coincidieron en una cosa. Como dijo David García, defensa del Nàstic: "Su entrada en la segunda parte ha dado otro aire al Madrid".
Que lo diga David García tiene más crédito. Porque lo tuvo que sufrir. Robinho entró, marcó, adelantó al Madrid y siguió con un repertorio de regates, bicicletas y pisadas. El torbellino sacó de quicio a la defensa del Nàstic. El propio García advirtió en el juego del brasileño un punto de manierismo provocador. "Está claro que es un buen jugador", dijo, ya montado en su autobús y camino de Tarragona; "pero no me ha gustado su actitud. Le he visto riéndose de nosotros. Ha salido al campo; el Madrid se ha puesto 1-0, en el Bernabéu; contra un Nàstic que es el penúltimo por la cola y que jugaba con diez..., y él ha salido a pisarla. Le vi el día del Barcelona y no hacía lo mismo. En el Camp Nou se le encogía el pie. Yo creo que los jugadores tienen que jugar como saben. Siempre igual. Y a mí Robinho me ha parecido que estaba demasiado crecido, demasiado arrogante".
David García: "Le he visto riéndose de nosotros. Ha ido a pisarla. En el Camp Nou se le encogía el pie"
Robinho sacó al Madrid de una olla a presión. Su tanto descomprimió el Bernabéu cuando amenazaba un motín. La hinchada le dedicó una ovación alentadora cuando marcó su segundo gol en la Liga. El primero también se lo hizo al Nàstic en la primera vuelta. El dato pone de manifiesto una temporada irregular. Accidentada. Mezcla de rumores de una conducta casquivana con descalificaciones futbolísticas. El ex delantero del Santos ha pasado de ser el tercer máximo goleador del Madrid el curso pasado, tras Ronaldo y Zidane, a exhibir unos números asombrosamente pobres. Tiene sólo 23 años, pero su reputación en Brasil obliga a pensar en algo más grande. Algo que no se concreta y que ha provocado animadas discusiones dentro del club. Inmediatamente han surgido defensores y detractores.
Hace tres meses, el director de fútbol madridista, Pedja Mijatovic, no tenía dudas. "Quiero hacer de Robinho el mejor jugador de Europa", decía. En ciertos pasillos del Bernabéu veían al paulista como parte del patrimonio más valioso del club. Esta opinión tenía su anverso. En otros sectores de las oficinas del Madrid, los dirigentes se planteaban vender a Robinho. Lo habían colocado en el carrito de la limpia, esa maniobra más ideal que real que sirve de coartada política a los dirigentes en los momentos de apuro. Fabio Capello contribuía a esta tendencia. "Yo le doy libertad", se defendía en las charlas internas que mantenía con la gente del club; "pero hace las bicicletas a 40 metros del área cuando debería hacerlas en el área contraria".
Robinho debió pasar por el aro de fuego reglamentario. Con Capello les ha ocurrido a casi todos los delanteros. Reyes, Raúl, Higuaín, Cassano y Guti han sufrido la falta de capacidad del entrenador para proporcionarles un esquema que los mejore. Todos han empeorado. Salvo Van Nistelrooy, han rendido por debajo de su nivel acostumbrado. Robinho no es una excepción. Desde enero se siente cuestionado. Malquerido por el técnico. Ahogado como estaba, ayer resolvió salir al campo en busca de un poco de aire. Y lo que hizo fue dar oxígeno a su equipo. Lo dijo David García y lo dijo, con las mismas palabras, Miguel Torres: "En la primera parte nos ha costado a pesar de la expulsión. En la segunda, Robinho ha sido como un soplo de aire fresco".
Más conciso y misterioso estuvo Marcelo, que jugó unos minutos al final. "Estoy feliz por Robinho", dijo; "enhorabuena por él y que Dios le acompañe".
No se sabe si Marcelo se estaba congratulando por tener un jugador del nivel de Robinho en su equipo o, simplemente, lo que hacía era entonar una despedida funeraria. Acaso compartía la idea de ciertos responsables madridistas que ven en Robinho una maravillosa fuente de ingresos. El club ha recibido por él, dicen, ofertas de más de 30 millones de euros.
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