Ivanovic funde al Madrid
El Barça se lleva el clásico número 100 sacando partido de su férrea defensa ante un rival entusiasta pero falto de chispa
Dusko Ivanovic era un alero de hierro en sus tiempos de jugador. Veía el aro, corría que se las pelaba y, de tanto que trabajaba en cada jugada, se convertía en una pesadilla para su marcador de turno. Como entrenador se le va la voz, el alma y hasta los pies en cada jugada, hasta el punto de que muchas veces rebasa el área que acota sus movimientos e invade ligeramente la pista. Viene esto a cuento porque el Winterthur Barcelona ganó el clásico número cien de la ACB siguiendo a rajatabla el manual de su entrenador. Y pobre del que no lo hiciera así. Por ejemplo, Lakovic y Navarro se fueron un par de veces ipso facto al banco por salirse puntualmente del guión. Gustará más o menos, pero el método Ivanovic suele ser eficaz, especialmente si el equipo que se sitúa enfrente no está al 100%. Ésa fue la sensación que se desprendió del rendimiento de un entusiasta Real Madrid en el que sólo Raül López, Hervelle y Felipe Reyes estuvieron realmente a la altura del acontecimiento.
W. BARCELONA 73 - REAL MADRID 68
Winterthur Barcelona: Lakovic (5), Navarro (9), Basile (5), Trías (2), Marconato (10) -cinco inicial-; De la Fuente (15), Fran Vázquez (5), Kakiouzis (14), Ukic (6) y Grimau (2).
Real Madrid: Raúl López (7), Bullock (4), Mumbrú (9), Hervelle (13), Sekulic (2); Tunceri (2), Smith (13), Tomas (0), Reyes (16) y Hernández-Sonseca (2).
Árbitros: García Ortiz, Conde y Sánchez Montserrat.
Unos 7.200 espectadores en el Palau Blaugrana. Otros resultados: Granada, 80; Bruesa, 68. Grupo Capitol, 71; Fuenlabrada, 63. Pamesa, 74; Unicaja, 66.
4º CUARTO
3º CUARTO
2º CUARTO
1º CUARTO
19-15
15-10
21-21 18-22
No hubo rastro de la rebosante salud con la que el Madrid barrió la primera parte de la Liga
El Barcelona defendió de una forma feroz. Sin embargo, eso no le proporcionó, como pasa muchas veces, soltura en ataque. Le costó resolver y si se mantuvo por delante fue en base a cortas rachas de inspiración muy repartidas entre todos sus jugadores. Primero fue Marconato quien abusó de su emparejamiento con Sekulic, después Basile apretó el gatillo a discreción, más adelante Fran Vázquez emergió con la ascendencia que acostumbra cuando entra con el pie derecho en la cancha. De la Fuente fue el que más continuidad le dio a su juego ofensivo y acabó erigiéndose en el mejor del partido. Eso dice mucho del tipo de juego que desplegó el Barcelona, no porque su espléndido capitán no sea merecedor de descollar como el que más, sino porque aquellos que están llamados a resolver por su talento y su buena mano, Navarro, Lakovic, Basile, Kakiuzis o hasta Trias, aparecieron en cuentagotas. El Barcelona abrió apreciables ventajas un par de veces (27-15 y 57-46), el Madrid se recuperó y amenazó (36-33, 46-45 y 63-60) pero no acabó de encontrar el punto de inflexión para darle definitivamente la vuelta a la tortilla.
No se pudo observar en el clásico ni rastro de la rebosante salud con la que barrió el Madrid en la primera parte del campeonato. Ahora, todo parecen pegas. O, cuanto menos, las rémoras, los errores, los biorritmos bajos constituyen una losa cuando antes eran contemplados como simples gajes del oficio y se solían superar sin más. Bullock anda renqueante, el equipo echa de menos a los lesionados, especialmente a Hamilton, y determinados jugadores se mostraron en el Palau muy por debajo de sus posibilidades, léase Hernández-Sonseca, Tomas, Tunçeri... Además de Sekulic, al que Plaza dio cabida en el quinteto titular pero que no pasó de una limitada labor de zapa, tal vez en un intento de su entrenador por dosificar a Felipe Reyes.
Aún así, el Madrid dio guerra. No se le puede negar que puso tesón y lo intentó casi todo. Raül López, del que dependió casi por completo, entró en materia al galope, como si jugara otro partido. Mucho más rápido, mucho más listo, mucho más atento al rebote. Dejó clavado a Lakovic, repartió juego, y cuando fue necesario, se convirtió en un pívot de tantos rechaces en ataque que birló a los gigantes del Barcelona. En principio, Mumbrú fue el único capaz de seguirle la pista. Horadó la defensa a base de buscar las costuras que dejaban las luchas entre los gigantes y de llegar en el momento preciso para recibir bajo el aro. Pero al Madrid le faltó combustible desde lejos del aro. No logró encañonar porque sus bloqueos en los aledaños de la botella eran inexistentes o del todo ineficaces. Sólo Hervelle y Felipe Reyes le dieron dinamismo y recursos ofensivos. Así es muy difícil superar una defensa como la del Barcelona y más aún en el Palau.
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