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Fútbol | Internacional
Columna
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¿El fútbol es malo para la salud?

La dieta mediterránea ayudará, quizá, a equilibrar un poco las estadísticas, pero lo más probable es que se detecten más problemas de salud entre los aficionados españoles al fútbol que en los ingleses en lo que queda de temporada. Especialmente, en el área cardiovascular.

Ha habido varios estudios médicos publicados en Gran Bretaña y otros países europeos a lo largo de los últimos 10 años demostrando la correlación entre el estrés futbolero y el estrés corporal, la tensión en los partidos y la tensión arterial, resultados difíciles de digerir y problemas digestivos. Todo indica que en las grandes finales, por ejemplo, la incidencia de infartos es apreciablemente mayor entre los aficionados de los equipos perdedores que en los ganadores. Incluso se ven afectados los niveles relativos de testosterona.

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Una rápida búsqueda en Google produce una amplia gama de artículos científicos al respecto. La BBC contó que durante el Europeo de 1996 la derrota de Holanda contra Francia tuvo un impacto inmediato y nefasto sobre los holandeses, cuyos índices de infartos mortales ascendieron ese día a un 50% por encima de lo normal. Un estudio publicado un par de años después en la revista inglesa Heart (Corazón) señaló que cuando Inglaterra perdió por penaltis contra Argentina en el Mundial de Francia de 1998 el número de infartos estuvo un 25% por encima de la media. En Escocia, ese año, el hospital más importante de Edimburgo trató a 151 pacientes con enfermedades directamente atribuibles al Mundial. (Uno de ellos sufrió un episodio psicótico. Se convenció de que los jugadores escoceses le estaban hablando a través de la pantalla de televisión).

Pero también se demostró que cuando Francia ganó en la final de esa misma competición contra Brasil, la cantidad de muertes por infarto en los franceses bajó de una media de 33 al día en los cinco días anteriores a 23 el día de la final.

Una investigación más a largo plazo sobre el impacto del fútbol en las comunidades del noreste de Inglaterra concluyó que los aficionados del Newcastle, del Sunderland y del Leeds exhibieron una "sistemática" tendencia a sufrir más infartos cuando su equipo perdía en casa. En Italia, según publicó el diario The Guardian, una investigación hecha de manera conjunta por el departamento de psiquiatría de la Universidad de Florencia y el de gastroenterología del Hospital Careggi detectó un aumento significativo en el número de hombres que se presentaban al hospital con problemas estomacales el día después de una derrota del equipo local, la Fiorentina. Se demostró que la mayoría de los casos habían sido provocados por una bacteria cuya reproducción se estimula en condiciones de rabia o frustración.

¿Qué tiene que ver todo esto con el pronóstico al comienzo de esta columna de que habrá más problemas de salud esta temporada en Inglaterra que en España? Sencillo. En la Premier League, a falta de nueve partidos, queda poco suspense, poco por resolverse. La ansiedad de los aficionados ingleses será mucho menor tanto en la parte alta de la tabla como en la baja que la de los aficionados de la primera división española. Antes de los partidos disputados ayer, 29 puntos separaban al líder de la Premier, el Manchester United, y al sexto equipo, el Everton. En España, al primero y al sexto le separaban siete puntos. En cuanto a la zona de descenso, en Inglaterra el Charlton, el Watford y el West Ham están prácticamente condenados mientras que en España, donde el Gimnástic y la Real Sociedad lo tienen crudo, hay unos seis equipos que se pelean por no acabar en ese mortal tercer puesto.

Sería interesante ver un estudio sobre el impacto que ha tenido el juego del Real Madrid esta temporada sobre su numerosa hinchada española, sin excluir las de China y Japón. Lo lógico sería, por esa extraña y combustible combinación entre el pésimo juego y los nervios ante la posibilidad de aún quedar campeón, que estuvieran padeciendo más enfermedades que nunca. En caso de ganar, por otro lado, habría enormes compensaciones. No sólo se vería reducido el índice de mortalidad cardiovascular nacional sino que, si las investigaciones de la Universidad de Utah son fiables, se detectaría nueve meses después un notable crecimiento en el número de potenciales aficionados madridistas. Investigadores de Utah descubrieron después de la final del Mundial de Estados Unidos de 1994 que los niveles de testosterona subieron en un 20% en Brasil, cuyo equipo ganó en la tanda de penaltis, y bajaron en una idéntica proporción entre los perdedores italianos.

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