Cuatro hermosas perogrulladas
Era música para ser oída. ¿Una perogrullada? Según: la música del siglo XX (serial, dodecafónica, expresionista...) asusta a muchos aficionados. Algunos, sin razón, se sienten culpables de no entenderla. Pero ésa no es la única música de ese siglo, como muy bien dice Enrique Sacau, profesor de la Oxford University, en sus acertadas notas al programa de este concierto. Lo más curioso fue una cierta desbandada producida tras el descanso. Porque tanto el Trittico Botticelliano de Respighi como el Concierto para chelo de Rota son obras de audición apta para todos los públicos y no pudieron asustar a nadie.
El Trittico es obra típica de Respighi: siempre espectacular, va de la frescura de La Primavera y el sonido denso y rico de La adoración de los magos a las sensaciones de bruma en el mar y ciertos ecos debussynianos de El nacimiento de Venus. La perfecta regulación del largo crescendo y el pianissimo con que acaba la obra fueron una demostración de la calidad de Tuomas Ollila como director. En la segunda parte volvió a hacer gala de su eficiencia, con una Pavana para una infanta difunta de perfecta regulación dinámica, grato timbre y correcto fraseo, pero quizás un punto escasa de expresividad. Ésta pareció guardarla para la obra que cerraba el programa, la Sinfonietta de Francis Poulenc. La excelente precisión en toda la obra, la animación chispeante del molto vivace, la apacibilidad del andante cantabile (con un gran solo de trompa) y un finale con unos cambios de tempo y expresión realmente vivaces y animados y una coda preciosa fueron muestra de sus capacidades musicales.
De cine
Punto y aparte merece el Concierto para chelo de 1973 de Nino Rota y su versión por Mario Brunello. Mi siempre confesada afinidad por los compositores cinematográficos no es una cuestión de gusto personal, sino de reconocimiento del oficio de que siempre hacen gala, cada uno con su talento. Ése parece ser el secreto de esta obra del autor de la música de El Padrino I y II. Tiene una gran belleza temática y da al solista muchas posibilidades de lucimiento, y no sólo como virtuoso. La gran exigencia musical y expresiva de sus tres movimientos fue perfectamente solventada ¡y cómo! por Brunello. Su constante diálogo con la orquesta en el primero, la belleza del canto de tema e variazioni central y la creciente intensidad expresiva del allegro vivo final fueron una delicia.
La gran ovación del público fue agradecida con un bis de Giovanni Sollima, Alone, una demostración de técnica y musicalidad. Su bellísimas melodías al arco con un preciso pizzicato de mano izquierda haciendo el bajo; la súbita aparición de una danza de rasgos orientales; arpegios y escalas increíbles; precisión, agilidad y toda la música que se puede hacer con un chelo ... si se ha nacido junto al Mediterráneo. Brunello: nunca se pierdan un concierto suyo.
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