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Tribuna
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Luis Arronte, con billete de ida

Los cantautores me aburren. Mucho. La secuencia del re mayor arpegiado y cambio a sol mayor en una suerte de canción infinita con susurro y deje obligado de Silvio Rodríguez eternamente Yolanda me conduce directamente a poner en el mp3 del bolsillo, a volumen 10, algo extremo, cualquier cosa para huir del estribillo que se avecina.

Aunque él se lo guisa y él se lo come, a lo mejor no es la mejor definición para Luis Arronte la de cantautor. Sí, se acompaña de una guitarra acústica y escribe sus propias letras, pero tengo en el estéreo un cd recién salido del horno en el Refugio Antiaéreo, el estudio de Los Planetas, que lleva el sello discográfico creado por la banda de Jota, El ejército rojo: primer indicio de que no estamos hablando de un músico que citaría entre sus influencias a Paco Ibáñez o a Pablo Milanés. Ni siquiera a Sabina, me temo. Otros nombres recorren los acordes poco convencionales de las once canciones que conforman su álbum de debut, Sólo ida. A saber, desde Nick Drake a Dominique A. Él cita entre su parnaso musical a Dylan, pero yo no encuentro el quejido de engrudo del de Minnesota. Su voz, privilegiada y poco común por estos lares, sí me evoca el llanto de aquel ahogado en el Mississippi, el malogrado Jeft Buckley. No me parece que esté hablando de un chico de dudoso origen madrileño y profundas raíces andaluzas. Prejuicios, seguro.

Antes de Sólo ida, Luis Arronte se pateó los garitos de Granada y Málaga durante algunos años. Sabe lo que es cantar en colegios mayores para un público hostil, en bares de copas para un respetable que a veces no lo es tanto y hasta en teatros de barrio. Ahora una compañía de prestigio ha confiado en él, y lo que ha encerrado en un disco preciosista desde su diseño es un bien escaso, un extraño regalo de los que no se espera.

Voy en el coche con la radio de fondo y me maldigo porque he olvidado los cd en casa. El dial es una tortura hertziana. De pronto unos acordes me resultan familiares. Es La cuesta de enero de Luis Arronte. Habla de distancias, de geografías por superar. Nada grandilocuente, cosas sencillas, sin grandes frases. Cotidianidad sin intentos de salvar el mundo. Lo interrumpe Tomás Fernando Flores desde su cabina de Radio 3, desde su Siglo XXI que es este que ya estamos consumiendo. Arronte sigue de fondo y como en otras canciones de Sólo ida, se convierte en un cómplice mientras el locutor, tras otros elogios, dice que este músico que acaba de grabar su primer disco en Granada "tiene mucho de testigo generacional". Tarareo el estribillo y sonrío porque Flores acaba de decir algo que yo ya sabía, que ya intuí cuando en alguna sala poco iluminada escuché la letra de Destructores: "Salva lo que puedas, que la casa se quema. El resto serán cenizas entre ascuas". Luis Arronte acaba de iniciar un viaje sólo de ida. Para la vuelta ya habrá tiempo.

Daniel Rodríguez Moya es poeta y ha ganado el VI Premio Vicente Núñez con su libro Cambio de planes, que será publicado por la editorial Visor en septiembre.

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