Leales a Putin
Las elecciones regionales celebradas el pasado domingo en Rusia anticipan lo que nadie duda: la huella de Vladímir Putin en las presidenciales del próximo año será indeleble. Dos partidos leales al inquilino del Kremlin han arrasado; uno de ellos, Rusia Justa, de reciente cuño, liderado por Borís Grizlov, presidente de la Duma (Cámara baja), pretende eliminar la influencia de los comunistas y ocupar el espectro de la izquierda. El otro, el también progubernamental Rusia Unida, de Serguéi Mirónov, jefe de la Cámara alta, ha ocupado el primer lugar y mejorado los resultados anteriores. Rusia Unida es el viejo partido de Putin.
Grizlov y Mirónov son originarios de San Petersburgo, como el presidente. Pertenecen a su clan. Son grandes amigos de él, lo cual dejan claras las intenciones que tiene Putin de pilotar su sucesión. Ayer mismo, el presidente decidió destituir al jefe de la comisión central electoral, que ocupaba el cargo desde 1999. El ex agente del KGB pretende crear un sistema bipartidista a su gusto y mantener toda su influencia una vez que abandone la jefatura del Estado.
Malos augurios vienen para las dos formaciones con vocación democrática y partidarias de una sociedad libre y abierta como son Yábloko y la Unión de Fuerzas de Derecha (UFD) a juzgar por los resultados.
Putin, el ex jefe del KGB que llegó al Kremlin en el año 2000, se ha convertido en un político temido, con inmenso poder, rayano en lo dictatorial, hasta evocar a veces los periodos más duros de la extinta Unión Soviética. Casualmente, han muerto asesinados algunos que se han atrevido a discrepar públicamente de sus actos, como la periodista Politkóvskaya o el ex agente Litvinenko.
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