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Reportaje:EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España

El juicio según Manuel

Antonio Jiménez Barca

El jubilado Manuel González Murillo acude a menudo al juicio. Es de los que comentan en voz baja con el de al lado.

- Mira, el Zougam se duerme.

Efectivamente, Jamal Zougam, acusado de haber puesto él mismo bombas en los trenes, se adormila en un esquinazo del recinto de cristal blindado.

Manuel conoce bien a los personajes del juicio. De tanto oírlos, se ha aprendido los nombres árabes. Y cuando su mujer, Felisa Borraz, de 60 años, que le acompaña siempre, se distrae o no oye bien, le explica lo suficiente como para que recupere el hilo.

- Que pase Mohamed Bouchar- dice el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez.

- ¿Y este quién es?- pregunta Felisa.

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- El hermano de Abdelmajid, el que escapó del piso de Leganés. Se fue corriendo al ver a los policías cuando fue a bajar la basura.

Después de declarar contra su hermano, de asegurar que había jefes de obra que le consideraban un vago, Mohamed sale de la sala. Camina a un metro del cristal blindado donde está su hermano pero ni le mira. A Manuel no se le escapa el gesto. Y lo comenta.

- No ha saludado a su hermano.

Se suceden los testigos. En esto suena el móvil de Felisa.

- Cuidado, Felisa, que nos va a echar el Gómez- dice Manuel. Se refiere al presidente del tribunal, a quien Manuel reconoce el mérito:

- No se casa con nadie y no se deja pisar por ninguno. Pero tiene genio-, dice, con orgullo, y guiña el ojo.

Se sienta un nuevo testigo que prefiere declarar oculto de las miradas de los procesados. Es español. Su historia es corriente. Se trata de un hombre normal que iba a trabajar la mañana del 11-M y que cogió un tren temprano en Alcalá de Henares. Según avanza en el relato se callan todos en la sala. Hasta Manuel.

"Iba en el tren de las 7.15, era un tren doble, de dos pisos. Vi cómo alguien colocaba una bolsa debajo del asiento. Lo recuerdo porque me dio un empujón al hacerlo. Después me adormilé un poco y cuando desperté vi que esa persona se había bajado del tren. La bolsa seguía allí. Pensé que se le había olvidado. No le di importancia. Bajé en mi estación de siempre: Vicálvaro. Minutos después me llamó mi madre: que si me había pasado algo en los trenes. Esa noche vi en la tele un teléfono y decidí llamar a la policía".

Este testigo reconoció días después la foto de Jamal Zougam como la persona que colocó la mochila bomba.

- Mi mujer cogió el siguiente tren- explica Manuel.- Y también llevaba bombas dentro.

Felisa lo explica: "Yo entonces trabajaba. Vi en la estación de Santa Eugenia ese tren doble, pero lo dejé pasar. No quería correr esa mañana. Cogí el siguiente. Me dio tiempo a ir andandito al primer vagón. Eso me salvó. Porque ese tren también explotó... en los vagones de atrás".

Por eso Felisa a veces no oye bien. Pero no padece pesadillas por las noches, ni arrastra secuelas graves, como otros heridos. Tiene buen humor. La muerte le rozó: viajaba en el tren que dejó pasar y también en el que cogió. Pero se ha recuperado. Además, ya está el bueno de Manuel para contarle todo lo que pasa en el juicio.

Felisa Borraz y Manuel González Murillo, a la salida del juicio del 11-M.
Felisa Borraz y Manuel González Murillo, a la salida del juicio del 11-M.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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