Cuando ruge la marabunta
Ladrillos
En el cutre plan de golpe de Estado en que se encuentra enfangada la derecha española, a los socialistas les conviene capear el temporal y no responder a las provocaciones una por una ni en su conjunto
Una vez finiquitado el litoral, promotores y constructores se disponen a enladrillar como sus negocios mandan lo que queda de los parques naturales, así que la ecología, ese melindroso refugio de mariquitas, se va a enterar también en zonas de interior de lo que vale un peine alicatado hasta la última púa. El misterio de la vivienda urbana es que casi la mitad de ellas permanecen vacías, y a poco que vengan mal dadas, vacías permanecerán para desdicha de los adictos a la especulación inmobiliaria. Aquí casi todo el mundo sigue pensando que no pasa nada si echas una pila de botón por el sumidero, así que no serán las zonas boscosas, ni las aves ni los reptiles los que se quejen de semejante intromisión. Es mucho más simple: desaparecerán, como están desapareciendo tantas cosas que tras su apariencia humilde contribuyen a una cadena de avatares diversos de la que depende también nuestra vida. Pues ni por esas.
Palabras necias
Es posible que Rodríguez Zapatero sea tan vehemente como ingenuo y que en nombre de su optimismo antropológico (curiosa manera de definirse de izquierdas, aunque también Marx dijo que la humanidad no se plantea ningún problema que no pueda resolver) cometa errores de adolescente impropios de un presidente de gobierno, pero es seguro que su agenda política no puede estar marcada por la bravuconería de una oposición caducada y segura de que no tiene nada que perder salvo las bancadas de la oposición. Tanto más sensato sería hacer oídos sordos a las necias palabras de cornucopias a lo Rajoy, Acebes, Zaplana y compañía, avanzar en los objetivos fijados y dejar que se embronquen ellos. Ni un vídeo más contra el mendicante Aznar, ni una respuesta más en la línea que marca la derecha extrema. Mejor que se arruinen ellos que contribuir a que el ámbito político se enfangue todavía más en la bronca tabernaria. Como decía un veterano mafioso, manca finezza.
García Márquez
Recuerdo como una de las mejores fiestas de mi vida la lectura de un tirón durante una noche entera de Cien años de soledad, en su preciosa primera edición que, como es lógico, había sustraído en una librería (la del padre de Gustau Muñoz, por cierto, donde me surtía con la generosa vista gorda de su hermano Jacobo), asombrado con el caudal de emociones súbitas que una simple acumulación de páginas puede suscitar. Su memoria me entonteció durante algún tiempo más de lo que ya lo estaba, hasta que reparé en que la desgracia de García Márquez consistía en haber rozado la perfección con una novela casi primeriza que él mismo sería incapaz de superar y que habría de pesarle como una losa durante toda su vida. Así ha sido, salvo en algunas páginas de la faulkneriana El amor en los tiempos del cólera. Pero eso no autoriza a Cabrera Infante, por ejemplo, tan adicto al retruécano de segunda mano, a decir que era un pastiche de cuento de hadas mal escrito.
Lo que son destinos
Ahora que se memoriza la figura de Ricardo Muñoz Suay quiero recordar una cena en la que estábamos el memorizado, Manolo Vázquez Montalbán y quien esto trata de escribir. Pintaban bastos, porque la hostilidad se palpaba y los contendientes no se andaban con chinitas, por más que ninguno tuviera inclinaciones maoístas. Amigos/enemigos de toda la vida, Ricardo y Manolo no cesaban de lanzarse puyas a cuenta del menú, hasta que la emprendieron con la cuestión palestina. Ahí perdí los nervios, tragando habas a destajo como si fueran cacahuetes. Ricardo: Hay que liquidar a esos palestinos de mierda que se disfrazan de pobres. Manolo: ¿Cómo hicieron los nazis con los judíos? Ricardo: Exactamente, pero sin supervivientes. Manolo: ¿Y qué tal Jorge? Ricardo: Semprún, estupendamente, no te olvides que es un Miura, digo un Maura. Manolo: También pensará como tú, claro. Ricardo: No creo que piense ya nada. Y así toda la santa noche.
Las flores del mal
Puestos a depositar flores en homenaje a las víctimas del terrorismo, los responsables populacheros podrían haber simulado esa ofrenda de sentimiento patriótico en los lugares donde explosionaron los trenes del 11-M. Pero no. Se trata, en un macabro ejercicio de venganza política, de aprovechar la situación del terrible De Juana Chaos para ejecutar una ofrenda fallera en la plaza madrileña donde el terrorista contribuyó a asesinar a una docena de guardias civiles. Hasta José María Aznar, que tanto ha contribuido a la masacre cotidiana de Irak, a razón de un centenar de cadáveres por día, se ha dejado caer por allí para salirse de rositas. Un alarde de obscenidad política que ningún perfume florido ni ninguna risueña simulación de duelo podrá aliviar.
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