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Reportaje:CONCHA YAGÜE | Directora de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra

"La mujer sufrió penas más dolorosas"

Tereixa Constenla

Cada vez que Concepción Yagüe Olmos (Segovia, 1958) levanta la cabeza de la mesa de su despacho se encuentra con los rostros de Raúl y Nacho, sus hijos, cuando tenían cuatro y dos años. Colgó sus retratos allí, a su llegada a la dirección de la prisión para mujeres de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) en 1990, para recordarse que los hijos de las presas debían disponer de los derechos de Raúl y Nacho. "Para pensar que si los míos iban a clases de natación, también debíamos llevar a los hijos de las internas".

Raúl y Nacho ya no se parecen a esas fotos: son universitarios. Tampoco su madre es la misma. En estos 16 años, esta psicóloga ha madurado un modelo penitenciario para reclusas con hijos pequeños que ha servido de ejemplo en todo el Estado.

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Su experiencia figura en el libro Madres en prisión (Editorial Comares), una de las primeras aportaciones documentales al tema. "Apenas existe bibliografía, ni en España ni fuera", expone. Pero el volumen -del que sólo se han editado en una primera tirada 350 ejemplares- no es sólo un libro técnico. Su autora ha rastreado durante tres años archivos y bibliotecas para reconstruir la historia de las cárceles de mujeres siguiendo el hilo de la maternidad.

Los hallazgos son apasionantes desde que nació en Valladolid en el siglo XVII la primera prisión femenina, conocida como galera, de la que raramente una mujer podía ser excarcelada si no tomaba los hábitos para entrar en un convento o contraía matrimonio. Le suceden hitos como el primer "parvulario" para los niños de las presas en Alcalá impulsado por Concepción Arenal en el XIX, la efímera experiencia humanista de Victoria Kent al abrir la prisión de Ventas durante la II República con paritorios y salas de cunas para los bebés de las reclusas o las cárceles para "mujeres caídas" que fabricó el franquismo para encerrar a las prostitutas.

La dictadura fue "una época terrible" intramuros. "En toda España se habilitaron espacios para 800.000 presos", narra. La cárcel de Ventas, explica, que tenía una capacidad para 700 mujeres llegó a acoger más de 11.000 en la posguerra. A Yagüe le "arrastró" el capítulo dedicado a la memoria histórica porque, entre otras razones, existen "testimonios de personas que aún viven".

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En la posguerra fallecieron muchísimos menores en prisión por el hacinamiento. La autora indaga en los niños "perdidos" del franquismo -pequeños separados de sus madres republicanas como una medida ideológica-, las prisiones especiales para prostitutas ("mujeres caídas", en términos del régimen franquista) o el establecimiento "más publicitado y mimado" por la dictadura: la prisión maternal de San Isidro.

Si las mujeres como colectivo han padecido discriminaciones múltiples, a lo largo de la historia las presas son el paradigma del ninguneo. "La historia es la excusa para ver cómo han estado las mujeres en prisión, he buscado todos los factores de discriminación".

Entre los sustanciales: las comunidades religiosas gobernaron los destinos de las presas -algo que no ocurría en los centros masculinos- con afán "moralizante" y las condenas tenían poco que ver con las aplicadas a los hombres. Ni siquiera el delito se ha escapado del machismo. A las mujeres las encarcelaban, además, por delitos como desobedecer a los padres, cometer adulterio o prostituirse.

"La mujer ha sufrido una pena diferente y más dolorosa al alejársela de su familia

[había pocas prisiones femeninas] y tener condenas sólo porque se apartaban del rol femenino", reflexiona la autora. En algunas épocas, incluso se diferenció entre la edad de responsabilidad penal entre hombres (a los 18 años) y mujeres (15). Tras analizar los tipos de delitos, la investigadora constata que "quedan al descubierto las claves con las que el poder, en su visión patriarcal, ha impuesto a través de las leyes sus propios valores".

Tres son las condiciones que han empujado a las mujeres a la cárcel a lo largo de los siglos: la pobreza que castiga más a la población femenina, la "identificación del delito con el pecado" por imposición de la moral católica y los prejuicios sexistas hacia quienes "osaban apartarse del rol de dependencia y sumisión".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Lisboa desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera en Andalucía. Es autora del libro 'Cuaderno de urgencias'.

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