Abre el Museo de la Música

Ocho años después de su inauguración, el Auditorio de Barcelona completa su amplia oferta cultural con la apertura del Museo de la Música (www.museumusica.bcn.cat), un espacio de más de 3.000 metros cuadrados que acoge las colecciones de instrumentos procentes de la casa del barón Quadras -hoy sede de Casa Asia- y propone un recorrido audiovisual, a distintos niveles de divulgación, para adentrarse en el arte de los sonidos.

"No se trata de una nueva exposición del museo de la música, sino de una nueva gestión de sus colecciones", destacó en la presentación el director del centro, Romà Escalas. En efecto, los cerca de 400 instrumentos que se exponen, y que constituyen un tercio de los fondos, han sido dispuestos en un itinerario, diseñado por los arquitectos Dani Freixes, Lali González y Vicenç Bou, en el que distintos audiovisuales y paneles con textos ayudan a conocer en qué contexto nacieron y cómo han evolucionado a lo largo del tiempo. Los visitantes podrán disponer también de unas audioguías con las que podrán escuchar individualmente el sonido que producen los instrumentos contraseñados.

El recorrido, previsto para grupos de unas 20 personas y con explicaciones de momento en tres lenguas -catalán, castellano e inglés-, parte de las civilizaciones antiguas y de su común impulso por producir y dominar los sonidos para adentrarse progresivamente en el nacimiento de la polifonía, la época barroca, el clasicismo, el romanticismo con derivaciones hacia la música popular y las nuevas tecnologías para producir y registrar los sonidos del siglo XX. Se parte de este modo de los instrumentos étnicos más rudimentarios -una piel, una cuerda o una lámina metálica en vibración- para ir aumentando la complejidad por áreas: los instrumentos de cuerda (cordófonos), los de viento (aerófonos) y los de percusión (membranófonos e idiófonos) para recalar en los mecánicos y eléctricos de distinto tipo.

Es importante la colección de órganos de que dispone el museo, todos restaurados y en funcionamiento, entre los que se cuenta uno de principios del siglo XVIII de Manuel Pérez Molero, ricamente ornado. También destaca la amplia colección de guitarras, que incluye desde un ejemplar barroco del siglo XVII que, según Escalas, habría podido salir del taller de Antonio Stradivarius -no está firmada, pero se parece mucho a otras dos piezas identificadas- hasta una reciente donación de un bello instrumento salido de los talleres Yagüe. La exhibición incluye rarezas que no prosperaron, como un curioso violonchelo sin caja y con dos trompas metálicas para ampliar el sonido o un curioso violín metido dentro de un bastón de paseo. Laúdes, tiorbas, sacabuches, trompas, clavicémbalos, clavicordios, fortepianos, pianolas y cajas de música, entre muchas otras, completan el fascinante paseo, que acaba con un audiovisual sobre los usos sociales de la música.

Hay dos exposiciones segregadas del itinerario principal. Una está dedicada a la permanencia del sonido, desde la escritura musical hasta las grabaciones digitales pasando por registros sobre diferentes soportes, como rollos de papel, cilindros de cera, discos de vinilo, cintas magnetofónicas, etcétera. La otra es una modesta sala dedicada a compositores catalanes de 1880 a 1950 y que preside el piano Rönisch de Isaac Albéniz. Hay también una sala interactiva con diversos instrumentos dispuestos para mostrar cómo nace el sonido.

El Museo de la Música, que se halla en el centro del auditorio y sirve de conexión entre las salas de conciertos y la Escuela Superior de Música de Cataluña (Esmuc), ha costado siete millones de euros y tiene un presupuesto de funcionamiento anual de 1,4 millones. La entrada simple costará cuatro euros. En la planta superior se encuentran la biblioteca, el archivo histórico, que reúne entre otros los legados de Albéniz, Granados, Joaquim Malats y Joan Manén, y un nutrido fondo de registros sonoros.