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A la luna de Valencia

Una media de 150 inmigrantes pernoctan desde hace cinco años debajo del puente de Ademuz de Valencia, en el antiguo cauce del río Turia, un espacio robado a la naturaleza y transformado en pulmón verde, enclave para grandes proyectos públicos y refugio para el desamparo social.

Bajo los cimientos de este puente, ubicado entre dos grandes centros comerciales, se encuentran ahora unos 90 extranjeros, en su mayoría africanos, que tras 14 horas de trabajo en el campo y 20 euros de salario, se despliegan sobre mantas y colchones, y conviven como si de una pequeña aldea se tratara.

También hay sillas, mesas, tendederos, enseres y fogones para cocinar; los más afortunados disponen de una tienda de campaña para combatir el invierno y ennoblecer unas condiciones de vida que "los occidentales serían incapaces de soportar", apunta Omar Diatta, que duerme desde hace cinco meses a la intemperie.

Están allí, según cuentan, por la falta de centros de acogida, carencia que diferentes asociaciones humanitarias denuncian desde que comenzó a producirse esta situación, y porque el horario de los albergues que disponen de plazas les impide levantarse a las 5.00 para trabajar como temporeros.

La situación de este centenar de inmigrantes ha sido definida por la socióloga de la Universidad de Alicante María Angels Grau como una "crisis sociohumanitaria", marcada por la "precariedad sanitaria", la desnutrición y el riesgo de enfermedades mentales. En un estudio, responsabiliza al Ayuntamiento de Valencia y a La Generalitat del "grave abandono" que sufren.

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