Dos 'asesinos' en la pista
Quesada, plata, y Marco, cuarto por una milésima, brillan en el 800
Un español logró una medalla y el otro la rozó en el 800. Nada nuevo, podría decirse. Ya antes de ellos 14 medallas habían ganado en Europeos en pista cubierta otros atletas españoles. Lo que sí que es nuevo son los nombres de los protagonistas de ayer. Uno es Miguel Quesada, de Sabadell, un atleta que ya va tirando a veterano, 27 años, y que sólo tras su paso a la escudería soriana de Enrique Pascual ha empezado a cumplir las expectativas en él depositadas. El otro es Luis Alberto Marco, un sevillano de 20 años que se reveló para el gran público en los pasados Campeonatos de España. Lo que une a los dos, tan diferentes en sus orígenes, en su forma de ver el atletismo, es su condición de killers. Dos asesinos en la pista. Con ellos en carrera, nadie puede estar seguro de nada.
Miguel Quesada era un poco manta como futbolista y a los 19 años, pasada la mili, lo dejó y empezó a correr sin balón. Enseguida se centró en el 800, una prueba que en pista cubierta se convierte más en lucha de duros, en pelea por la supervivencia entre pisotones y codazos, en defensa de la posición, que en escaparate de destreza atlética pura. Lo cual le venía muy bien a Quesada, curtido en equipos de regional de la zona de Sabadell, equipos como el Campoamor o el Comerç Creu, en campos de tierra, donde gana el que da primero y da más fuerte. De ahí su instinto de killer. Una presencia imponente en la pista que no le valió para ganar, porque el que ganó, el holandés Arnoud Okken, es mucho Okken, pero sí para hacerse con su territorio casi sin pelear.
"Yo ya había visto la carrera", dijo luego; "sabía que Okken tiraría porque necesitaba un ritmo rápido, porque si eso se paraba sabía que detrás venía yo con el cuchillo, que soy más rápido. Así que me puse tras él luego de una pequeña disputa y ya no me movió nadie". Por detrás, el diluvio. Por detrás, el prometedor sueco Claesson; por detrás, un poco rezagado, Luis Alberto Marco. A Marco, sevillano cálido y expresivo, le delatan sus ojos claros, fríos. A Marco le delata su amigo y rival desde los tiempos juveniles, Álvaro Rodríguez, que va para crack del 1.500 y que ayer apareció por Birmingham, levantó una sábana del hotel, pintó el nombre de Marco y forofeó por él. "Es un asesino nato", dijo; "si lo llevas a tu espalda en los últimos metros, sabes que estás muerto". Marco, sus cruces de Caravaca y de la Victoria siempre agitándose en el cuello, no ha aprendido en las calles ni en los campos de tierra, sino en la escuela sevillana, de Reina y Olmedo, que lo han mimado siempre, a él, al más chico de todos. Uno le regaló unos clavos, otro le ayudó en su preparación. Los dos lo verían ayer codeándose con los mayores. Llegó a la última recta el último y empezó a remontar. "Pero la recta era muy corta y no me dio tiempo a más", dijo; "pasé alguna laguna mental y se me fueron unos metros". Se quedó a una milésima del bronce.
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