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Columna
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El Guadalquivir pasa por Marbella

Lo ha dicho el PSOE. No hay que darle más vueltas a la escasa participación de los andaluces en el referéndum de la reforma del Estatuto. Lo que toca ahora es ponerlo en práctica. El primer objetivo es reclamar las competencias sobre la cuenca del Guadalquivir. Un asunto que está todos los días en las conversaciones de los andaluces. Desde que se levantan por la mañana y se toman el café hasta la noche frente al televisor, las familias no hablan de otra cosa. La gente va llegando a su casa y, antes de saludar, lo primero que pregunta es: ¿Cómo va la cesión de la cuenca del Guadalquivir? Vamos, a mí, concretamente, me preguntó el otro día un vecino sobre las competencias del Guadalquivir nada más cruzarme con él en el ascensor. Incluso tengo un amigo que dice que tiene un primo que conoce a alguien que sabe para qué quiere la Junta las competencias sobre la cuenca del río.

En la reunión de la ejecutiva del PSOE andaluz para analizar los resultados del referéndum, el número dos del partido, Luis Pizarro, se fue encendiendo ante los comentarios de algunos compañeros, hasta terminar dando golpes en la mesa. "¿Alejamiento de los ciudadanos de la política? ¿Falta de calidad democrática?", preguntó con énfasis. Y se contestó: "Ninguna, ninguna, ha ocurrido lo que siempre ocurre en los referendos". Las crónicas no lo cuentan, pero de inmediato debieron de reclamar al unísono: "Hemos cumplido. Ahora, a por la cuenca del Guadalquivir. ¡A por ella!"... O la segunda modernización está en una de las dos orillas de este río, o no hay quién entienda esta prioridad política tan acuciante de los socialistas.

El día menos pensado va Javier Arenas y convoca una manifestación en apoyo a sus compañeros del PP en Extremadura, que también se han sumado a la iniciativa de Ibarra de recurrir el Estatuto andaluz por las competencias sobre este río. A Arenas le puede durar su reclamación sobre el Guadalquivir lo mismo que le duró su sí a la reforma estatutaria. El presidente del PP andaluz, nada mas concluir el recuento de la última papeleta del referéndum -proceso, por cierto, que se resolvió en un plis plas ante la escasez de votantes-, ya estaba rajando de la idoneidad de la reforma que él había apoyado. En cuanto advierta que Chaves puede tener un embrollo con el Guadalquivir, allí estará Arenas con su caña convencido de que a río revuelto ganancia de electores.

Menos mal que enganchamos con las municipales, que promete asuntos más apegados a la realidad. El PSOE anuncia que va a poner un policía-tutor en cada colegio, en vez de más profesores. El PP promete penas más duras para la corrupción, mientras se muestra lento a la hora de quitar a los presuntos corruptos de las listas. Los socialistas plantean que los impuestos y las tasas municipales se abonen por mensualidades, como las hipotecas. Los populares, directamente, prometen que los bajan, como suele bajar la calidad de los servicios cuando se pagan menos impuestos. También el PP publicará los convenios urbanísticos por Internet, quizás sin haber advertido que de esa forma algunos concejales los podrán ver desde la cárcel. Mientras, el PSOE da categoría de derecho a un medio ambiente adecuado, ahora que la otra mitad del medio ambiente ya ha desaparecido.

Pero dicen que el pueblo es sabio a la hora de votar. En Marbella, por ejemplo, se acaban de conocer encuestas que advierten de que el 80% de sus ciudadanos están en contra de tirar las viviendas ilegales. No es de extrañar esta unanimidad, ya que se trata del mismo porcentaje de vecinos que votó a Jesús Gil, el alcalde que construyó esas 30.000 casas irregulares. Es más, una encuesta advierte de que si Gil se levantara de su tumba, además de ir a la cárcel -esto no lo dice el sondeo-, obtendría tres concejales.

Por supuesto que están los políticos alejados de la ciudadanía. Pero la ciudadanía, dónde está. No parece que esté defendiéndose de ese alejamiento. Se preguntaba el otro día en estas páginas Luis García Montero: ¿Qué tipo de ciudadanos está creando esta sociedad? Quizás la respuesta es fácil: ciudadanos que son capaces de creer que el Guadalquivir pasa por Marbella.

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