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Entrevista:PLÁCIDO DOMINGO | TENOR | ENTREVISTA

"Claro que sigo llorando, y muchísimo, en escena"

Jesús Ruiz Mantilla

ada palabra de Plácido Domingo se coge con papel de fumar desde hace unos años. Se presiente cerca su retirada de los escenarios, aunque la llegada de ese día no suponga que esta fuerza de la naturaleza vaya a encerrarse en casa y desaparecer. Los años pesan. Él ya va para los 65 y más de 40 de carrera, con miles de representaciones en su ancha espalda. Llegará un día en que deje de cantar -Domingo es el primero que lo admite-, pero no de dirigir teatros, como los de Washington y Los Ángeles, o meterse en el foso con alguna orquesta, como hará este verano en el Real de Madrid con Madama Butterfly, de Puccini.

Pero sobre un escenario, cantando, el gran público le escucha desde hace algunos años como si fuera a ser la última vez, aunque todavía le queden caprichos que darse. Por ejemplo, el Cyrano de Bergérac, héroe romántico que Alfano trasladó a la ópera, y que ha hecho en el Palau de las Arts de Valencia; la sorprendente adaptación a la ópera de La mosca que pondrá en pie junto al director que la hizo en cine, David Cronenberg, o el Simon Boccanegra verdiano que hará en 2009 en Berlín aunque sea un papel de barítono, algo que siempre ha dicho que quería darse el lujo de cantar, pese a ser tenor. ¿Será el último? "No sé si después me retiraré, ni tampoco si llegaré a hacerlo", contesta.

"El barroco atrae a mucha gente. Hemos abierto una puerta para nuevos públicos con este repertorio"
"La pasión para mí es fundamental. Si la hubiese perdido me habría marchado"
"Yimou va a hacer algo en los Juegos Olímpicos de Pekín y probablemente esté con él"

Pregunta. Menudo lío se ha montado con su anuncio de cantar Simon Boccanegra. Y eso que ya había dicho usted hace tiempo que quería darse el gustazo.

Respuesta. Es que se ha publicado en muchos sitios de forma diferente a como va a ser. Es un papel de barítono, pero yo lo haré con mi voz para eso, para poder darme ese capricho.

P. Y encima luego va y declara que probablemente después diga amén.

R. Ya sé que eso nunca se debe decir porque luego a muchos les da por anunciar mi retirada. Todo tiene su lógica. Puede que después no haga más. De todas formas, se ha anunciado con demasiada antelación; deberían haberlo anunciado un año antes, no es algo que se vaya a producir mañana. Tampoco busco empezar una carrera como barítono. Simplemente es un personaje que me encanta y que quiero darme el gusto de cantar por puro placer.

P. Estos días se conmemora L'Orfeo, de Monteverdi. Cuatrocientos años de ópera y buena salud.

R. De esos 400 a mí me corresponde el 10% por lo menos, por más de 40 años de carrera.

P. ¿Y el futuro del género? ¿Cómo lo ve?

R. Brillante. Será clave que haya colaboración entre los teatros. Las coproducciones son muy importantes para subsistir. No puede ser que se hagan dos Aidas en 300 kilómetros a la redonda porque dos teatros no se ponen de acuerdo. En cuanto a las voces, también soy optimista. Siempre que vayamos buscando algo especial en los cantantes, personalidades propias y diferentes.

P. ¿Usted piensa conmemorarlo de forma especial?

R. Pues haciendo papeles de repertorio barroco. Il ritorno d'Ulisse in patria, de Monteverdi; Tamerlano, de Händel, que lo haré en Madrid, o Ifigenia in Aulide, de Gluck, que cantaré en el Metropolitan.

P. Otra rareza en usted, que ha hecho poco barroco. ¿Por qué le atrae ahora?

R. Cierto. Canté algo al principio. El barroco atrae mucha gente ahora a la ópera. Y sobre todo a gente joven. Hemos abierto una puerta grande para nuevos públicos con este repertorio. No sé bien por qué ha sido. Puede que al principio se confundiera con el clasicismo más puro. También que las orquestaciones son más puras, más directas, más accesibles; que además están hechas por grupos pequeños, presupuestos más baratos, una manera de hacer ópera más económica. Estas obras encajan en formatos más pequeños porque la ópera grande se hace con medios o cae en el ridículo.

P. Del barroco a la ópera contemporánea con facilidad, sin complejos. Acaba de hacer, precisamente en el Metropolitan, El primer emperador, con Zhang Yimou.

R. Ha sido un gran éxito. Tanto que se va a repetir, con lo difícil que resulta que las óperas nuevas se vuelvan a hacer. Con Yimou, la experiencia ha sido magnífica. Va a hacer algo en los Juegos Olímpicos de Pekín y probablemente esté con él.

P. Ahora ha terminado Cyrano de Bergérac en Valencia, con un enfoque muy romántico para una ópera compuesta en plena fiebre verista.

R. Es curioso. Alfano la escribió cuando ya Alban Berg había hecho el Woyzzek o Strauss su Electra, y aquí mezcla lo atonal con lo melódico de una manera que es difícil sustraerse a las emociones. Cuesta no echarse a llorar.

P. Ah, ¿pero usted todavía sigue llorando en escena, después de cuatro décadas encima de los escenarios?

R. Pues claro que todavía lloro, y muchísimo. La emoción no se puede controlar. Lloré con El primer emperador, lloro con Cyrano, un personaje que es todo nobleza, lealtad a sus amigos, a su amada.

P. ¿Con qué otros papeles recuerda haber sufrido más en ese sentido?

R. En óperas como Manon Lescaut, Luisa Miller; en el Otello, por supuesto. Con todos aquellos que sufren, que son realmente infelices. Tienes además la obligación de transmitir esa emoción al público, aunque no necesariamente consigues que todos se conmuevan porque tú llores más o menos, pero a veces lo consigues.

P. ¿Si hubiese dejado de llorar se habría retirado antes?

R. La pasión para mí es fundamental. Si la hubiese perdido o me sintiera entrar en el teatro de mala gana, me habría marchado. Porque esta profesión es muy dura; necesitas energía, dedicación. Si no tienes esas motivaciones, lo mejor es dejarlo.

P. En verano entra en el foso del Teatro Real de Madrid con Madama Butterfly, de Puccini. ¿Las emociones allí son como las que experimenta en escena?

R. Son distintas. El director musical debe anticiparse a todo lo que va a venir, emocionalmente también. Y debe hacerlo en una fracción de segundo porque ha de dominar el tiempo y transmitírselo antes a 80 músicos que a los cantantes. Debe sentir que en la función todo va a suceder cómo él planea.

P. Dicho de otro modo, en el foso se debe ser más divino, y en el escenario, más humano.

R. No diría yo tanto. Todos somos humanos. Debes llevar las riendas, eso sí. En el foso me siento más como llevando las cuadrigas de Ben-Hur.

P. ¿Se asusta cuando aterriza por España? Por el ambiente, lo digo.

R. Desde fuera relativizas mucho las cosas y deseas más sensatez, cordialidad. Pero cuando llego quiero enterarme de todo lo que pasa, y leo los periódicos, veo la televisión. Y eso es un peligro, porque cuanto más sabes, más quieres profundizar, y eso afecta.

C

El tenor Plácido Domingo, el pasado 9 de febrero en Valencia.
El tenor Plácido Domingo, el pasado 9 de febrero en Valencia.JESÚS CISCAR

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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