Anasagasti, reportero y camarero

Pocas veces le habrán vacilado al presidente del Senado en plena calle como lo hicieron el pasado miércoles. Javier Rojo salió por la puerta de la Cámara alta en dirección al restaurante que hay justo enfrente. Le abordó un equipo de televisión de La Sexta, con una cámara y un desagradable reportero con voz de borracho, que le interrogó sobre el libro que llevaba debajo del brazo, una biografía del portavoz socialista, Joan Lerma. "¿Se ha leído el libro? A ver, ¿qué pone en la página 77?". El presidente del Senado opina que salió bien del apuro, según confesó esa tarde, pero el resultado se verá en televisión próximamente. Se trataba de una broma de Anónimos, un programa de La Sexta que realiza elaboradas caracterizaciones de personajes conocidos para que gasten bromas a otros famosos.

Rojo iba a comer con la plana mayor del Senado. Los componentes de la Mesa y los portavoces de los grupos parlamentarios, invitados por el periodista, Vicente Lafora, autor del libro sobre Lerma, fueron cayendo uno tras otro en las garras del molesto reportero según iban cruzando la plaza. Los rumores se adueñaron del pleno de la Cámara alta por la tarde.

Mientras en el hemiciclo se debatían mociones y acuerdos hasta las nueve, en los pasillos la primera pregunta fue: ¿Quién era ese fulano? Cuando se corrió la voz de que podía ser una broma, la pregunta cambió: ¿Quién faltó a la comida? Dos cargos del Senado se asusentaron. El portavoz popular, Pío García-Escudero, y el secretario primero de la Mesa, Iñaki Anasagasti. El primero estaba bien localizado en una reunión del PP.

La del mediodía era una de las tres bromas que Anasagasti gastó aquel día amparado por el maquillaje. Antes, incordió a una de sus secretarias durante el café de media mañana haciéndose pasar por un empresario del porcino, también borracho, que intentó convencerla de que tenía dotes como político. En la cena, el portavoz del PNV, Joseba Zubía, reunió a los otros seis senadores vascos a cenar en un restaurante de postín. El camarero fue, de nuevo, Anasagasti disfrazado. Nadie lo reconoció.