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Crónica:Fútbol | Liga de Campeones: ida de los octavos de final
Crónica
Texto informativo con interpretación

Técnica celestial en San Siro

Villa y Silva, con dos goles de gran belleza, empatan ante un Inter de una tremenda fortaleza física

El coraje de un Valencia de gran personalidad le impidió arredrarse ante un Inter intimidante. Con músculos hasta en las orejas, el cuadro italiano impuso primero su físico descomunal, tanto por arriba (Ibrahimovic) como por abajo (Maicon), pero se topó con un Valencia valiente, sobre todo en la segunda parte, en la que entendió que no le bastaba con sobrevivir. Que si quería regresar a casa con vida, debía mirar al Inter a los ojos. Y, por qué no, exponer su mayor virtuosismo con el balón. En dos acciones de una técnica celestial acabó empatando el encuentro. Primero Villa, que limpió la escuadra izquierda de Julio César en un lanzamiento de falta impecable: potente y al ángulo, desde muy lejos. Después Silva, llegado del sur más profundo, del pueblo canario de Arguineguín, para empalmar una volea desde fuera del área que se filtró entre decenas de piernas antes de alojarse en un rincón de la portería. Enmudeció San Siro. Antes Quique había refrescado magistralmente a su equipo: con las entradas de Hugo Viana y Joaquín inyectó grandes dosis de técnica, ahí donde más le duele al Inter, que aflojó en los últimos minutos. El líder destacadísimo de la Liga italiana advirtió entonces cómo se las gasta el tercero de la española, es decir, advirtió la relatividad de su imperio en el calcio. ¿Es un buen equipo el Inter? Sin duda, pero no tanto.

INTER 2 - VALENCIA 2

Inter: Julio César; Maicon, Córdoba, Materazzi, Burdisso; Stankovic, Cambiasso (Dacourt, m. 32), Figo, Zanetti; Crespo (Cruz, m. 67) e Ibrahimovich. No utilizados: Toldo; Maxwell, Samuel, Solari y Adriano.

Valencia: Cañizares; Miguel, Ayala, Albiol, Moretti; Angulo (Joaquín, m. 82), Albelda, Marchena, Silva; Villa y Morientes (Hugo Viana, m. 76). No utilizados: Curro Torres, Navarro, Pallardó y Jorge López.

Goles: 1-0. M. 29. Centro de Figo, Cañizares despeja el remate de Ibrahimovich y Cambiasso cabecea. 1-1. M. 64. Villa, de falta directa. 2-1. M. 75. Maicon, tras una pared con Cruz. 2-2. M. 87. Silva empalma raso desde fuera del área.

Árbitro: Martin Hansson (Suecia). Amonestó a Albelda, Marchena, Burdisso y Zanetti.

Giuseppe Meazza. Unos 25.000 espectadores.

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Parecía un peso pluma. Al lado de Ibrahimovic, Albiol, el espigado central de 188 centímetros, parecía insignificante. Chocaba cada vez contra la mole sueca, a quien nadie se atrevía a frenar en las acciones en contra a balón parado. El Inter acudió a su grandullón para adelantarse. Había un córner en contra, y crecía el terror en la zaga valencianista, que veía aproximarse parsimoniosamente a Materazzi, a Crespo, a Burdisso, a Ibrahimovic... Hasta que Ibrahimovic ganó otra vez la pelota en un centro de falta de Figo, metió la puntera y del rechace se aprovechó Cambiasso para marcar. Tal vez en fuera de juego. O eso creyó el juez de línea, que se quedó clavado en la banda en señal de que había detectado alguna irregularidad. Ninguneado, sin embargo, por el árbitro, que no quiso ni plantearse esa posibilidad. Primera señal de lo que se avecinaba: un arbitraje casero en la primera mitad en la que cada patada interista se quedaba sin amonestar.

Más intenso, más agresivo y mejor plantado, el Inter se apoderó del centro del campo a partir de un notable Figo. Metido entre líneas, Figo le hizo mucho daño a los españoles. Y su caño a Albelda, qué humillante para el capitán valencianista, precedió al gol italiano. En realidad, el cuadro de Mancini pudo marcharse con la eliminatoria resuelta al descanso. Cañizares pudo considerarse afortunado. Le costó entrar en el partido al meta internacional. El virus de la gripe siguió rondando su cabeza. La flojera de la enfermedad seguía ahí, al menos en los primeros minutos. Dos errores seguidos metieron el miedo en el cuerpo valencianista. Después se recuperó y ayudó a salir a su equipo del patíbulo.

El Valencia apenas conectó con sus dos delanteros en toda la primera parte. No lo hizo hasta el minuto 45, cuando Villa limpió a Córdoba y remató demasiado cruzado. Muy bien defendidos por Córdoba y Materazzi, Villa y Morientes pasaron una noche en precario. El rapidísimo colombiano se encargó de secar a Villa. Persuadido por la derrota del generoso Barça en Mestalla, Mancini siempre mantuvo su portería muy pertrechada. Riesgos, ni uno. Se encontró con un muro el conjunto de Quique en la segunda parte. No había manera de penetrar jugando, así que Villa, ese mago de los mil trucos, probó con un atajo.

Concedió el árbitro una falta a unos 25 metros de la meta, esquinada a la derecha. Bastante lejos para un disparo directo. Con pocas opciones aparentes ante una barrera tan elevada. Allí acudieron Silva y Villa. El disparo natural parecía para el canario, que metería la rosca con la izquierda hacia el lado descubierto por el portero. Pero, claro, nada es lo que parece tratándose de Villa, que golpeó con la diestra y envió la pelota, en un vuelo exquisito, fuerte y combada, a la esquina desprotegida por Julio César. Congeló San Siro. Nadie esperaba ese golazo de Villa. El aficionado de a pie interista no conocía a Villa. Ya lo conoce.

El Valencia entendió en este segundo acto que debía emplearse con más contundencia. No había otra manera. El cuadro de Quique se sintió mejor y practicó un rondo hasta que, inopinadamente, una arrancada de Maicon devolvió las cosas al principio. El brasileño acabó con un tiro raso una magnífica pared con Julio Cruz, reciente sustituto de Crespo. Pudo haberse encogido definitivamente el Valencia, en espera de un final precavido, pero sucedió justo lo contrario. Atacó con enorme valor, buscó el empate y lo encontró esa zurda dorada de Silva, doctorado en el escenario más grande posible.

Villa celebra su gol, el primero del Valencia.
Villa celebra su gol, el primero del Valencia.REUTERS

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