Sardinada por un museo nonato
Las vanguardias artísticas también se hacen mayores, pero no por ello renuncian al espíritu combativo de sus orígenes. Ayer, en el auditorio del Macba, en Barcelona, se realizó un singular entierro de la sardina, coincidiendo con el fin del carnaval. Se enterraba un nonato museo de la alimentación que debía haberse instalado en la Casa de la Prensa de Montjuïc, un edificio neomudéjar debido a Pedro Domènech Roura -hijo de Domènech i Montaner- construido para la Exposición de 1929 en la confluencia de la calle de Rius i Taulet con la de la Guàrdia Urbana.
El proyecto, impulsado por la entonces asociación -hoy fundación- FoodCulturaMuseum (www.foodcultura.org), animada por el infantigable artista Antoni Miralda (Terrassa, 1942), fue presentado en 2003 por Joan Clos antes de las últimas elecciones municipales y en principio debía inaugurarse coincidiendo con el Fórum de las Culturas de 2004. Una visión antropológica y artística sobre la nutrición, tema en el que Miralda trabaja desde hace años -en 2000 realizó el Pabellón de la Alimentación de la Exposición Universal de Hannover-, parecía encajar en los planteamientos de aquel evento, pero la falta de financiación y los silencios administrativos impidieron llevarlo a buen puerto. La Casa de la Prensa, un edificio catalogado, se halla cerrado y la Guardia Urbana utiliza algunas sus dependencias como almacén.
Ayer, ante un público de veteranos que llenó por completo el auditorio del Macba, se procedió a dar cumplida sepultura a la iniciativa, que, no obstante, tendrá una segunda vida, más modesta en sus planteamientos: un archivo de cerca de 10.000 objetos relacionados con la comida que se ubicará en la antigua fábrica Moritz de la ronda de Sant Antoni y que, según se anunció, abrirá el próximo mes de setiembre.
El sepelio fue todo menos triste. Muy brossiano. Inasequible al desaliento, Miralda incluso lo calificó de "celebración". A la entrada se invitaba a los asistentes a introducir una sardinita de papel en una olla en ebullición y a expresar un deseo. Luego se pasó un vídeo de las varias iniciativas impulsadas en los cuatro años de vida por el FoodCulturaMuseum y a continuación vinieron los parlamentos.
Abrió fuego la presidenta del FAD, Beth Galí, vestida de negro. "Por la mañana dudé si vestirme de este color o de rojo. Hoy [por ayer] tenía un nacimiento, el del Centro del Diseño, y un funeral, éste. Al final, he optado por el negro". El pintor Frederic Amat, también de negro, leyó varias frases de internos de la Modelo con los que está realizando un taller artístico en el que ha dado a conocer Honeymoon, el célebre matrimonio oficiado por Miralda de 1986 a 1992 entre la estatua de la Libertad de Nueva York y la de Cristóbal Colón en Barcelona.
Habló también el arquitecto Juli Capella, que recordó la frase de Dalí, muy adecuada para la ocasión, "la belleza será comestible o no será" y arremetió contra los políticos con otra gloriosa sentencia del genio ampurdanés: "La política es la anécdota miserable de la historia". Pero el surrealismo de la sesión lo puso sobre todo Pau Riba, quien urdió un divertido discurso sobre ingestas, digestiones, indigestiones, gestos y demás gestiones, alimenticias y no. "Un museo como éste debe ser digestionado", concluyó entre el alborozo general. En primera fila se hallaba Jaume Sisa: su presencia canosa triangulaba con las de Riba y Miralda para recordarnos que esta ciudad sobrevivió culturalmente sin necesidad de muletas institucionales, a base de echarle ganas, fantasía y mucha libertad.
En el patio del Macba hubo degustación de sardinas asadas y pan con tomate. Moritz puso la cerveza y ese punto de esperanza de que las vanguardias de la ciudad siguen vivas, a pesar de los años y las decepciones acumuladas.
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