Irrespirable
Me pregunto cuánto tardará en desaparecer esta atmósfera política espesa y viciada que se ha ido instalando en nuestra sociedad desde la derrota del Partido Popular en las pasadas elecciones. La que supongo es una estrategia diseñada con cuidado, me recuerda esa técnica ancestral que consistía en quemarlo todo para que quien conquistara sólo pudiera encontrar desolación y podredumbre. Miro hacia Europa con envidia, esas democracias en las que la oposición jamás antepone su pataleo de perdedor a la defensa del buen nombre de su país en la esfera internacional, donde a los presidentes electos no se les insulta constantemente, donde no se utiliza la lacra del terrorismo para intentar sacar un magro rendimiento electoral.
Estoy cansada de que nuestra derecha se apropie del nombre de España y de su bandera, de su incapacidad histórica para aceptar el juego democrático, su falta de humildad para reconocer que se equivocaron, que mintieron en un ejercicio de prepotencia sin precedentes. Cumplí 18 años durante la Transición y nunca hasta ahora había visto una oposición tan dañina, ramplona y desagradable.
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