Entre la tradición y el futuro
Benítez lidera la transformación del Liverpool, que no tenía médicos ni parabólicas cuando llegó
Billy pasa las horas encerrado en un cuarto de Melwood, la ciudad deportiva del Liverpool. Billy graba y edita vídeos de los rivales para el cuerpo técnico y también maneja el Amisco, un completo programa informático deportivo que nutre de datos a Rafa Benítez, su jefe. Billy lleva el cuerpo tatuado con referencias enormes al Liverpool. "Billy lo sabe todo sobre el Liverpool, es una enciclopedia", recuerda Paco Herrera, secretario técnico del Espanyol desde el inicio de temporada y que trabajó los dos últimos cursos en el Liverpool como mano derecha de Benítez. Billy, que veía los partidos en The Kop, la grada más emblemática de Anfield, cuando era un crío, trabaja desde hace muchísimos años y representa como nadie el pasado y el presente de un club hondamente arraigado en la tradición.
El técnico madrileño hace y deshace a su antojo excepto con la cantera, en la que no tiene poder
La reciente venta del club a los norteamericanos George Gillett Jr. y Tom Hicks no parece preocupar a los seguidores reds. Dennis, taxista con la licencia número 1.524, adorna su vehículo con una reproducción de la Copa de Europa y presume de haberse hecho seguidor del Liverpool "cuando el equipo jugaba en Segunda". "Si el mundo se mueve, el Liverpool también debe avanzar", sostiene.
"La tradición es importantísima en el Liverpool", conviene Rafa Benítez: "Y la tradición es ganar", añade. "Las victorias pasan, la gloria permanece", avisa un cartelón al entrar en el museo del Liverpool. "Está muy bien eso de mantener las tradiciones, pero, ¿ha visto el vestuario de Anfield?", avisa un jugador de la Premier. "Estamos en una encrucijada, obligados a crecer para seguir siendo competitivos. Y llevamos años de desventaja", asegura Benitez, el 16º mánager deportivo del Liverpool, fundado en 1892 de una escisión del Everton, el otro gran equipo de la ciudad.
Rafa Benítez nació en Madrid, en el barrio de Chamberí, el 16 de abril de 1960, pero no parece que a orillas del Mersey se lo tengan en cuenta. No parece importar que llegara con cuatro españoles debajo del brazo: Josemi, Núñez, Xabi Alonso y Luis García. "Nuestro compromiso fue inmenso desde el primer día. Rafa nos dejó claro que no pensaba dirigirse a nosotros en castellano y creo que ese detalle gustó al vestuario", explica Luis García. "Rafa respeta la tradición del Liverpool, pero el club necesitaba mirar al futuro", sostuvo Carragher, el capitán, en una entrevista hace unos meses.
"Rafa ha entendido perfectamente al club y ha iniciado su transformación decididamente. Desde Bill Shankly, el Liverpool no había sufrido una progresión estructural semejante", ha escrito Chris Bascombe, un referente periodístico para la afición.
"Cuando llegamos, no había nada. Nada", reconocen ayudantes de Benítez. El técnico lo explica a su manera: "No estaban cubiertas convenientemente las necesidades de un club moderno", manifiesta. No le falta razón: cuando aterrizó en Melwood, la ciudad deportiva que impulsó el francés Gérard Houllier, no existía ni un banco de datos sobre futbolistas que jugaran fuera de la Premier, ni un quipo de ojeadores ni siquiera una antena parabólica: "Veíamos los partidos que emite Sky en Inglaterra". Ahora se aprecian al menos siete antenas parabólicas: "Grabamos casi 70 partidos a la semana".
El técnico madrileño ha cambiado los horarios, controla los menús, ha prohibido el consumo de Coca-Cola -la cerveza la erradicó su antecesor, Houllier- y, sobre todo, ha dotado a Melwood de un organigrama médico del que carecía. "Si te lesionabas, lo tenías claro. Era un drama", reconoce un jugador español.
Siendo el cambio estructural trascendental para el Liverpool e importantes los cuatro títulos, incluida la Copa de Europa, que Benítez ha dado al club en tres años, no es eso lo más llamativo de la gestión del técnico. El flujo de jugadores que han pasado por el primer equipo es impresionante. Cuesta hacer las cuentas, pero en tres años salen más de cincuenta futbolistas, algunos de dudoso nivel. "Tuvimos que cambiar al equipo para hacerlo competitivo", explica Benítez. "Supongo que nos habremos gastado más de 80 millones de euros, poco comparado con otros equipos", dice antes de aclarar que el Liverpool pelea en inferioridad: "El Chelsea o el Arsenal tienen una capacidad económica que nosotros no podemos ni soñar. Ellos compran lo que quieren y pagan lo que les piden", se defiende Benítez, que espera que la construcción del nuevo campo ayude a mejorar ese aspecto.
John Aldridge, que pisó antes The Kop que el césped de Anfield y que terminó metiendo goles para la Real Sociedad, es uno de los muchos veteranos que defiende la gestión de Benitez. "Es un gran entrenador, metódico y respetuoso con la tradición. Ha entendido lo que significa el Liverpool y está haciendo un gran trabajo", asegura apoyado en la barra del Aldo's Place, su pub en el centro de Liverpool. "Le valoramos mas allá de los títulos", dice Ian Rush, otro mito; "está muy preparado."
Consciente del peso de la tradición, Benítez leyó la biografía de Shankly nada más aterrizar en Liverpool. Después se la regaló a su esposa. "Toma, para que sepas donde estamos", le dijo. A Benítez no le ha dado por limpiar la cocina cuando su equipo pierde como hacía Shankly. "Yo sólo limpio la nevera", bromea, pero ha sido sensible cuidando detalles tan típicos como la habitación de las botas, donde Shankly tomaba el té con sus ayudantes y Benítez recibe tras los partidos a los entrenadores rivales. Sólo el portugués José Mourinho se ha negado a pisar el mítico rincón de Anfield.
Respetado tanto por los míticos ex futbolistas como por los nuevos propietarios del club, el gran dolor de cabeza de Benítez es la cantera. "Tenemos un problema con eso. Hay una vieja ley que nos impide fichar jugadores menores de 16 años que vivan a una hora de Liverpool. Además, por un lado tenemos el mar. Así que aún es más difícil", explica Benítez tratando de justificar por qué desde Owen, Carragher y Gerrard no ha subido ningún canterano al primer equipo. Cuando llegó, Rick Parry, el director general, le avisó: "The Academy no se toca".
"Técnica, actitud, velocidad y equilibrio", se lee nada más entrar en las impresionantes instalaciones para los jugadores de entre 8 y 17 años, que albergan diez campos de juego, uno cubierto. Steve Heigway, jugador de los 70, dirige The Academy. El año pasado, con un equipo liderado por el catalán Roqué, los juveniles ganaron la Copa por segunda vez en su historia. "Sus métodos son obsoletos", dicen en Melwood. Como sólo aceptan ingleses, Benítez ha creado un poder paralelo, el Liverpool B, donde hace y deshace fichando y vendiendo jugadores sub 20.
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