Cuando un muerto se hace eterno
Los misterios de las momias, naturales o no, a estudio en un congreso mundial en Lanzarote
El Eclesiastés, un libro del Antiguo Testamento casi tan viejo como la propia civilización, dice: "Polvo eres y en polvo te convertirás". Ni con toda la frialdad de este proverbio es posible comprender la realidad de la muerte, de volver a la esencia de lo que fuimos.
Quizá por eso hay científicos que se sienten atraídos por las momias. Cadáveres que no se convierten en polvo. Caras de seres humanos que congelaron su gesto y que cientos o miles de años después nos la muestran con todo su descarnado enigma. Más de 250 estudiosos de momias de 30 países llegan mañana a Lanzarote para contar la historia de quienes aún están aquí en cuerpo, pero sin alma. Se reúnen en el antiguo convento de Santo Domingo de Teguise para exponer sus últimas investigaciones. Son estudios de cadáveres de niños mexicanos ofrendados a las divinidades, momias egipcias de la XIII dinastía, cuerpos incorruptos como los de los condestables de Castilla o el de Antonio de Oquendo de Zandategui, almirante de la Armada española con Felipe IV.
Alguna peculiaridad medioambiental ha hecho que se conserven cadáveres de forma natural
Algunos científicos, al no aplicar el protocolo sobre el tratamiento de las momias, han destruido partes vitales
Se han restaurado los restos de un niño al que se entregó hace 500 años a las divinidades incaicas
El destino de muchas de las momias es una vitrina en un museo, a la vista de los vivos. Otras habitan en los laboratorios de estos arqueólogos de la muerte. Son cuerpos minuciosamente manipulados por expertos como Conrado Rodríguez Martín, doctor en Medicina y Cirugía, que comenta: "Estudiando a estos muertos se puede llegar a conocer las enfermedades que padecieron y si fueron tratados con alguna técnica quirúrgica. Sabemos, por ejemplo, que se practicaban trepanaciones para aliviar la presión intracraneal, y que el sujeto sobrevivía a la intervención durante años".
Las comunicaciones tratarán de disciplinas tan diversas como arqueología funeraria, metodología y conservación de momias, paleopatología y paleoparasitología.
No todas las momias son el resultado del trabajo de embalsamamiento efectuado por el hombre. A lo largo de los siglos se han descubierto también numerosos casos de cadáveres que se han conservado de manera natural por las peculiaridades medioambientales del lugar en el que fueron enterrados. Es el caso de las expuestas en el museo de Guanajuato (México).
De los estudios con momias españolas destaca el de tres que se guardaban en el coro del convento de Santa Clara de Medina de Pomar (Burgos). Corresponden a Íñigo Fernández de Velasco, III Condestable de Castilla; a Juana de Córdoba y Aragón, esposa de Juan Fernández de Velasco, y a Bernardino, VII Condestable de Castilla.Otra de especial interés es la del almirante de la Armada Antonio de Oquendo de Zandategui, que logró para Felipe IV diversas victorias, desde Flandes a Pernambuco. Los análisis más recientes permiten desvelar aspectos desconocidos de su vida. Asimismo, a través de una reconstrucción facial en tres dimensiones se desvela la fisonomía que tenía en el siglo XIV el infante Sancho de Castilla, hijo de Pedro I. Muchos trabajos se presentarán en 3D.
Pablo Atoche Peña, profesor de Prehistoria de la Universidad de Las Palmas, es el director del Congreso y uno de los ponentes. "A través de los estudios de las momias canarias", asegura, "podemos afirmar que aquí en las islas había una dieta rica en especies animales, cereales y pescado. Sin embargo, la alimentación básica de los europeos se basaba en el pan y el vino. Mientras en aquella época los conquistadores no pasaban de una media de 1,59 metros de altura, los canarios medían alrededor de 1,80".
Las comunicaciones sobre momias egipcias son igualmente prometedoras. Como ejemplo, Atoche explica que "a través de su momia se va a conocer la historia de un hombre que vivió a finales del Imperio Medio, durante la XIII dinastía. La comunicación tratará de la enfermedad que padeció y de cómo murió".
La investigación sobre momias hace milagros, como averiguar que una minúscula que se encontró en el Aconcagua, el techo de los Andes, corresponde a un niño que se entregó hace 500 años a las divinidades incaicas. Así se puede conocer también la historia de una niña de año y medio que se encontró dentro de un cesto tejido con hojas de palma en la cueva de la Garrafa en Chiapas (México). Data de finales del siglo XV y parece que, tras un ritual, fue ofrendada a los dioses del agua.
Durante el imperio inca, antes de la llegada de los conquistadores españoles, se creía en la eficacia de la intercesión infantil. Eso favoreció la práctica del sacrificio de niños y de jóvenes mujeres a los que se mataba en las montañas para que se convirtiesen en mensajeros de las deidades que poblaban las cumbres. María Constanza Cerutti ha efectuado un minucioso trabajo de investigación sobre el descubrimiento de las momias de tres niños incas que fueron halladas a 6.700 metros de altitud, en la cima del volcán Llullaillaco, y que ha permitido avanzar en el conocimiento de los cultos prehispánicos.
María García, coordinadora y organizadora del taller de conservación de momias, recuerda que "algunos científicos, a causa de no llevar a la práctica un protocolo sobre el tratamiento de las momias, han llegado a destruir partes vitales". Y añade que durante el congreso de Lanzarote se organizarán talleres para crear unas bases de trabajo que permitan conservar en las mejores condiciones posibles las muestras de cadáveres que se descubran en el futuro.
Más momias, éstas en Toledo: los restos hallados en la necrópolis judía de Toledo que se descubrió en la construcción de una casa extramuros del casco histórico de la ciudad. Fueron hallados 20 individuos, niños y adultos, todos momificados.
Todos muertos y congelados en el tiempo. Muertos y cargando con la eterna maldición de ser eternos. De no poder volver a la verdadera esencia. A esa naturaleza que cita muy bien el Eclesiastés: "Polvo eres y en polvo te convertirás".
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