"We are the Champions"
"A veces, cuando veo un partido de las otras Ligas europeas en televisión, me aburro. Me pregunto, ¿dónde está la intensidad?", Arsène Wenger, entrenador del Arsenal, y devoto del fútbol inglés.
El rumor de la semana ha sido que Cristiano Ronaldo quiere venir a España en verano. Sería bueno, se supone, para el equipo que lo fichara. ¿Pero, sería bueno para él?
Quizá el portugués no se ha dado cuenta. Quizá no todos se hayan enterado. Pero ahora que está a punto de reiniciarse la Liga de Campeones, competición dominada este año como nunca por los equipos ingleses y españoles, parece un buen momento para señalarlo: la Liga inglesa ha reemplazado a la española como la mejor del mundo. Durante los últimos diez años, hasta el principio de esta temporada, la española ha sido superior. Cuando David Beckham cambió el Manchester United por el Real Madrid en verano de 2003 no había ninguna duda de que estaba dando un salto a un fútbol mejor. Con o sin títulos, jugar en el mismo equipo que Zidane, Ronaldo, Figo, Raúl y Roberto Carlos tenía una gracia y un encanto que en Old Trafford no existía.
Pero si Cristiano Ronaldo decide ahora seguir los pasos del ex capitán inglés es bastante posible que se arrepienta. La calidad de vida en España es mejor, pero si lo que busca es calidad de fútbol, haría bien en quedarse donde está.
Algo inesperado ha pasado esta temporada. Antes, pasar de ver en televisión un partido de la Premier League a uno de la primera División española era pasar de la grisura a la brillantez. Más allá de que había más cracks de renombre en España, los jugadores normales, desconocidos en el extranjero, en equipos como el Espanyol o el Villarreal tenían una técnica individual y un don colectivo para jugar rápido y mantener la posesión del balón que difícilmente se veía en un partido inglés.
No es exacto que ahora ocurra lo mismo al revés, pero ver un partido de la Premier después de un partido de la Liga tiende a ser una experiencia deprimente para el patriota español. Esta temporada uno tiene la sensación de que el fútbol de aquí ha entrado en decadencia, de que a los equipos les falta convicción y a los jugadores ganas. Al menos en la parte alta de la tabla.
Ver jugar al Manchester United, al Chelsea y al Arsenal esta temporada ha sido otra cosa. Es pasar del desánimo a la pasión, del fútbol en cámara lenta a un fútbol jugado a la velocidad de una carrera de cien metros lisos, con el balón controlado. La sensación que uno tiene es que, después de varios años de intentar integrar a los jugadores extranjeros en el fútbol inglés, por fin esta temporada el experimento ha cuajado. Se ha logrado una fusión entre la habilidad técnica de los nuevos jugadores africanos, europeos y latinoamericanos y aquellas virtudes tradicionales del juego inglés: la intensidad física, el correr hasta morir, el nunca rendirse, aquel fervor alimentado y enardecido por los aficionados más entregados de Europa.
Es como si esta temporada el vino de la Premier hubiera llegado a su punto de maduración. Hay partidos buenos y malos, pero si uno se fija en los mejores partidos de los mejores equipos, en Inglaterra se ha visto una calidad de espectáculo muy superior a la que se ha ofrecido en el Camp Nou, en Mestalla o en el Bernabéu. Hablamos de los dos partidos del Chelsea contra el Barça en la Liga de Campeones, el primero un ejemplo abrumador de potencia controlada; o de las épicas palizas que le ha dado el Arsenal al Liverpool (12 goles en tres partidos, 9 de ellos en Anfield); de la magnífica victoria, 2-0, del Liverpool al Chelsea hace un mes; de un partido tras otro del Manchester, que ha sido una máquina de buen fútbol desde que regresó el pelirrojo Paul Scholes al centro del campo y desde que Cristiano Ronaldo, como si él mismo fuera una metáfora de lo que le ha pasado a la Premier esta temporada, llegó a su punto de maduración futbolística.
Si Ronaldo se viene al sur en verano es probable que se cruce en el camino con varios jugadores viajando en dirección norte. La Liga inglesa es el gran imán en este momento, donde está concentrada la mayor parte de la energía del fútbol mundial.
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