Un crisol de etnias bajo el peso de la mayoría persa
Azeríes, kurdos, árabes, baluchis, luris, turcomanos, armenios, asirios... Irán es un crisol de etnias y culturas, donde las minorías suman casi un 50% de sus 70 millones de habitantes. Aunque el peso de la mayoría persa se evidencia en el idioma de escolarización, el iraní o farsi, la Constitución de la República Islámica reconoce el derecho a mantener la lengua de todas las comunidades étnico-lingüísticas.
Un reciente viaje al noroeste del país permitió comprobar a esta corresponsal cómo el kurdo se utilizaba con normalidad en la calle. En muchas provincias hay programas de radio y televisión en la lengua local, pero en las regiones kurdas muchos interlocutores reclamaban el derecho a estudiar en su idioma materno.
Igual sucede con la religión. El Estado se adhiere oficialmente a la rama chií del islam, que siguen la mayoría de los persas y de los azeríes, pero reconoce el derecho de otras minorías. La más importante de ellas es la suní, cuyas comunidades suman un 9% de la población, principalmente kurdos, árabes, baluchis y turcomanos. Una queja recurrente de los suníes es la ausencia de mezquitas de su rito en las zonas donde son minoritarios. Así, aunque disponen de aljamas en las provincias de Juzestán, Sistán-Baluchistán o Kurdistán, no lo tienen tan fácil en Teherán.
Curiosamente, los suníes tampoco tienen escaño reservado en el Parlamento, una prerrogativa que la Constitución establece para las religiones del Libro. Cristianos, judíos y zoroastrianos se distribuyen cinco escaños, que les dan un peso muy superior al apenas 2% que representan.
Los bahais siguen estando fuera de la ley como en tiempos del Sha y mantienen sus creencias en la clandestinidad. Además, algunas comunidades se quejan de discriminación religiosa o racial y, a pesar de las garantías constitucionales, los iraníes no musulmanes también tienen limitada su participación en el Gobierno.
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