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Reportaje:

Algo más que gimnasia rítmica

El Club Ipúrua, campeón de España, se esfuerza en promover un deporte que favorece el sacrificio y la concentración

"Vamos. Doble paso". Corre una tarde cualquiera en el polideportivo municipal de Eibar y Susana Prieto y Tatiana Nagornaya, entrenadoras del Club Ipúrua de gimnasia rítmica, se afanan en su tarea. Las niñas responden con energía. "Con seriedad vienen los resultados", dice Nagornaya, a quien no le falta razón. La entidad logró en diciembre el título en el Campeonato de España de Conjuntos, segundo que se adjudica en esta modalidad tras el de 2001. "Hemos tomado el relevo de otros grandes clubes vascos", dice su gimnasta más reconocida, Miriam Merino (Eibar, 1982), quien ha subido en 40 ocasiones al podio en diversas competiciones y categorías.

Ipurúa continúa así la labor de las agrupaciones alavesas Oskitxo y Beti Aurrera, de donde surgieron Lorena Guréndez, Tania Lamarca y Estíbaliz Martínez, campeonas olímpicas en Atlanta, y la veterana Almudena Cid, única gimnasta de rítmica del mundo que ha participado en tres finales olímpicas.

El título de conjuntos es el segundo que se adjudica la entidad tras el de 2001
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En total, Prieto y Nagornaya tienen a sus órdenes a unas 60 jóvenes. Las más pequeñas, de cuatro años, aprenden desarrollo psicomotriz. A raíz de los éxitos, han recogido a chicas de todo el País Vasco, deseosas de disponer de un crecimiento que el resto de clubes no pueden proporcionar, pero los recursos de Ipurúa, fundado en 1982, son modestos. "Sólo contamos con el apoyo de los padres y las subvenciones del Ayuntamiento de Eibar", se queja Prieto. Margen, al menos, suficiente para un trabajo diario con apenas descansos. "Se necesita mucho tiempo y tranquilidad para hacer una gimnasta. Si no lo haces así, puedes estropear la vida de esa persona. Hay que cuidar el aspecto físico, pero también el psicológico. Además, esto es un equipo de cinco chicas, y eso lo hace aún más difícil", expresa Nagornaya.

En la gimnasia no sólo hay una vertiente deportiva. Coexisten una serie de valores que permanecen una vez concluya la carrera. Merino, quien a los nueve años ya empezó a entrenarse todos los días, lo advierte: "En Euskadi el nivel de la gimnasia rítmica ha bajado bastante. Tu vida no debe girar alrededor de ella, pero requiere mucho sacrificio y concentración, y ahora hay muchas chicas que prefieren divertirse de otra manera. Los padres retiran a sus hijas de la gimnasia si descuidan los estudios, pero el deporte no tiene la culpa. En mí caso, tenía dos horas libres para estudiar y así te aplicabas más que sí tenías toda la tarde libre. La disciplina que da el deporte es muy positiva para los estudios". Ella está a punto de finalizar Magisterio.

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Helena Jauregi (Gernika, 1990), otra de las gimnastas que, junto a Merino, Patricia Alfonso, Nerea Otaegi y Miren Sáez de Valluerca, ganaron el campeonato, coincide: "Los campeonatos te hacen crecer como persona. La gimnasia exige mucha constancia, porque tres días sin entrenar es como un mes en otro deporte. Cuando termino de estudiar, vengo hasta Eibar a entrenar, y lo llevo bien, pero creo que hoy falta capacidad de sufrimiento entre los jóvenes".

"Aquí hay tiempo para trabajar y disfrutar. Nos tomamos este deporte en serio y nos gusta que ellas también lo hagan. Muchas de las chicas que han pasado por aquí trabajan o estudian fuera, pero siguen colaborando con el club", apuntan las entrenadoras, que ya miran hacia el futuro: "Nos gustaría tener la capacidad de llegar a más niñas, pero no con afán competitivo, sino para eliminar esa imagen de deporte duro y minoritario de la gimnasia, y hacerlo atractivo para todos".

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