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Entrevista:Gigi Riva | Ex jugador del Cagliari y actual vicecomisario de la Federación Italiana | Fútbol | Internacional

"El 'calcio' no se basa en las trampas"

Jordi Quixano

Atildado, camina con paso vivo y cigarro en mano por la comercial via Paoli, de Cagliari (Cerdeña). Unas gafas de cristales tintados en azul, una bufanda a rayas que besa el suelo, una gabardina gris, un suéter azul oscuro y unos zapatos negros a juego con el pantalón adornan su robusto cuerpo, que esconde su edad. Sólo el pelo canoso y los pliegues de su cara le delatan. A Gigi Riva (Varesse, Italia; 1944) le encanta pasear por las calles de la capital sarda. "Ciao, signor Riva", le sueltan los viandantes. Es toda una personalidad. No sólo logró conquistar el único scudetto del Cagliari (1969-1970), sino que siempre se negó a jugar en los clubes ricos. Con Italia, además de tener el récord de goles, 35 en 42 partidos, conquistó el Europeo del 68 y se quedó a las puertas de la gloria en el Mundial del 70. Ahora es el vicecomisario de la Federación Italiana de Fútbol (FIGC). "Preferiría no vivir una vida sin fútbol", proclama.

"Cada Navidad, Moratti me mandaba una moneda de oro para que firmara por el Inter. Lo que hice en Cerdeña es como lo de Maradona en Nápoles"
"El Brasil de 1970 fue el mejor equipo de la historia. Perdimos la final del Mundial porque nos medimos a Jairzinho, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelinho"
"Dijeron, en Alemania, que Italia sólo se defendía. Ganamos el título porque fuimos los mejores en todo. Incluso en el sentido de la unidad"

Pregunta. "El gol, los amigos y mi isla. Estos años duros y felices". ¿Por qué resume así su vida?

Respuesta. A los nueve años, murió mi padre, que había combatido en las dos guerras mundiales. A los 16, mi madre, que trabajó como ama de casa, pero que delante de sus cuatro hijos siempre se esforzó por regalar una sonrisa y no mostrar su tristeza ante las penurias económicas que pasábamos. De niño, el fútbol me sirvió para no pensar. Después de lo conseguido, al contrario de lo que pensaba antes, creo que mis padres no me abandonaron, sino que siempre me han cuidado.

P. ¿Cómo empezó a ganarse la vida con el fútbol?

R. Un día me llamó el Lavenna y me ofreció 2.000 liras por partido, que no era gran cosa. Pero, si al descanso perdíamos, me acercaba al entrenador y le decía: "Si remontamos, me paga el doble". Así, me alcanzaba para tomar una cerveza con los amigos y ayudar a la familia. Luego, me fichó el Legano y después el Cagliari, que me hizo una oferta irrechazable.

P. Y empezó su idilio con Cerdeña.

R. Al principio, pensaba que iba a África o algo así porque no sabía ni que existía esa isla. Pensaba que lo mejor era jugar un año aquí, dejar verme e irme a otro sitio. Recuerdo que el viaje en avión fue inhumano. Hice escalas por todas las ciudades de Italia y con las turbulencias pensé que nunca más volvería a jugar al fútbol. Pero mi amor por el calcio me dio la oportunidad de llegar a Cerdeña y conocer a su gente. En un año subimos a la Serie A. Con el tiempo, ganamos el scudetto, quedé tres veces goleador de la Liga y llegué a la nazionale.

P. Pero su debú con Italia fue horrible, ¿no?

R. Helenio Herrera me dijo que, si yo era un 9, debía llevar ese número. Al cabo de unos minutos, me rompí la pierna. Desde entonces siempre me puse el 11 -el Cagliari retiró su camiseta el año pasado-. Aunque luego me ha pasado de todo, desde romperme el cráneo hasta partirme la otra pierna. Pero sólo me quejé para que me dejaran fumar en el hospital.

P. ¿Tanto fumaba?

R. Era un vicio relativo. Aunque después de los partidos no había nada mejor que un cigarro. Yo era de una generación que creció con las películas americanas, en las que todos los ganadores fumaban. Y a nosotros nos iba de maravilla. Era muy divertido ser de un equipo humilde y ganar a los ricos del Norte. Me encantaba marcarles goles. Y más en Italia, un país que siempre se ha caracterizado por la defensa. Era un bicho raro que cumplía con su deber.

P. ¿Es cierto que Ángelo Moratti, entonces presidente del Inter, lo quería a toda costa?

R. Moratti y todos. Milan, Juventus, Roma... Cada Navidad, Ángelo me mandaba una moneda de oro para que firmara por el Inter. Como siempre me negaba, cansado de esperarme, optó por darle la moneda al Cagliari para que, en caso de que me quisiera marchar, ellos tuvieran una opción preferencial. Pasado el tiempo, creo que lo que hice con el Cagliari se puede comparar con la historia de Maradona y el Nápoles. Aunque Maradona hizo más que nadie. Él solo ganó un Mundial. Pelé, no.

P. ¿Y el Brasil de 1970?

R. Ha sido el mejor equipo de la historia. Nosotros llegamos a la final, en México, mermados porque nos desgastamos mucho ante Alemania y porque no estábamos acostumbrados a jugar a 2.500 metros de altura. Pero perdimos porque nos medimos a Jairzinho, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelinho. Un equipo invencible con recursos imprevisibles. La afición, cuando regresamos a Italia, acudió en masa para ovacionarnos.

P. ¿El peor parado fue el técnico, Valcareggio?

R. Sí, se le bautizó como el Cretino de Valcareggio porque no nos alineaba juntos a Rivera y a mí. En la final, Rivera sólo jugó unos minutos. Pero la gente no sabe o se olvida de que no estaba bien físicamente. Por eso no jugó. No era culpa de Valcareggio. Aunque Italia siempre ha estado dividida: Baggio-Vialli, Del Piero-Totti... Lo mejor fue que nos desentendimos del supuesto catenaccio.

P. ¿Supuesto?

R. Sí. Es como en el Mundial pasado. Dijeron que Italia sólo se defendía. Grosso marcó un gol, Zambrotta otro y Materazzi dos. ¿Dónde está lo defensivo? Ganamos porque fuimos los mejores en todo. Incluso en el sentido de la unidad.

P. ¿Ahí entró usted?

R. Sí. Mi papel consistía en hablar con los entrenadores, con los jugadores, con todos. No buscaba que el equipo ganara, sino que no se podía perder por falta de corazón. Lo peor fue lo de Pessotto, un palo muy duro. Pero son cosas de la vida y hay que saberlas afrontar. Creo que ése fue el mérito del equipo. A diferencia del 82, cuando se ganó y nadie se lo esperaba, nosotros afrontamos los problemas de cara. El equipo de Rossi lo hizo en silencio. Nosotros, no. Quisimos reivindicar que el fútbol italiano no se basa en las trampas. Quisimos demostrar que lo de la Juve no era asunto nuestro.

P. ¿Y qué opina de la polémica de los premios a Cannavaro?

R. No la entiendo. Cannavaro fue el mejor y el capitán del equipo que ganó el Mundial. Ronaldinho es el Pelé o el Maradona actual, pero no ganó el Mundial. Tampoco hay que hacer mucho caso a estos galardones porque nunca se lo han dado a Maldini, que empezó a dar lecciones con 18 años y las sigue dando con 42.

Gigi Riva.
Gigi Riva.ASSOCIATED PRESS

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