El agitador del GATPAC
Eran cultos, osados, cosmopolitas, generosos. Querían cambiar el mundo, o cuanto menos las formas de vida de sus habitantes, y para ello crearon el GATPAC, Grup d'Arquitectes i Tècnics Catalans per al Progrés de l'Arquitectura. Era el 14 de abril de 1931, el mismo día en que se proclamó la República. Trabajaron intensamente, pero la guerra acabó por desperdigarlos y desactivar al colectivo. De todos ellos -Sert, Subirana, Rodríguez Arias, Illescas, Churruca, Fàbregas-, Josep Torres Clavé (1907-1939) fue el más armado ideológicamente, el más guerrero en la defensa de los postulados de la arquitectura moderna. También el más comprometido: murió en la primera línea del frente del Ebro, construyendo trincheras. Tenía 32 años. Un bel morire tutta una vita onora, cierto, pero priva de demasiadas cosas como para servir de consuelo.
De todos, Torres Clavé fue el más guerrero en la defensa de los postulados de la arquitectura moderna
Ahora su hijo Raimon, también arquitecto, ha cedido al centro de documentación del Colegio de Arquitectos de Cataluña todo su archivo, junto con el de otros familiares también del oficio. El abuelo de Torres Clavé fue mestre d'obres y levantó en la Ciutadella el Hotel Internacional, proyectado por Domènec i Montaner para la Exposición Universal. Y el tío, Jaume Torres Grau (1880-1945), junto al cual se formó el sobrino, fue un destacado exponente del Noucentisme, autor de la Casa Ramos, en Lesseps, y del edificio de Correos de Via Laietana, en colaboración con Josep Goday.
Se comprende que en semejante ambiente, Torres Clavé tuviera una sólida formación académica. Especialmente en dibujo, que cultivó en el Cercle Artístic de Sant Lluc y del que el fondo ahora cedido contiene una generosa representación. Pero sus intereses miraban más lejos. En los años 1927-28 realizó un provechoso viaje de formación a Italia con Josep Lluís Sert, en busca de experiencias directas con los grandes referentes clásicos conocidos en los libros. Ambos arquitectos se apasionaron, por ejemplo, con la obra del Palladio en Vicenza y sus alrededores. Pero el inspirador máximo del grupo fue Le Corbusier, de quien Sert había comprado en París algunos libros y que en 1927 fue invitado a dar una conferencia en Barcelona. El racionalismo transpirenaico prendió con rapidez entre estos jóvenes profesionales con vocación de agitadores culturales. En paralelo a su constitución como grupo, abrieron un local en el paseo de Gràcia para exposiciones e impulsaron la revista AC. Tal fue su espíritu de movimiento, que la mayoría de artículos fueron firmados de manera colectiva. Pero Torres Clavé fue, sin duda, el alma de la publicación que pronto abrió sus páginas a artistas vanguardistas como Miró o Picasso. También fue el impulsor de la participación española en los sucesivos congresos internacionales dedicados a la Arquitectura Moderna.
Hombre comprometido, en 1936 creó el Sindicat d'Arquitectes de Catalunya y ese mismo año, hasta su muerte, se puso al frente de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, donde proyectó una ambiciosa reforma de los planes de estudio. Militó en el PSUC y dedicó el último número de la revista a la revolución. Entre sus obras, realizadas con Sert y Joan Baptista Subirana, destacan el proyecto obrerista de la Ciutat de Repós i Vacances de Castelldefels (1932), el proyecto para un hospital en Vall d'Hebron (1936) y dos construcciones de referencia del movimiento: el Dispensario Antituberculoso del Raval (1933), en el número 10 del pasaje de San Bernat, y la casa Bloc (1932-36) del paseo de Torres i Bages 91-105, en Sant Andreu.
Una somera visita a estas obras permite llegar a una doble conclusión: la arquitectura moderna envejece mal y los paliativos que se le suministran para ahorrarle sufrimientos son hasta ahora insuficientes. Paredes despintadas por la humedad, columnas de hormigón armado carcomidas por el óxido y revestimientos cerámicos rotos se combinan con grafitos de bandas de barrio que confieren a los dos edificios cierta sensación de abandono. El radicalismo social del GATPAC impuso materiales baratos para rebajar los costes de construcción, lo cual ha acabado repercutiendo en los costes de mantenimiento. Aun así, que dos obras multicatalogadas, documentadas y admiradas como éstas presenten ese aspecto no deja de ser una vergüenza. El Dispensario ganará con la urbanización final de los jardines dedicados precisamente a Torres Clavé, en la calle de Valldonzella, hoy un inhóspito descampado de asfalto y hormigón que ofrece una perspectiva inédita del edificio, la cual hace más evidente la necesidad de un remozado a fondo. En cuanto a la casa Bloc, hay que derribar un ala espúrea, construida posteriormente y hoy prácticamente deshabitada -aunque en algunas ventanas todavía hay ropa puesta a secar- y unificar los jardines interiores, eliminando parcelaciones introducidas con los años.
Alexandre Cirici, que fue alumno de Torres Clavé y uno de los promotores para que dirigiera la Escuela de Arquitectura, escribió que el local de la Federació Nacional d'Estudiants de Catalunya en que se reunían estaba presidido por el lema: Lluitem per un país i una vida bells. El país fue feúcho y la vida, muy dura para quienes tuvieron la suerte de conservarla tras la guerra. La modernidad siempre se nos resistió.
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