Los fantasmas blancos
Lee Bul, una de las artistas coreanas más relevantes, presenta estos días una exposición en Salamanca. Sus esculturas de blancas mujeres cyborgs se despliegan como fantasmales presencias que despiertan sensaciones entre la sensualidad y el horror.
En principio, la respuesta es la normal ante la escena compuesta por unas mujeres deslumbrantes flotando ingrávidas bajo los focos de luz. Las vemos y quedamos inmediatamente fascinados por ellas. Pero lo que resulta inquietante es que esa fascinación se mantiene después que advertimos que esas mujeres no son mujeres sino maniquíes hechos de resina sintética. Y que la belleza sin mácula de sus formas femeninas, subrayadas por una lencería muy excitante, es contradicha por las cabezas cortadas y por los muñones en los que concluyen los brazos o las piernas de las mismas. La escena que nos parecía bellamente inmaculada es, en realidad, una escena de horror, protagonizada por unos maniquíes tan perversos, a su modo, como las muñecas de Hans Bellmer. Y aun así, aun después de esta constatación, repito, nos sigue fascinando, debido a que el horror es neutralizado y domesticado, por obra de un arte como el de Lee Bul, en el que por lo demás desempeña un papel relevante el uso intensivo del color blanco. "El blanco", explica, "es el color de la ambigüedad, en primer lugar, porque es un color que es al mismo tiempo la falta de color pero también porque la blancura suele asociarse tanto a la perfección y a la pureza como a lo inmaterial, lo espectral e, inclusive, a estados enfermizos como la anemia. A mí me interesa poner en juego estas ambigüedades". Pero, en realidad, la ambigüedad del blanco extiende su dominio sobre la obra de Lee Bul más allá de los asuntos que ella misma señala porque involucra igualmente a la figura del cyborg, que ha sido uno de los temas recurrentes de su trabajo, tal y como lo anota en el ensayo del catálogo Paco Barragán, el comisario de esta que es la primera exposición individual de la artista coreana en España. El cyborg -esa fantasía en la que la máquina y el hombre se funden indisolublemente- adquirió su primera figura eficaz en el doble robótico de Maria, la heroína buena y abnegada de Metrópolis, la película con la que Fritz Lang revolucionó el género de la ciencia-ficción, apartándolo de la ingenuidad circense en la que lo había iniciado Melies. Lee Bul reconoce que esa Maria es el modelo de sus maniquíes y añade que la interpreta como "una fantasía y una proyección masculina que intenta una difícil negociación entre el miedo a la madre devoradora y el deseo de embridar y disciplinar su fuerza". Esta interpretación no carece, obviamente, de pertinencia, porque desde el punto de vista sicoanalítico en toda fascinación, incluida, desde luego, la fascinación que ejerce lo horrible, actúan transfigurados el deseo de poseer a la madre y el miedo simultáneo a la castración. Sólo que la misma omite el hecho de que en Metrópolis el doble robótico de Maria cumple en Metrópolis un papel político, promoviendo una insurrección tan inoportuna como devastadora entre una masa ingente de obreros encadenados sin aparente remedio a las máquinas. Y es justamente en este penoso encadenamiento a la máquina donde se juega de manera decisiva la comprensión efectiva del papel de esa fantasía que es el cyborg, que será una construcción fetichista en el sentido freudiano pero también la proyección del deseo de dominar la máquina, mediante su humanización o su conversión en un objeto sexual.
La contrapartida de los cyborgs de Lee Bul son sus Anagrams, que ella, sin embargo, considera "oscuros doppelgangers" de los mismos. En esta exposición hay un par de ejemplos muy notables de estas formas informes de resina sintética, que podrían asociarse con la interpretación repulsiva que Cindy Shermann ha hecho del tema de las muñecas si no fuese porque el blanco también cumple en ellas la tarea que le ha asignado la artista coreana, neutralizando su abyecta monstruosidad.
E igualmente puede rastrear
se la ambigüedad de esa tarea en el hecho de que su resultado apunta tanto a la psicología como a la economía política. En el primer caso, los Anagrams serían una reivindicación de lo informe y abyecto como la que ha hecho Bataille o una representación de lo real como un resto informe elaborada por Lacan. En el segundo, los Anagrams junto a los cyborgs pondrían en juego la conexión a la que nos invita Jacques Derrida entre esas elaboraciones imaginarias y el hecho de que el trabajo humano en el régimen fabril introducido por el capitalismo queda igualmente reducido, según Marx, a un resto informe.
No hay duda: los fantasmas de Metrópolis asedian sin fin la obra de Lee Bul.
Asepsia. Exposición de Lee Bul. Da2, Salamanca. Hasta 1 de abril.
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