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Crónica:Baloncesto | Copa del Rey
Crónica
Texto informativo con interpretación

Marcelinho rescata a la Penya

El base le da la vuelta a un partido que el Girona tenía en la mano

Robert Álvarez

La exuberancia del DKV Joventut se sobrepuso a la máquina de precisión con la que Pesic intentó darle cuerda al Akasvayu Girona. El partido pendió de un montón de detalles en un final igualadísimo y que no tuvo desenlace hasta después de la prórroga que fue necesario disputar.

Tres se antojan decisivos: la irrupción de Marcelinho Huertas en el momento más delicado para el Joventut, un fallo mortal de necesidad de Germán en la que presumiblemente iba a ser la última posesión camino de la victoria del Akasvayu y el traspaso de esa leve, intangible pero evidente autoridad psicológica que supuso la prórroga. Fue un punto de inflexión a partir del que cual el Akasvayu empezó a errar los tiros libres que antes metía y a evidenciar una leve sombra de duda para hacer jugada frente a la defensa del Joventut.

AKASVAYU GIRONA 82 - DKV JOVENTUT 84

PRORROGA

Akasvayu Girona: Marinovic (14), McDonald (13), Salenga (19), Fucka (11), Bagaric (2) -cinco inicial-, Sada (3), Gasol (7), San Emeterio (-), Thorton (9) y Gabriel (4).

DKV Joventut: Bennett (-), Fernández (17), Gaynes (6), Barton (13), Archibald (17) -cinco inicial-, Rubio (9), Betts (3), Vázquez (8), Sullivan (-), Huertas (9) y Laviña (2).

Arbitros: De la Maza, Pérez Pérez y Redondo. Excluyeron por personales a Vázquez (m.42), Gasol (m.43), Sada (m.44)

9.500 espectadores en el José María Carpena de Málaga.

1º CUARTO: 23-17

2º CUARTO: 16-20

3º CUARTO: 19-17

4º CUARTO: 17-21

PRORROGA: 7-9

De inicio, había sucedido todo lo contrario: el Akasvayu atacó el aro a quemarropa. Cuando no metía el balón a sus pívots, Salenga y Marinovic penetraban hasta llegar a la anilla. La Penya se pasó medio partido buscando la llave para cerrar su zona. El partido pintaba para los de Girona. Abrumaban bajo el aro y eso les solucionaba la papeleta. El régimen de revoluciones de su batería de pívots marcó el ritmo de los acontecimientos. El Akasvayu tiraba del hilo con ventajas que rondaban los diez puntos (31-20). No necesitaba de los esfuerzos adicionales que requería el juego de la Penya. Presiones puntuales por toda la cancha, sobreesfuerzos defensivos, feroces luchas por el rebote ofensivo.

Pero los de Badalona cuentan con un jugador capaz de marcar la línea en ese tipo de situación. Dieciséis años tiene, nunca está de más recordarlo. Se llama Ricky Rubio. Es una centella, un comecocos defensivo. Roba balones, mete sus largos brazos, molesta al jugador atacante, es capaz de multiplicarse para ayudar a sus compañeros en la tarea de contención y, pese a que todavía debe pulir su tiro, ve la jugada de maravilla y se convierte igualmente en un bastión ofensivo gracias a su manejo del balón y su acierto en el pase y en la asistencia.

Las salidas de Ricky desde el banquillo resultaron fulgurantes. Le dio vida a su equipo, que durante las fases en que estuvo contra las cuerdas. Era cuando Salenga se le escapaba repetidamente a Barton, cuando el checo, Rudy, Bennet y Barton no ajustaban la mirilla en los triples (3 de 16 entre los cuatro en la primera parte), mientras que Gaines y Betts no lograban ganarse la vida cerca del aro. Pero el Joventut se aplicó en la tarea, tiro más de tres que de dos a pesar de que sus porcentajes no fueron buenos, metió balones dentro pese a que no resolvió bien pero en cambio sí forzó constantes faltas. Su perseverancia le llevó a meterse a llegar al último cuarto a tiro de piedra del objetivo (58-54).

El Akasvayu jugó el segundo tiempo a la yugoslava, midiendo cada una de sus posesiones frente a las embestidas del Joventut. Y también ante las argucias de Aíto, que plantó una zona defensiva cuando restaban tres minutos para el final y su equipo perdía por cinco puntos (67-62). Ni así. El Akasvayu apenas cedía. Exhausto Ricky Rubio, Aíto recurrió a Marcelinho Huertas.

Su irrupción resultó demoledora para el Akasvayu que, aún así, tuvo el partido en la mano. Anotó Marcelinho. Quedaban ocho segundos. Sacó Fucka de fondo. Pero a Germán se le fue el pase. Volvió a anotar Marcelinho. Prórroga. A partir de entonces, todo cambió. Fue el Akasvayu el que fue a remolque y el que dobló el espinazo a pesar de que McDonald dispuso de un último intento triple, pero sin tiempo, sin posición y, diría, que sin fe.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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