La calle de Peret
Pere Pubill Calaf, de nombre artístico Peret, acaba de publicar el disco Que levante el dedo. La primera canción habla de prostitutas y constituye un alegato contra la hipocresía social que podríamos calificar de rumba-protesta. Hace tiempo que Peret está por encima de casi todo. En lo familiar, ha sido nieto, hijo, hermano, sobrino, padre, abuelo y bisabuelo. En lo profesional, ha sido buscavidas, aspirante a guitarrista y mito de un género que, por mucho que se diga, se inventaron él y unos cuantos amigos reciclando ritmos y costumbres melódicas que corrían por allí. En lo espiritual, ha sido creyente, pecador, cordero y ministro sin cartera de Dios y agnóstico sentimental con una gran habilidad para expresar pensamientos de una sinceridad a prueba de filisteos.
Desde los primeros compases del disco se puede escuchar, de fondo, el acompañamiento del ventilador, ese rasgueo característico que, después de circular por muchos agitanados lugares de este país, se perfeccionó en la céntrica calle de la Cera de Barcelona. No es una calle cualquiera. Hace unas décadas, guitarristas de todo el mundo peregrinaban hasta aquí en busca del secreto del ventilador. Preguntaban por algún pariente de Peret, que, después de hacerse rogar, les explicaba los principios de un rasgueo percutivo bastante más dificil de lo que parece a primera vista.
Hoy la calle de la Cera no tiene nada que ver con la de entonces. En el cruce con la de Hospital hay un comercio de venta de materiales para la construcción y un locutorio árabe. Ni rastro de rumbas o fraseos caribeños pasados por el filtro de una catalanidad gitana siempre dispuesta a interpretar la realidad a través de un concepto festivo de la existencia. En su disco, Peret recuerda l'escudella y la carn d'olla que preparaba su madre y la compara con la nouvelle cuisine y otras frivolidades que, en nombre de la fama, le hicieron perder el rumbo de una vida de rumba. "Qué va, qué va, la fama no me cambiará, se lo puedo asegurar", canta el artista con una ironía que subraya el acierto de un precioso son de arrepentimiento. Delante del locutorio, hay una librería llamada El Lokal en la que el visitante puede adquirir toda clase de material editado sobre el anarquismo en sus múltiples facetas (organizado, desorganizado, militante, filosófico, de chapa, de pin). Ni rastro de Peret, y eso que no se me ocurre nadie más anarquista que él: seductor en lo sentimental, escéptico en lo político, desconfiado en lo religioso, atrevido en lo musical y superviviente en lo existencial.
Junto a uno de los muros de la calle, seis contenedores rebosantes, rodeados de cajas vacías de Ponche Caballero, que, si corriera por aquí, Peret utilizaría probablemente como tambores. Allí donde antes había aspirantes a rumberos y parientes del Mig Amic ahora hay videoclubes compulsivamente bollywoodistas, alguna carnicería islámica y una peluquería especializada en peinados afrocaribeños. De vez en cuando, un comercio parece resistirse a la corriente cosmopolita y multicultural: "El formatger Cirera". Parece el título de una canción de Peret, El formatger Cirera podría ser pariente lejano de aquel Toribio Carambola, que no estaba muerto, que estaba de parranda.
La catalanidad de la calle también se manifiesta en los comercios árabes, como el Maqtub, normalizado con una rotulación enfática: Pollastre a la llenya - Menjar per emportar-se'n. Para pollos, los que solían palmear detrás de Peret cuando el rumbero desmentía el sentido trágico de la música comprometida con unas canciones que, incluso hoy, rebosan personalidad. Igual que entonces, Peret sigue tratando temas de actualidad (las dietas, el desamor, la hipocresía, el amor, la belleza de determinadas mujeres) sin renunciar a una interpretación que tiene la rara virtud de endulzar las ideas más duras y endurecer las más aparentemente frívolas. ¿Y las mujeres? Las que pasean por la calle de la Cera ya no son las mismas que en los tiempos de Peret. Hay velos con sonrisa y otros más desconfiados, pero también miradas oscuras que probablemente podrían inspirar uno de los estribillos del disco: "Son para ti, mis pensamientos, mis ilusiones, para ti". Y remata: "Pareces una gitanita de los corrales de Mataró".
La distancia entre Mataró y la calle de la Cera es suficiente para generar nostalgias. Y la voz de Peret, teletransportada por los que tarareen sus canciones al recorrer una de las cunas de la rumba, se entiende mejor en el decorado adecuado. Y lo que parecía amor de joven resulta ser el amor de un bisabuelo por su bisnieta, una forma transgeneracional de compartir los lazos familiares, tan presentes, bajo otras formas y con otras costumbres, en esa misma calle. Así que, al llegar a la ronda de Sant Pau, a uno no le queda más remedio que ponerse a cantar uno de los versos más sabios de este inmenso artista: "Será tuyo para siempre / todo el amor que te he dado". Sí, señor: a fondo perdido.
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