El púgil invisible
Hay decenas de estudios sobre la imagen que deben dar en televisión los candidatos políticos. Quizá Miguel Sebastián debía consultar algunos de ellos, o cambiar de asesores. Tal vez, simplemente, hacerles caso. La entrevista que le hizo Eva Hache en su programa del lunes (Cuatro) fue, como poco, disuasoria. Daba igual que él afirmara que se había presentado a la alcaldía de la capital porque estaba seguro de ganar o que devolvería Madrid a los peatones madrileños. Algo profundamente cansino flotaba en el plató y ésa es una mala señal.
Ni siquiera una serie de preguntas benévolas, en las que se le instaba a explicar cuáles eran sus planes y perspectivas, sirvió para levantar el tono. Semihundido en el sofá, escasamente expresivo, con respuestas ambiguas de las que era difícil sacar alguna conclusión, se retiró como entró: sigue siendo un enigma. O algo peor: no despierta curiosidad.
Puede que tenga toda la capacidad necesaria y las mejores soluciones para los problemas de la capital. Incluso el ímpetu para defenderlas, pero todavía no da señales del ánimo necesario como para sobresalir y plantar cara al adversario. Al final afirmó que era un gran polemista y que estaba dispuesto a debatir públicamente con Gallardón las veces que fueran necesarias. Habrá que ver. Las elecciones son en mayo y a veces se dan sorpresas en la recta final. Vuelcos inesperados. De momento no vemos que Miguel Sebastián esté ganando terreno en el mundo catódico, que es el ring donde se enfrentan realmente los púgiles de la política en nuestros tiempos. Y en la lucha de la imagen todo cuenta, desde el lenguaje corporal y el color del traje hasta el momento de las cifras o la oportunidad de una sonrisa. O un buen golpe de efecto.
El guiñol de Zapatero le preguntó a Miguel Sebastián en Noche Hache: "Y si no ganamos en Madrid, ¿cómo nos miraremos al espejo?". Antes que al espejo debería practicar con su sombra. Si se mueve.
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