"En danza, cada gesto debe tener la inocencia de la primera vez", afirma Carolyn Carlson
La coreógrafa presenta en el Mercat, 'Inanna', una pieza sobre el misterio de la mujer
Cita inexcusable con la danza en el Mercat de les Flors: la coreógrafa Carolyn Carlson, pura historia viva del género, presenta desde hoy hasta el domingo Inanna (2005), una hermosa pieza sobre el misterio de la mujer interpretada por siete bailarinas y con música original de Armand Amar con la adición de canciones de Bruce Springsteen y Tom Waits. "El ser humano levanta el brazo desde hace millones de años", dijo ayer, "pero en danza, cada vez que uno lo hace, y cada movimiento, cada gesto, debe dar la impresión de que es la primera vez, debe tener la inocencia de la primera vez".
La expectación despertada por Carlson ha motivado que se ofrezca una función extra el sábado (habrá dos: a las 21.00 y las 17.00 h). En la actuación de esta noche, excepcionalmente, la propia Carolyn Carlson (Oakland, California, 1943), a la que se ha comparado con Isadora Duncan, nada menos, y que fue musa y primera bailarina de Alwin Nikolais y pareja de Nureyev en el Tristán e Isolda de Henze / Tetley de 1974, bailará unos minutos. Locuaz, enérgica, entusiasta, con su célebre físico longilíneo y sus muecas dignas de Embrujada, Carolyn Carlson, que actualmente dirige el Centro Coreográfico Nacional de Roubaix (donde ha creado Inanna), habló ayer de su trabajo y de su constante e inagotable apoyo a la danza.
En Inanna, pieza de 1 hora y 15 minutos de duración, convergen varios de los intereses y obsesiones de Carlson. La pieza tiene como punto de partida los poemas dedicados a la diosa sumeria Inanna hace 4.000 años por la gran sacerdotisa de Ur, hija de Sargón, Enheduanna, considerados no sólo la primera muestra de literatura escrita por una mujer sino una de las más antiguas manifestaciones poéticas de la humanidad. Carolyn Carlson, ella misma poetisa, cuyo interés por la espiritualidad oriental y el zen es bien conocido, se entusiasmó con la versión de los viejos poemas en la edición hecha por la psicoanalista junguiana Betty DeShong Miador en colaboración con asiriólogos de la Universidad de Berkeley (University of Texas Press, 2001). "El libro ha sido mi inspiración, en general las ideas me llegan así, por intuición, por un golpe de suerte", dijo. "En los poemas de Inanna, una diosa bella pero dura, lunar, hay mucha contemporaneidad, encontramos sexualidad, la ambigüedad hombre / mujer...". Otra fuente de la pieza es la obra de la fotógrafa estadounidense Francesca Woodman -que, émula de Diane Arbus, se suicidó en 1981, a los 22 años, arrojándose por la ventana de su estudio neoyorquino-, cuyas fotos de mujeres guardan estrecha relación con la atmósfera de Inanna. "Yo soy muy visual, en mi trabajo influye mucho la pintura y la fotografía, y aquellas fotos fascinantes, duras, opresivas, como poemas, me inspiran mucho", explicó Carlson. "¿De qué va la obra? El misterio de la mujer. Tomando esas inspiraciones y otras nos pusimos a trabajar. Yo trabajo muchísimo con la improvisación, aunque parta de unas ideas y estructuras muy claras. Pregunté mucho sobre su vida a las bailarinas, especialmente de su paso de niñas a mujeres. Y salieron cosas muy interesantes. Una bailarina muy esbelta se introdujo cojines bajo el vestido hasta quedar hecha una big mamma. 'Me siento así por dentro', confesó".
La escenografía está dominada por una especie de monte o pirámide, "un Fujiyama", "una forma masculina, dura, que contrasta con el lirismo, la suavidad de parte de la obra", y donde las bailarinas pueden trepar o deslizarse en una representación danzada del Mito de Sísifo.
Carolyn Carlson observa que el concepto de cuerpo ha cambiado en los últimos años en la sociedad y en la danza. "Nada es secreto, no hay inhibición. Hay más fisicidad. El cuerpo muestra más violencia, más connotación sexual, y también, lo que a mí me interesa, más espiritualidad".
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