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El conflicto de Irak

La presidenta, detrás del presidente

Yolanda Monge

Si quedaba algún dato por concretarse de que Washington ha cambiado, éste se escenificó el martes por la noche con las primeras palabras del presidente en su discurso de la Unión. "Esta noche tengo el privilegio y el honor de comenzar el discurso con las palabras 'señora presidenta".

Aplausos. Cerrada ovación. En la página de la historia del Congreso se escribía un nombre propio: Nancy Pelosi, demócrata y primera mujer presidenta de la Cámara de Representantes tras las elecciones de noviembre. George W. Bush se giró hacia la dama y le entregó el discurso que se disponía a leer. Le obsequió con una sonrisa y un cálido apretón de manos. Todo muy correcto y civilizado. Allí estaba la mujer que ahora sostiene el mazo del legislativo, justo detrás del presidente al que en tiempos nada lejanos ha calificado de "incompetente" y "peligroso".

Parecía un columpio el Congreso de Estados Unidos el martes por la noche. Con los demócratas levantándose para aplaudir cuando los republicanos se quedaban sentados. Con los republicanos puestos en pie mientras los demócratas pegaban todo lo que podían a los asientos sus cuerpos.

Aplausos y silencio

Fue como si los congresistas y senadores votaran con los pies, o con las rodillas, o con las manos. Aplaudían. O no. Se ponían de pie. O no. Hubo silencio en la sala cuando Bush mencionó el despliegue de 20.000 tropas adicionales.

¡Tantas cosas han cambiado en Washington! Como el hecho de que Pelosi dijera a los periodistas preocupados por el encuentro -era la primera vez que el presidente iba a tener a su espalda a una presidenta de la Cámara de la oposición tras 12 años de absolutismo republicano en el Capitolio- que sería "respetuosa". "Siempre damos al presidente una cálida bienvenida como invitado a la Cámara".

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Quedó muy resaltada en su ingenua voz la palabra "invitado". Desde su asiento, Hillary Clinton no leía el discurso, como hacía un serio Barack Obama mientras John Kerry movía nervioso el pie. Clinton contemplaba estática al presidente. Como si estuviera soñando o imaginando un día por llegar.

Las cámaras tenían siempre en plano al presidente, a Pelosi y al vicepresidente Dick Cheney. Un dúo este último que se miró poco y se dijo menos. Sabedores de que todos los estrategas, y el público, escrutarían cada gesto de la señora presidenta, los demócratas aleccionaron bien a Pelosi. Ni una ceja más alta que otra ante ningún comentario del presidente. Nada de muecas desaprobatorias. Neutralidad absoluta. Dignidad y cortesía fueron la consigna. Y se siguió al milímetro.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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