Dulces agresiones
La segunda edición de la muestra 'Gominolas y azúcar' llega al Círculo
Padecemos un exceso de dulzura. La sobreabundancia de medios de comunicación y la globalización de los bienes materiales empalaga hasta la náusea. Esto es, al menos, lo que opinan los artistas griegos Filippos Tsitsopoulos y Jannis Markopoulos. Y para plasmar sus obsesiones, muestran ahora la segunda parte de Gominolas y azúcar, iniciativa que ya pasó por el Círculo de Bellas Artes en 2004.
Ayer presentaron ante los medios de comunicación que a ellos tanto les saturan la segunda edición de su proyecto artístico, que estará hasta el 8 de marzo en el Círculo (Alcalá, 42; www.circulobellasartes.com). Esta vez, la muestra está formada por 24 imágenes -12 de cada uno-, un monitor y una sala en la que cuatro pantallas hacen de paredes. Los griegos han querido reflejar la locura que genera una sociedad "sobreazucarada".
Tsitsopoulos juega en las fotografías con su imagen, modulando sus facciones hasta parecer de plastilina. "Transformo mi cara con dulzura, como si fuera una gominola", explica. Este artista de 39 años ha retratado junto a él frutas y otros objetos, como una bolsa de té.
Bajando las escaleras, la cosa se complica. En las siguientes imágenes ya no sólo estira como un chicle sus facciones desde distintos ángulos. Tsitsopoulos superpone ahora cabezas de peces a la suya propia. "Así he querido recuperar las tradiciones en las que el hombre se convierte en pez tras la muerte", aclara a los presentes.
Con el pescado en su cara, y con un maquillaje hecho de azúcar glasé, el artista recita textos del Polonio de Hamlet. Es un homenaje a su padre, que era actor de profesión y que había interpretado el personaje de Shakespeare sobre el escenario.
Y es cuando habla de la muerte cuando su discurso alcanza el cénit. Porque, según dice Tsitsopoulos, de lo que está hablando en esta exposición es "de la muerte y de la locura". En el último vídeo, un hombre se aspira su propia cara llena de espinas. Con esta acción lo que consigue es arrancarse la locura. Pero tiene mala fortuna, porque acto seguido le vuelven a salir las malditas espinas. "Claro, es el eterno retorno", comenta una mujer que asiste a la explicación de los artistas.
Jannis Markopoulos, de 44 años, también tiene una explicación para su obra. En sus vídeos, una especie de Teletubbies -uno, vestido con telas blancas y una caperuza rosa; el otro, todo de verde- pelean en medio de un monte. A su lado, unos paneles de energía solar proyectan fragmentos de películas. "Esas imágenes representan todo lo que las personas pueden coger de la realidad", insiste Markopoulos para que su compañero le traduzca.
Al final de la visita, Tsitsopoulos está satisfecho. Dice que para él también es la primera vez que ve la exposición montada. ¿Y qué le ha parecido? "No estoy seguro todavía, pero creo que me gusta", responde.
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