Carolina de Mónaco cumple 50
La hija mayor de Raniero y Grace llegaal medio siglo siendo la reina de corazones
Carolina cumple el martes 50 años. La reina de corazones sigue protagonizando cinco décadas después de su nacimiento las portadas de la prensa social de medio mundo. La trágica muerte de su madre, su prematura viudez, tres matrimonios y cuatro hijos conforman parte de su biografía reflejada al milímetro en el papel cuché. Todo lo que ella hace es noticia y nada de lo que ella hace es casual, porque Carolina, pese a esa imagen de princesa de ensueño, se ha convertido con los años en una mujer fría y calculadora.
Mónaco soñó con una princesa para Raniero y llegó Grace Kelly directamente de los platós de cine de Estados Unidos. Pero pronto la hija hizo sombra a la madre. Carolina fue un bebé rollizo y una joven rebelde que abandonó el Principado para marcharse a París a estudiar Filosofía. Pero lo que hizo fue convertirse en la reina de la noche parisiense; en una de ellas conoció al play boy Phillipe Junot, con el que se casó el 29 de junio de 1978. Un matrimonio nunca bien visto por sus padres que dos años más tarde se rompió.
Pero fue el 13 de septiembre de 1982 cuando Carolina sufrió el primer gran revés. Su madre Grace moría en un accidente de coche cuando viajaba con su hermana pequeña Estefanía. A ella entonces le tocó asumir el papel de primera dama.
Pero Carolina, una vez pasado el tiempo de duelo, prefirió lanzarse a la aventura y tuvo dos sonadas: una con Roberto Rossellini y otra con el tenista Guillermo Vilas. En esos años, Carolina llevaba en sus talones una corte de paparazzis y todos sus movimientos eran motivo de una portada.
El 29 de diciembre de 1983 Carolina volvió a casarse. Esta vez el elegido fue el multimillonario italiano Stefano Casiraghi, con el que mantuvo un breve noviazgo y con quien contrajo matrimonio en una ceremonia civil y discreta. La princesa estaba embarazada. Alberto Casiraghi nació el 8 de junio de 1984; Carlota, el 3 de agosto de 1986, y Pierre, el 5 de septiembre de 1987. Los cinco formaban una familia feliz y Mónaco recuperaba la imagen institucional perdida. Pero siete años después, el 3 de octubre de 1990, Stefano murió. Una ola volcó su lancha cuando intentaba convalidar su título de campeón del mundo de off-shore.
Carolina se retiró de la vida social y se refugió en la Provenza con sus hijos. Allí vivió su duelo, que la llevó incluso a sufrir una alopecia por depresión.
En esos años de pretendido anonimato Carolina convivió con el actor francés Vincent Lindon, e incluso se volvió a hablar otra vez de boda.
Pero sus tres hijos se hicieron mayores y Carolina dejó su dolor y la Provenza para regresar a París. Allí retomó su vieja amistad con el príncipe Ernst August de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, en esos momentos casado. La pareja se escapó a Singapur y cuando estuvo segura de su relación la hizo pública. En 1999 se casaban en el palacio de Mónaco, y poco después nacía Alejandra.
Carolina regresó con Ernesto a la más intensa vida social, y también a la polémica. Ambos comparten su pasión por el buen vino y las fiestas. Hannover ha estado incluso al borde de la muerte por sus excesos. Pero a Carolina lo que más le preocupa al llegar a los 50 años es asegurar el legado aristocrático de sus hijos, y en ello trabaja.
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