Triunfo de Pollini en A Coruña con la Sinfónica de Galicia

Con el cartel de "No hay billetes" el concierto del pasado miércoles estaba destinado a ser uno de los grandes éxitos del año. Cumplió de sobra. El público recibió a Maurizio Pollini con una fuerte ovación; la del final hizo que Pollini y la Sinfónica tuvieran que dar un bis. La obertura de Las Bodas de Fígaro fue tocada a uña de caballo, en una gran demostración de facultades.

El concierto empezó con la obertura de El rapto en el serrallo, una primera muestra de la sobriedad del virtuoso maestro italiano. La Sinfónica lucía un sonido del que se ha venido en llamar Escuela de Manheim. Tras el aperitivo, el Concierto nº 12 fue como el primer plato de un menú perfectamente equilibrado. Una lectura fresca y llena de luz y con esa ligereza como de encaje. El lirismo del andante central fue tocado muy emotivo y el allegretto final, ligero y pimpante. Las manos de Pollini vuelan sobre el teclado con agilidad increíble, poderío sonoro y dinámica, lleno de matices. Hay quien le tacha de frío: quienes tal dicen nunca le habrán oído comentar radiante el contraste entre las dos obras que ha tocado.

El Concierto nº 24, escrito en 1786, refleja el espíritu del operista decidido que era por entonces Mozart y tiene más de una similitud con Don Giovanni. La mayor complejidad de la formación orquestal, la perfecta integración de piano y orquesta, los solos de oboe, clarinete y fagot, y la concertación de maderas y trompas del allegro fueron en manos de Pollini y la OSG como el primer acto de una función que en el segundo larghetto alcanzó momentos de una tensión dramática dicha con sobria elegancia. En el tercero, allegretto, la fuerza del piano, como transfundida a la orquesta llenó de energía el Palacio de la Ópera coruñés.