"De mayor quiero tener un piso", cuenta un niño de La Jungla
En el poblado de La Jungla, a un lado de la carretera que une Vicálvaro con Mejorada del Campo, corretean entre el barro decenas de críos cubiertos hasta arriba de suciedad. Hay muchos que no están escolarizados, y aunque lo estén, no van a clase. La mayoría no tiene ni carné de identidad. Muchas de las familias, unos 400 gitanos españoles y portugueses, viven de la chatarra. Otros de la droga. Y algunos roban coches en la cercana Cañada Real o en Vicálvaro.
Ramón tiene 14 años, fuma y lleva una cazadora roja de una marca de moda. Con otros dos menores, Javier y Nicanor, pasa la tarde en el poblado haciéndole un puente a un quad pintado en tonos militares. Es más listo que el hambre. "Dime un precio y te lo vendo", propone el pequeño.
Animado por la fama que de repente han adquirido el trío de menores que protagonizó la persecución el pasado fin de semana, Ramón se apunta al carro. "Yo robé un coche una vez", cuenta antes de insistir en que aprendió a conducir solo. "Es muy fácil, ¿ves? La primera, bruuummm, la segunda...", cuenta dentro de su chabola. Luego dice que ya no va a volver a robar porque de mayor quiere ser "honrado y albañil". "¿Vosotros sabéis como funciona eso de la televisión?", pregunta muy interesado.
Motos y 'quads'
En el poblado, la luz se toma de manera clandestina de los tendidos eléctricos. Tampoco hay agua, aunque en las chabolas no faltan las televisiones, los DVD y las minicadenas. Los críos de La Jungla están acostumbrados a pasar el día por los alrededores del poblado dando vueltas con las motos y los quads. La mayoría, a partir de los 12 o 13 años, ya sabe conducir perfectamente. En cuanto empieza a oscurecer, al grito de las madres, los niños regresan a las chabolas al calor de las estufas.
En las viviendas, los colchones se comparten con parsimonia con las ratas. "Mirad, animales de compañía", bromea Esmeralda al ver cruzar una rata enorme por su salón. Casi resignada a compartir su vida con la de los roedores. "La chabola de la Carmen es peor, está llena de agujeros", señala uno de los residentes. Carmen la enseña, y efectivamente es un colador. "Queremos que nos den un piso. Aquí vivimos en condiciones de miseria, sucios, pobres y llenos de ratas", denuncia la madre de Ramón. "Si es para que alguien nos ayude, podéis escribir lo que queráis", insiste.
La Jungla es como se conoce el poblado de realojamiento del Cañaveral, a tres kilómetros del casco urbano de Vicálvaro. Allí fueron trasladadas en 1988 varias decenas de familias de Los Focos, también conocido como Guarrerías Preciados, que se dedicaban a la venta de sanitarios. Algunas familias del poblado siguieron dedicándose a la venta de retretes, pero hace algún tiempo dejaron de hacerlo.
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