_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El rugido del mundo

Tal vez ahora, que aún resuenan los ecos del rugido del motor del McLaren de Fernando Alonso por las calles de Valencia, es un buen momento para reflexionar sobre un cambio climático del que el abuso del automóvil es uno de sus principales agentes. El pasado 2006 ha sido el año más cálido de España desde que hay registros, es decir, por lo menos, desde hace 150 años. Sólo en 2005 los desastres naturales afectaron a 157 millones de personas, según un informe de Médicos sin Fronteras, que no computó en esta cifra los 2,4 millones de personas afectadas y 226.000 muertas por el tsunami que en los últimos días de 2004 arrasó el sureste asiático. Los científicos detectan por primera vez osas cantábricas que no hibernan, mientras en Asturias el aumento de la temperatura y el descenso del orbayu (lluvia fina) obligan a los productores de sidra a comprar manzanas en Normandía, Checoslovaquia y Alemania porque sólo un 5% de la fruta de la próxima añada será del Principado. El cambio climático está aquí y sólo los irresponsables se atreven a negarlo. En los últimos cincuenta años la temperatura de la Tierra ha aumentado medio grado y se prevé que aumente entre 1,5º y 4ºC. Los expertos calculan que un calentamiento entre uno y dos grados tendría impactos graves en el planeta. Según los modelos de previsión extremos, manejados por Mercedes Pardo, presidenta del Comité Español de Investigación del Cambio Ambiental Global (CEICAG), en España el clima se volverá más cálido y las lluvias más irregulares, modificando las interacciones entre especies animales y vegetales y favoreciendo plagas y enfermedades. También prevén disminuciones de los caudales de los ríos, que producirán transformaciones de los ecosistemas terrestres y costeros. Las olas de calor comportarán aumentos de la mortalidad y un crecimiento de los accidentes relacionados con las inundaciones y las grandes tormentas.

El Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), que dirige Millán Millán, presentó el pasado mes de noviembre un informe en la cumbre de Nairobi sobre el clima en el que advertía de que los cambios en el uso del suelo registrados en la cuenca mediterránea occidental en los últimos 2.000 años, y "acelerados" en los últimos treinta, están generando una serie de perturbaciones climáticas que tienen como probable escenario final un incremento de la sequías y la rápida evolución de territorios como el de la Comunitat Valenciana hacia condiciones semidesérticas, con mínimas precipitaciones anuales.

La cuestión del cambio climático ha saltado ya de la agenda de los ecologistas y de los científicos a la de los políticos y los economistas. La pasada semana la Comisión Europea hizo público un estudio que sostiene que el cambio climático tendrá un efecto devastador para el sur de Europa, especialmente para la agricultura y el turismo. A partir del análisis de imágenes de satélites y su cotejo con los datos científicos más recientes, el informe vaticina desbordamientos de los ríos, fuertes inundaciones, migraciones masivas de especies animales y un fuerte impacto económico sobre las regiones del sur de Europa.

En centroeuropea también se notan ya los efectos. En febrero está previsto que la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) emita un informe sobre las consecuencias del calentamiento global en la economía de las regiones alpinas de Austria, Francia, Suiza y Alemania, que cada año reciben entre 60 y 80 millones de turistas. Sin embargo, ya se han filtrado algunas de sus conclusiones, que advierten de serias dificultades para las economías regionales dependientes de los deportes de invierno. En los macizos alpinos el calentamiento ha sido tres veces superior a la media global y en Francia, algunos municipios de los Pirineos han lanzado estos días campañas de promoción de alternativas turísticas a la nieve.

Son ejemplos concretos de lo que se nos avecina. El informe del Gobierno británico difundido por Blair a finales de octubre disparó todas las alarmas. La economía mundial caerá un 20% si no se frena el calentamiento del planeta. Ponerle remedio costaría un 1% del PIB, según las previsiones del informe elaborado por sir Nicholas Stern, ex economista jefe del Banco Mundial y uno de más influyentes economistas del Tesoro Británico.

El pasado fin de semana, la viñeta gráfica de un periódico local ironizaba a propósito de la promoción de la bicicleta que está haciendo Carmen Alborch en sus visitas a los barrios de Valencia comparando a la candidata a la Alcaldía de Valencia con una Rita Barberá subida en un fórmula 1 camino de la meta electoral. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero algunas admiten dobles lecturas y aunque se nos hiele la sonrisa, son muy ilustrativas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_