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Columna
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Selección natural negativa

Si Darwin viniera al País Vasco a comienzos del siglo XXI se quedaría de piedra. Comprobaría que aquí la teoría de la evolución funciona con inaudita precisión en lo social. Pero le sorprendería averiguar que en este viejo pueblo con identidad los mecanismos de la selección natural, si bien marchan como un reloj, lo hacen al revés. No premian a los mejores, más inteligentes y aptos, sino lo contrario. Tenemos una organización en la que, por lo que se ve, ascienden los más brutos y zafios: en ETA el criterio de ingreso debe de consistir en ser fanático y canalla a raudales; y el que lleva a prosperar, serlo en grado máximo.

Sólo con esta rara selección natural a la vasca, en la que triunfa lo negativo -los bárbaros aúpan a los más bárbaros-, resultan inteligibles el atentado de Barajas y su corolario, el asombroso comunicado con que ETA nos comunica su "lectura [sic] sobre la situación política". Tiene que haberlo escrito un demente o un imbécil, no hay otra. De ahí la desfachatez del pésame que los asesinos dan a los asesinados o ese victimismo por el que culpan a los demás de sus tropelías. Para la posteridad quedan la idea de que quieren llevarnos "a la verdadera democracia" (a temblar) y lo de que la propuesta de la izquierda abertzale "se ha hecho mayoritaria en la sociedad vasca", aunque cualquiera sabe qué milongas les cuentan los jefes batasunos, así como los deberes que ponen a los partidos políticos "y los agentes sociales" (¿), que tienen que ponerse a trabajar en esa línea -a la orden, buana-. Estos y otros despropósitos vienen con pretensiones literarias, Lenin escribiendo desde Iparralde sus tesis de abril, bien que en enero.

Se ha consumado, pues, la selección negativa, mandan los más descerebrados

Se ha consumado, pues, la selección negativa, mandan los más descerebrados. Y estas consideraciones gustan a algunos, a juzgar por la complacencia de Arnaldo y compañía tras esa sarta de tonterías, después de montar el paripé ridículo de que pedían a ETA lo que les habían dicho que dijesen -qué mal les salió la farsa-. Pues bien: con estos bueyes hay que vivir. Arar es otra cosa.

Encima, con tales mimbres e impudicia los terroristas han conseguido esta semana uno de sus mayores éxitos. La estupidez humana resulta contagiosa. No tienen otra explicación los sainetes que vivimos desde que comenzara 2007, que va aciago y sin visos de mejora. ¿Hay alguna forma de entenderlo? Hubo tiempos en los que a un atentado de ETA se respondía unánimemente y sin más: "Contra ETA", "ETA no" y variantes sobre el tema. Los políticos no solían tener dudas de que su obligación era echar pelillos a la mar y atender a la ciudadanía.

Pues bien, pese a la brutalidad del atentado y las graves circunstancias que crea, las reacciones se han deslizado hacia el esperpento. El rechazo al terror ha pasado a un segundo plano, los ecuatorianos asesinados al olvido y todo lo han ocupado las posiciones partidistas, o cómo sacar tajada del terrorismo. En este buitrismo resulta del todo incomprensible el lío de Madrid, con el navajeo por si se pone o no "libertad" en la pancarta. Asusta la degradación de la política española. ¿Creen los mandos que así están respondiendo a los afanes de la ciudadanía?, ¿o buscan trasladar hacia abajo sus desdenes y cismas, por pensar que así ganarán las elecciones?

Y, sobre todo, está lo del País Vasco, donde la sátira sería risible si no fuera por lo que nos va en el envite. De entrada, está la incomprensible convocatoria inicial del Gobierno Por la Paz y el diálogo, proclama de parte. No era la condena a ETA, que une a los ciudadanos, sino la idea que tiene el Gobierno tripartito para arreglarlo todo. Su vía puede ser acertada o un desatino, pero esto no viene aquí al caso. Lo importante: convertir una condena al terrorismo en el apoyo a la fórmula que proponen unos partidos y contestan otros constituye una tropelía. Aquí y ahora, una vergüenza. Como, además, la receta se asemeja a la que ensalzan los terroristas, podría pensarse que les robustecería, aunque no fuese la intención. Estaba claro desde el primer momento que agradaría a Batasuna. Así que la gesta del Gobierno sólo tiene dos explicaciones posibles: a) Que no se les había ocurrido que Batasuna se apuntaría (si tienen tal ignorancia de cómo anda el patio, deberían pensar en dejarlo); b) la explicación más lógica: la convocatoria en estos términos pretendía, precisamente, que acudiesen los batasunos. Si no se aceptaba -o buscaba- esta posibilidad, sería incomprensible que se cargaran a toda prisa otras convocatorias, más explícitas, y se sustituyera por la ambigua. Recuérdese, además, que hace un mes rondaba por las cabezas de nuestro Gobierno la idea de una Gran Manifestación a la que querían asistiesen desde Batasuna al PP, un pueblo en marcha tras el lehendakari.

Los vaivenes que han seguido -Batasuna apuntándose al chollo, el cabreo socialista, las incomprensibles admoniciones gubernamentales a Batasuna porque le había parecido bien lo suyo, el lehendakari volviendo súbito de Madrid por una vez que va, su chorreo a los socialistas por decirle "caudillo", ya que en este trance es lo que más preocupa a Euskal Herria, el cambio de lema y demás- parecen de política ficción, una mezcla de El amanecer de los muertos (la de los zombis), Star Treck y El planeta de los simios.

Escribe Cipolla que la estupidez consiste en que una persona cause daño sin obtener provecho, e incluso provocándose a sí mismo perjuicios, así que lo de los vascos en 2007 resulta la hoguera de las estupideces. Volvamos a Darwin: tras analizar lo que hay, no sería raro que discrepase de la teoría según la cual los vascos de hoy día resultan una evolución local del hombre de Cromañón. Quizás concluiría que cromañones sí, pero sin evolucionar. Menos mal que los cromañones eran gente lista. Dicen.

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