Paréntesis realista
Rayo y Sevilla posponen el desenlace de la eliminatoria con la mente en otras competiciones
La Copa es la competición sentimental por excelencia. Pero eso no significa que no pertenezca a la realidad. Y el momento del Sevilla es el de aterrizar de su coronación en Austria y la del Rayo Vallecano es la de salir del hoyo de Segunda B. Así, todo el mundo entendió, hasta los numerosos aficionados que se pelaron de frío en el estadio de la calle payaso Fofó, que la disputa de ayer había que jugarla, eso sí, pero poco más. Hasta el entrenador rayista, Pepe Mel, aseguraba horas antes del encuentro que lo que le tocaba a su equipo en la Copa del Rey era pasarlo bien. Pues se divirtieron muy dignamente.
Y es que el partido no sirvió para sacar conclusión alguna, ni siquiera sobre el resultado final de la propia eliminatoria, pero cada uno hizo su oficio con honestidad. El Rayo intentó buscar los huecos que los titulares sevillistas podrían haber dejado en la pétrea estructura visitante. Pero es que esos suplentes eran el internacional alemán Hinkel, el internacional serbio Dragutinovic, el internacional uruguayo Chevantón, el internacional español Puerta, Aitor Ocio, Sales, Duda o Kepa. Éste es más que probable que ayer jugara su último partido con el Sevilla esta temporada antes de irse cedido al Charlton londinense que compite en la Premier League.
RAYO 0 - SEVILLA 0
Rayo Vallecano: Javi Muñoz; Mainz, Amaya, llorens, Albiol; Jonathan, Coke; Enguiz (Zazo, m. 51), Michel (Collantes, m. 72), Yuma; y Mauri. No utilizados: Alberto; y Alba.
Sevilla: Cobeño; Hinkel (Renato, m. 69), Aitor Ocio, Dragutinovic, Puerta; Martí, Maresca; Sales (Alves, m. 60), Chevantón (Alfaro, m. 61), Duda; y Kepa. No utilizados: Palop; y Escudé.
Árbitro: Pérez Lasa. Amonestóa a Aitor Ocio, Maresca y Mainz.
Unos 15.000 espectadores en el Teresa Rivero.
En el primer cuarto de hora, los rayistas presionaron, en lo que suponía un arranque clásico en los asimétricos choques a los que acostumbra la competición copera. Albiol y Michel respondieron con sus internadas y sus disparos ante la puerta de Cobeño a los chispazos en ataque de los sevillistas que, casi por inercia, ya habían contabilizado un remate de cabeza de Aitor Ocio al saque de falta de Duda y una internada con ganas de hacer pupa del efervescente Chevantón.
El ritmo de los de Vallecas se rompió un poco con la tempranera tarjeta que se ganó Mainz por un empujón a Kepa. Muy poco después, Chevantón estrelló el saque de una falta en el palo de la portería defendida por Javi Muñoz. Varios caracoleos de Mauri, algún detalle de Jonathan y, sobre todo, un cabezazo de Albiol a la salida de un córner al borde la media hora de juego, fueron de lo más meritorio que aportaron los de Mel en la primera mitad. Ahora bien. Nadie entre su parroquia podría tener sentimiento alguno de inferioridad ante el equipazo en el que se ha convertido el Sevilla de Juande Ramos.
Está claro que en el club de Nervión, la Copa del Rey no ocupa casi nada de espacio en la cabeza de sus dirigentes, tan proclives a ellos a fijarse metas ambiciosas -y su buen resultado que le ha dado, todo hay que decirlo-. Aun así, Juande Ramos decidió sacar en la segunda mitad a dos de sus perlas: Daniel Alves y Renato. El heterodoxo y, no obstante, fantástico lateral acabó con un golpe en el menisco que, con la cara con la que se acercó al banquillo pidiendo consejo médico, da alivio.
Y es que el Rayo no se dio por vencido nuca y hasta es posible que le debieran haber pitado alguno de los dos penaltis que reclamó Mel a voces desde la banda.
Pero ni siquiera Mel está para épicas en un mercado en el que se exigen resultados y se exprime a los profesionales como a limones. El entrenador rayista acabó lamentándose de que sus jugadores se estuvieran rompiendo la cabeza en el vestuario en cómo ganar la eliminatoria al Sevilla cuando a él lo que le preocupa es el enfrentamiento contra el Ourense. Hay vida, pero, qué caramba, también hay Copa, le deberían haber respondido sus pupilos.
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