The Meteors rozan la rutina en su segunda visita a Santiago
Cuando, en mayo de 1988, The Meteors tocaron en el pabellón de Santa Isabel de Santiago de Compostela, apenas cien personas se acercaron al concierto. El pasado sábado, en la Sala Capitol de la misma ciudad, el grupo británico congregó tres o cuatro veces más seguidores. Los pioneros ingleses del psychobilly, algo así como el resultado de cruzar el punk de Ramones con el rock and roll de Gene Vincent, deleitaron a la parroquia con menos de una hora de altísima y acelerada música. Y aunque la presencia de tupés fue moderada, los veteranos incondicionales de la banda británica, que defendían su posición en las primeras filas con un entusiasmo físicamente peligroso, lucían peinado años cincuenta.
En activo desde finales de la década de los setenta y con más de cuarenta discos a sus espaldas, The Meteors grabaron su primer elepé en 1981. Hijos bastardos de la explosión punk en Inglaterra y trabajadores incansables del directo, con aspecto de corsarios y tatuados hasta el cuello, el trío psychobilly se mantiene contra viento y marea en las mismas coordenadas sonoras de su origen. Pero esta circunstancia estética, lejos de resultar una desventaja a los ojos de sus seguidores, es lo que reporta a The Meteors la fidelidad de un público. Para el no adepto, eso sí, un concierto del grupo inglés puede situarse incluso al borde del aburrimiento. El piñón de The Meteors funciona tan fijo que todas sus canciones llegan a parecer una y la misma. La reescritura incesante de, por ejemplo, Yo para ser feliz quiero un camión, de Loquillo, contemporáneo catalán de los ingleses
La cuota de los locales
Sobre el escenario, lo primero que impresiona al público ocasional es el bajista. Y no por su figura, más cercana a la de un marine yanqui que a la de Paul Fenech -guitarrista, cantante y líder de The Meteors-, sino porque utiliza un enorme, todos los son, contrabajo decorado con llamas azules. Los gestos de Fenech encarándose al micrófono o la imperturbabilidad del batería completan un cuadro pintoresco. Sin embargo, a partir del quinto tema, la sopresa se desvanece. Y la monotonía que se adueña de la estancia también afecta a unas letras que giran, invariablemente, en torno al terror y la perversión de serie B.
Como prólogo a la actuación de The Meteors, subieron a las tablas de la Capitol dos grupos gallegos, Los Santos y Thee Tumbitas. El tricornio rock de Los Santos proviene de la misma familia que el americano de The Cramps. Bastante más tímidos en directo que en las entrevistas, tocaron media hora de estático rock cavernícola. Los vigueses Thee Tumbitas abrieron camino para The Meteors y cuadraron el mejor reprtorio de la noche. A medio camino entre los pantanos del rock australiano y el rockabilly instrumental, Thee Tumbitas se sirven, además, de prestancia escénica y un gran guitarrista.
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