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Entrevista:Antón Lamazares | Pintor

"La obra de arte si no es un milagro es una cosa pequeña"

Antón Lamazares (Lalín, 1954) es uno de los artistas gallegos más importantes de las últimas décadas y sus opiniones siempre son jugosas. Aunque lleva tres años viviendo en Berlín por necesidades de trabajo su amor incondicional por Galicia se hace evidente durante toda la conversación. Insiste en seguir definiéndose como pintor, pese a que este término no es suficiente para explicar todas las facetas de un hombre que sorprende por la amplitud de su cultura y por el interés que mantiene por cuestiones que parecen desfasadas en el mundo actual. Ahora su interés se concentra en un libro, una biografía de San Francisco de Asís escrita por el británico G.K. Chesterton. La modernidad de su obra sorprende más cuando se conoce su profundo conocimiento de la cultura clásica.

"La cultura tiene que ser una necesidad, no puede convertirse en espectáculo o en mercancía"
"Hay muchas cosas que quedan por pintar, aunque es difícil llegar hasta ellas"
"Cuando pinto no pienso en hacer pintura gallega pero mis emociones han nacido aquí"
"El museo debe servir para enseñar algo nuevo. Los inventos, mejor hacerlos fuera"

Pregunta. El mundo del arte ha experimentado muchas transformaciones en los últimos años y la importancia del valor económico de la obra de arte va en aumento ¿Existe el peligro de que el valor comercial acabe por convertirse en el único baremo para medir la trascendencia de un artista?

Respuesta. El arte ha existido siempre, existe ahora y existirá en el futuro. En el arte hay que poner el alma porque sin ella no es posible realizar una obra que interese a la gente. Siempre ha habido un interés económico que ha rodeado al mundo del arte y no creo que hayan cambiando tanto las cosas. Tenemos que vender nuestras obras para sobrevivir. Además, un artista tiene que saber adaptarse al tiempo en el que está viviendo, no estoy de acuerdo con que se diga que tenemos que trabajar siempre mirando hacia el futuro. No hay que olvidar que a Velázquez lo revalorizó Baudalaire y que a Goya lo descubrió Manet. Todavía hay gente que se ríe de Picasso y hace 50 años nadie compraba un cuadro suyo. Es un problema de tiempo.

P. Definirse ahora como pintor, cuando casi todos los artistas combinan muchas disciplinas, parece un ejercicio arriesgado. ¿Usted sigue siendo un pintor?

R. Por supuesto. Entre la novela y la poesía, yo escojo el poema y lo hago por economía. Si tienes en casa un libro de poesía puedes cogerlo, echarle un vistazo y en cinco minutos puedes resolver tu estado espiritual. Me parece que es interesante en la vida apostar por ese tipo de economías. No hay tantas ideas por el mundo y habrá que hacer armonía con las que existan. Lo que puedes decir con un lápiz ¿por qué lo tienes que decir con una cámara? Estamos en una sociedad de consumo en la que todo vale, pero hay que aquilatar la expresión. La pintura que se hace hoy en día podemos llegar a creer que es muy buena, pero hay que intentar pintar cuadros que no se pintaron nunca. Hay muchas cosas que aún quedan por pintar, aunque es difícil llegar hasta ellas.

P. ¿Y sigue existiendo la pintura como tal pese a los continuos intentos que existen por tratar de enterrarla?

R. La pintura es como Cristo, al que mataron en el Calvario y resucitó. Por mucho que la quieran matar sigue ahí, y por eso hay muchos fotógrafos e instaladores que dicen que lo que ellos están haciendo también es pintura. El problema es que la pintura tiene que dar un paso adelante y ese es el campo en el que hay que trabajar, pero cada uno es libre de interpretar cómo tiene que hacerlo. La pintura tiene que hablar del invierno, del verano, de la alegría, de la tristeza, del infortunio, del amor... La pintura es eterna y tiene su propia forma de ser.

P. ¿Ha cambiado su motivación a la hora de enfrentarse a un cuadro desde sus comienzos hasta hoy?

R. Ha cambiado mucho, porque cuando empecé a pintar no sabía lo que era la pintura y padecía de urgencia expresiva, que es consecuencia de la inexperiencia y que tiene que ver con la formación de un pintor. Antes a lo mejor pintaba tres o cuatro cuadros en un día y ahora pueden durar tres, cuatro o cinco meses... A veces parece que se pintan solos.

P. Muchos cuadros que se pintan hoy en día no se entienden sin un pie de página que los explique. ¿qué le parece esta tendencia?

R. La pintura necesita de un público aficionado que la quiera ver e interpretar. El pie de página nunca sobra, pero no debería ser necesario. En todo caso tendría que ser un sueño alrededor del cuadro, nunca tiene que consistir en una explicación. Una obra de arte es enemiga de la explicación porque es un milagro y la obra que no es un milagro es una cosa pequeña.

P. En estos tiempos en los que tanto se habla de globalización y de la necesidad de emplear un lenguaje universal que todos puedan entender, usted y Francisco Leiro son los artistas gallegos más conocidos en el exterior pese a que parten de una expresión artística muy enraizada en Galicia. ¿Hay alguna explicación para esto o se trata de una casualidad?

R. Leiro nació en Cambados y yo en Lalín y los dos cantamos a nuestra tierra. Si Leonardo da Vinci cantaba a su tierra, ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? Yo, cuando pinto, no pienso en hacer pintura gallega, lo que pasa es que soy gallego y cuento mis emociones, que han nacido en esta tierra. Lo que sí que tenemos que intentar es contar esas emociones de una forma universal, de forma que las pueda entender un marciano o una hormiga. Un cuadro de Rembrandt o un Van Gogh le gusta hasta a una hormiga.

P. ¿Conoce la obra de los nuevos artistas gallegos? ¿Hay alguno que le interese en especial?

R. No quiero citar nombres, pero tenemos varios artistas jóvenes que están muy bien preparados y que viajan por el mundo. Estamos mucho mejor que lo que teníamos hace unos años. Lo que me preocupa es lo que ocurre con centros como el CGAC, que tuvo un gran momento de esperanza con Gloria Moure al frente hace unos años y que ahora no se sabe muy bien lo que pasa ahí. Desde que se marchó ella no he vuelto a entrar en ese centro.

P. Precisamente en Galicia han nacido en los últimos años muchos espacios dedicados al arte contemporáneo. ¿Le parece que existe una demanda real del público para tantas salas de este tipo?

R. Yo siempre me acerco a un museo por necesidad, igual que sucede cuando voy a comprar un libro. La cultura tiene que ser una necesidad, no puede ser un espectáculo o una mercancía. Todo lo que se haga por promocionar la cultura será poco, pero lo que no hay que hacer es politizarla ni abrir centros por abrirlos. No hay que pretender ser los más modernos porque ni siquiera sabemos lo que es la modernidad. Creo que las cosas se podían hacer de otra manera y pongo como ejemplo el Museo de Imaginería de Valladolid, que visito a menudo y me parece uno de los mejores de España. A lo mejor tendríamos que abrir menos centros aquí y poner más autobuses para que los gallegos puedan conocer esa maravilla que para mí es comparable al Museo del Prado. La cultura es suficientemente importante como para pensar sobre ella de otra manera. Cada día soy más antiguo porque pienso que el museo tiene que ser una universidad para enseñar cosas nuevas a quienes lo visitan. Los inventos hay que hacerlos fuera del museo.

P. ¿Qué le parece el proyecto de la Cidade da Cultura? ¿Cree que es una buena decisión seguir adelante con él?

R. La Cidade da Cultura será... o carallo vintenove, pero hay que hacer algo con eso.

P. No sé si se habrá enterado de una reciente polémica por la interpretación del himno gallego con acordes flamencos en el Parlamento de Galicia. Usted es un gran aficionado al cante jondo. ¿Le parece bien que se haga una versión así del himno?

R. A mí lo que me gustaría es que el himno gallego fuese una canción del compositor Santalices que decía así: "atráncame a porta cunha palla de centeo". A mí me gusta eso. Viva Santalices, viva Rosalía...

P. La próxima semana inaugura una exposición en la galería madrileña Álvaro Alcázar. ¿Qué tipo de piezas va a exponer allí?

R. Es mi última serie de trabajos agrupada bajo el título Domus Omnia y en total se expondrán cerca de 200 obras de distintos formatos.

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