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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Certeza climática

La obligada cautela científica a la hora de certificar el cambio climático y de atribuirlo a la actividad humana ha sido hasta ahora el mejor escudo para los Gobiernos que -como el de Estados Unidos, el mayor emisor de dióxido de carbono del planeta- no han firmado el Protocolo de Kioto, y también para los que lo han incumplido sistemáticamente después de firmarlo, como el español. Esa excusa quedará fulminada por el próximo informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el grupo de 2.500 científicos organizado por Naciones Unidas para analizar esta cuestión. Aunque en ciencia no exista la certeza absoluta, las probabilidades del 95% citadas en el informe deberían tener el mismo peso político que ella.

Las evidencias de que el planeta se está calentando se han acumulado con rapidez. Seis de los siete años más cálidos desde que hay mediciones se han registrado desde 2001, los glaciares están retrocediendo, el Ártico pierde cada década un 7% de su superficie helada en verano y la temperatura de los océanos ha aumentado tanto en las capas superficiales como en las grandes profundidades. El panel científico no puede descartar otras causas, pero no duda en identificar como la principal la emisión de gases de efecto invernadero, y como principal entre ellos el que resulta de quemar petróleo, gasolina y carbón en la industria, la producción energética y el transporte.

Ésas son las emisiones que pretende reducir el Protocolo de Kioto, sin ningún éxito por el momento. Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera no han sido tan altos en el último medio millón de años. Se trata de un producto de combustión sumamente estable, y el gas que ya hemos emitido garantizaría un calentamiento sostenido durante siglos aun cuando no quemáramos ni una gota más de gasolina desde mañana. Pero el cambio climático no es sólo un problema para remotas generaciones futuras. Los científicos le atribuyen parte del incremento de las sequías, tormentas y olas de calor que ya estamos presenciando, y predicen un aumento de estos fenómenos en las próximas décadas. Las lluvias se distribuirán de forma cada vez más desigual, y España caerá en una de las zonas más secas.

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Los argumentos científicos para reducir de manera drástica y urgente las emisiones de dióxido de carbono son aplastantes, y los mecanismos no son ningún secreto: guerra a los combustibles fósiles -coche incluido-, ahorro y eficacia energética, apoyo financiero a las fuentes renovables y racionalidad en la construcción. Ahora es el turno de los Gobiernos.

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