La historia del vecino de abajo
Al país situado al sur del Estrecho de Gibraltar los europeos le llamamos Marruecos por el nombre de una ciudad que durante un tiempo fue su capital: Marraquech. En árabe, sin embargo, se le denomina Magreb al Aqsa, el Lejano Occidente, y ello debido a que durante siglos fue el finisterre atlántico del mundo árabe y musulmán. Es indudable que sin el islam es imposible comprender a Marruecos, pero también lo es que Marruecos ha creado una forma propia -impregnada de misticismo, santería, barroquismo y sensualidad- de vivir la religión del Corán. Hasta tal punto es así que el rey de Marruecos es amir al muminin o príncipe de los creyentes de su pueblo.
Los marroquíes consideran que su historia nacional comienza a finales del siglo VII, con la llegada de los árabes dirigidos por Uqba y Musa al extremo noroccidental de África, la Mauritania Tingitana de los romanos. En parte conquistadores y en parte predicadores, los recién llegados constituían un pequeño grupo de varones dotado de dos rasgos de identidad que serían asumidos por las tribus bereberes de la zona y terminarían forjando una conciencia comunitaria: el islam y la lengua árabe.
HISTORIA DE MARRUECOS
Víctor Morales Lezcano
La Esfera de los Libros
Madrid, 2006
498 páginas. 30 euros
Casi un siglo después, en Volúbilis, no lejos de la actual Fez, Idris I alumbraría el primer Estado marroquí. Idris I, que se decía descendiente de Mahoma, se proclamó imán o guía espiritual de los musulmanes magrebíes. Así que, como escribe Víctor Morales Lezcano, "la monarquía en Marruecos poseerá desde el principio una aureola, un perfil santón -chorba- de entronque próximo al profeta". La legitimidad religiosa de los sultanes estaba servida.
Canario de nacimiento, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en las relaciones hispano-magrebíes de los siglos XIX y XX, Morales Lezcano ha escrito la que probablemente es la primera historia general de Marruecos de autor español desde la de Jerónimo Becker, en 1915. Lo cual ya nos dice mucho sobre la profunda incuria intelectual con la que España, hasta hace bien poco, ha tratado a su vecino del sur.
Esta Historia de Marruecos
no puede ser más oportuna. Una España reconciliada con el país magrebí necesita instrumentos de conocimiento como el suministrado por Morales Lezcano. Él mismo señala en su introducción a la obra la urgente necesidad de combatir los prejuicios y estereotipos que deforman la visión sobre Marruecos que tiene la mayoría de la opinión pública española. Y apunta una idea concreta: que a los escolares de uno y otro lado se les enseñe en los libros de texto una historia de las relaciones entre los dos pueblos ajena a cualquier propaganda de guerra. Si foros como el hispano-marroquí Comité Averroes o proyectos estratégicos como la Alianza de Civilizaciones tienen tareas urgentes, ésta es una de ellas.
Por el libro de Morales Lezcano desfilan las sucesivas dinastías marroquíes: los idrisidas, los almorávides, los almohades, los saadíes y los alauíes. También, y muy especialmente, los episodios más significativos de las complejas relaciones entre Marruecos y España: la llegada a la península Ibérica de Musa y Tarik entre 710 y 712, la fecunda osmosis entre Al Andalus y el norte de África, la acogida que tuvieron en Marruecos los moriscos expulsados de España y, a partir de 1492, las distintas empresas coloniales españolas en el otro lado del Estrecho, que culminaron con el Protectorado establecido a comienzos del siglo XX y liquidado en 1956, el año en que Marruecos reconquistó su independencia.
Marruecos es un país grande
y variado geográfica, cultural y humanamente. Si el islam constituye un elemento sustantivo de su identidad, otro sería su fuerte sustrato bereber y un tercero podría ser el hecho de que, a diferencia de tantas zonas del sur y el levante mediterráneos, jamás fue sometido por el Imperio Otomano. Estas y otras claves discurren por las páginas, escritas con evidente y saludable voluntad divulgadora, del libro de Morales Lezcano, que concluye con la muerte de Hassan II en 1999, no sin levantar acta de donde nos encontramos ahora.
El Marruecos de Mohamed VI, señala el historiador, debe efectuar simultáneamente varias transiciones: desde una monarquía absolutista a una parlamentaria, desde una sociedad autoritaria a una democrática, desde una honda división entre ricos y pobres a una mayor cohesión social... Y todo ello con el desafío islamista al fondo. Ardua tarea. Así que, observa Morales Lezcano, "corresponde a España prestar más atención al Marruecos del tiempo presente". ¿Por qué? Por su propio interés. Y como hay quienes no acaban de comprenderlo, tiene razón el historiador al afirmar hacia el final de su obra que, en relación con Marruecos, "hay toda una tarea pendiente de pedagogía en el campo de las percepciones internacionales que posee el ciudadano ibérico común".
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