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QUÍMICA | Procesos industriales

La necesidad de dar un giro sostenible a los principios de la química gana partidarios

Clemente Álvarez

L a molécula de paclitaxel fue descubierta en los años sesenta en la corteza del tejo del Pacífico y constituye el principio activo de uno de los medicamentos más usados contra el cáncer, el taxol. Para sintetizarla en el laboratorio se necesitaban nada menos que 40 pasos, en cada uno de los cuales se debían usar otras sustancias químicas y generar abundantes residuos. Sin embargo, la compañía farmacéutica Bristol-Myers Squibb desarrolló hace unos años un sistema de fermentación con el que se obtiene este principio activo a partir de un precursor del tejo europeo y en un solo paso. Fue un logro con el que entonces se estimó que se dejarían de producir en cinco años 32 toneladas de productos químicos, muchos peligrosos. Este es un ejemplo de la llamada química verde, defendida por científicos partidarios de unas pautas más sostenibles en los laboratorios en el VI Congreso Internacional de Química, organizado recientemente en Tenerife por la Asociación Nacional de Químicos de España (ANQUE).

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"No se trata de política, sino de ciencia, de innovación tecnológica", incide John Warner, director del Center for Green Chemistry de la Universidad de Massachussets Lowell (EEUU). "Aunque necesaria, la química puede ser peligrosa y hasta ahora la industria se ha esforzado en crear mecanismos para proteger a la gente de su exposición, cuando el desafío debe consistir en conseguir productos más seguros en las primeras etapas de diseño", recalca.

Este investigador estadounidense está considerado uno de los padres de la química verde, desde que en 1998 redactase, junto a Paul Anastas, los doce principios de esta nueva corriente científica. Como recuerda, la idea surgió cuando todavía trabajaba en la industria al solicitar los permisos para un nuevo producto creado por él ante la EPA (Agencia de Protección Ambiental de EE UU), donde entonces se encontraba Anastas. "Nos dimos cuenta de que no había realmente una ciencia química que hablara de hacer las cosas seguras", recuerda Warner, quien, a continuación, subraya: "Si enseño un vaso de agua a un grupo cualquiera de personas y les pido que me enumeren sus propiedades químicas y físicas, me responderán que es líquida, incolora, que hierve a cien grados, su viscosidad..., es decir, el tipo de cosas que los científicos buscan en un material, pero nadie dirá que no es tóxica o que no tiene impactos en el medio ambiente".

"Yo soy químico orgánico, tengo un doctorado, y aunque tuve que estudiar ocho años en la universidad, jamás me dieron una clase de Toxicología. Hay gente adiestrada en química ambiental, pero al final del proceso, después de que se haya creado el problema", incide.

Como el taxol, otra demostración de las ventajas de la química verde es el fosgeno, un gas de guerra muy tóxico que, como especifica Ramón Mestres, presidente de la Red Española de Química Sostenible y hasta hace poco catedrático de la Universidad de Valencia, "simplemente, mata". En química a menudo ocurre que para sintetizar una molécula no peligrosa se requieren reactivos que sí lo son y así el fosgeno todavía es utilizado para producir herbicidas, insecticidas y poliuretanos. Aunque, no habría ya necesidad de hacerlo, pues investigadores italianos han conseguido sustituirlo por el carbonato de metilo, que no implica riesgos.

"¿Que por qué no se aplican más los conceptos de la química verde? Pues mucho por inercia, inercia en la universidad por miedo a no salir en las mejores revistas científicas e inercia en la industria por pensar que esto va a resultar más caro", comenta Mestres, que también admite un excepción: "Existen algunos investigadores con mentalidad de genio a los que tampoco se les puede decir cómo investigar, ¡Qué hubiera pasado si se hubiera intentado cambiar a Einstein!. Pero lo cierto es que estos son muy pocos".

Lo que no admite Warner es que se diga que una química más segura aumenta los costes de la industria. Al contrario, este investigador asevera que lo realmente caro es utilizar sustancias peligrosas, pues implican más gastos de almacenaje, de transporte, de seguros, de riesgos laborales... Y pone como prueba de ello los premios de química verde entregados desde 1995 por el presidente de EE UU, los Presidential Green Chemistry Challenge Awards, que cada año distinguen a cinco avances no sólo más limpios, sino también exitosos en el mercado, como el del taxol, que fue galardonado en 2004. "Durante los últimos once años se han dado 55 premios a grandes industrias, 55 ejemplos que demuestran que ser más responsable con el medio ambiente resulta también más rentable", destaca Warner.

Otro objetivo de la química verde consiste en reducir la utilización de los derivados de las fuentes fósiles. Dentro de este campo, destaca el ácido poliláctico, un plástico salido del maíz que podría sustituir los materiales más contaminantes procedentes del petróleo. Mestres explica que "este plástico es biodegradable y se obtiene también a partir de residuos agrícolas, la única pega es que en este caso sí que resulta aún más caro". Con todo, entre los químicos suena ahora con insistencia el concepto de biorefinerías, que serían grandes instalaciones semejantes a las de la industria petrolera, pero de las que salgan aceites, carburantes y otros compuestos producidos a partir de material vegetal.

Uno de los que se muestran interesados por estas biorefinerías es Jean Claude Charpentier, ex presidente de la Federación Europea de Ingeniería Química, que subraya cómo hoy en día se sabe sintetizar cerca de 14 millones de moléculas diferentes. Él recuerda que, tras el accidente químico de Toulouse (Francia) de 2002, fue llamado para intervenir en la Comisión de Investigación abierta en la Asamblea Nacional (el Parlamento francés) y allí escuchó cómo se reclamaba para la química la misma seguridad que en las centrales nucleares. "Yo dije entonces que eso no era posible", comenta el francés, "pues en las centrales nucleares tienen un solo producto y en la química 14 millones diferentes". Si bien Charpentier no pertenece al grupo de químicos verdes, sí que investiga sistemas que también pueden mejorar la sostenibilidad de esta industria, como la intensificación de los procesos o los reactores microestructurados, que permiten producir más con menos materia prima y energía. "Las propias industrias petroleras están investigando mucho en química verde", señala este reputado químico.

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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