Apología del bocazas
Iba a escribir que los políticos en España son de lo que no hay, pues la cabra tira al monte, pero, prudente, rectifico y lo digo en políticamente correcto: los políticos del Estado español son de lo que no hay. Hablan. Hablan y hablan. Sin pauta ni pausa. Hablan de todo: de Castro, de la Constitución europea, de la II República, de Isabel Pantoja, del Papa, de la corrupción, de Pinochet (¡hasta a favor!), de la inminente destrucción de España. Y mil cosas más en sólo una semana. Hablan sin freno.
¿Lo hacen para comunicarnos sus reflexiones profundas?, ¿para avisarnos sobre nuestro futuro? No, hablan sin más. Lo hacen con un objetivo: salir en el periódico, en televisión si acaso. La ambición suprema del político español (el estatal y el de aquí) no es guiarnos por la vida, sino salir en Salsa Rosa, no digamos en Gran Hermano o bailando con la nieta de Franco. El Gran Orgasmo.
Singulariza al Político de Euskal Herria que resulta monotemático, cuasi maníaco. O sea, que habla de una sola cosa
Preferíamos la discreción, pero cuando los que están en la onda han dejado de ser prudentes merecemos una explicación
Dentro de la estirpe de políticos del Estado español, está la subespecie del Político vasco (o Político de Euskal Herria no más). Es una suerte de sujeto que concentra en sí todas las creativas virtudes del Político estatal, las condensa y difunde sin par. El Político de Euskal Herria habla, habla y habla sin parar en mientes de que la mente debería tener algún pasar en esta suerte. Singulariza al Político de Euskal Herria que resulta monotemático, cuasi maníaco. O sea, que habla de una sola cosa. Sólo de una, a esto ha llegado este milenario Pueblo con identidad.
El Político de Euskal Herria habla del Proceso. Sólo del Proceso. Lo hace todo el día. No puede conciliar el sueño sin haber hablado del Proceso en toda la jornada. Sobre todo si tiene un periodista a mano. Como al Político genérico del Estado español, gusta sobremanera al de Euskal Herria salir en el periódico, dar la nota, que se hable de él. Como sabe que lo que vende es El Proceso, no calla.
Sucede además que desde el punto de vista del Político de Euskal Herria el discurso sobre El Proceso no resulta complicado. Ha de tener dos partes lo que diga. Primera y principal, tiene que llamar a la ciudadanía a la discreción, al silencio respetuoso sobre Tema tan Espinoso como El Proceso. Después de que nos ha sermoneado sobre la necesidad de que estemos callados y que no preguntemos, el Político de Euskal Herria (en esto igual que el del Estado español, Dios los cría) puede largar lo que quiera, siempre que sugiera que está en el secreto y que insinúe que se han reunido en Cartagena de Indias, Nairobi, Tegucigalpa, Oslo, un caserío de Ataun (Euskal Herria) o en los arrabales de París (Estado francés).
El síndrome del Político de Euskal Herria Bocazas hace estragos y ha atacado las últimas fechas a Pastor, secretario general del PSE de Vizcaya por más señas, hombre al que el pueblo (y uno mismo) tenía por discreto y serio. Le ha podido el dichoso síndrome y ha dicho la majadería de que el Gobierno quería hablar con ETA en agosto y no se le ponía al teléfono. Nadie es perfecto. ¿Majadería? Pues sí, en boca de tal instancia, pues sólo hay dos posibilidades. Una, que fuese falso el aserto, y ya sería; y dos y aún peor, que sea cierto, circunstancia que forzaría a tal instancia a callarse, por no lucir las vergüenzas en público.
El síndrome del político bocazas no es sin embargo monopolio privativo de Euskal Herria, de forma que un tal Blanco, Político del Estado español y jerifalte de socialistas, quizás envidioso ante la hazaña de nuestro Pastor, no pudo quedarse callado -el silencio y la discreción repugnan a nuestros políticos, si del Proceso se trata- y exclamóle aquello de que quien no sabe mejor se calla, sugiriendo de paso que él está en el secreto. Diarrea verbal se llama la figura.
Hasta qué punto ha llegado el desmadre verbal que, a la que se reunió el sanedrín del PSOE, tomó cartas en asunto y, cabe suponer que, tras un chorreo de órdago y muy señor mío, decidió que de El Proceso sólo podrán hablar el presidente, la vicepresidenta y el ministro de Interior. Acabáramos: si hubiésemos empezado por ahí otro gallo nos cantara. O no. Es confuso de qué va el proceso, pero queda claro ya que el Gobierno y el PSOE han perdido la batalla en los medios de comunicación. No por la agresividad del PP, ni por las chulerías arnaldianas o el aprovechateguismo ibarretxiano, sino por su confusión en este tema y la incontinencia de los suyos, que con tal de salir en el periódico hasta nos harán la "o" con un canuto. Con todo, la decisión salomónica de los jefes socialistas plantea un problema irresoluble para los políticos socialistas del Estado español y no digamos para los ídem de Euskal Herria. Si desde ahora a callar tocan, ¿de qué nos van hablar?, ¿cómo sobrevivirán sin sus dimes y diretes sobre El Proceso?, ¿es que pueden ocupar páginas de periódico sin largar sobre el monotema? Los mandamases del PSOE parecen ingenuos, si lo creen.
Esta historia, en el fondo, estremece. Nadie sabe cómo va El Proceso -creer en él siempre fue un acto de fe, que (optimista impenitente o sindromestolcomizado) aún profeso, dicho sea para no crear malentendidos-, pero resulta impresentable cómo lo están liando en los medios de comunicación sus mentores. Estábamos acostumbrados a las amenazas chulescas de Arnaldo, a los desvaríos de quienes quieren pescar en río revuelto, pero resulta insólito que, además, se sumen a la feria del enmañaramiento los padres de la criatura. Nos pide Zapatero paciencia, temple y aguante, y está bien, ningún problema, lo que haga falta, pero tras este despadre de los suyos parece llegado el momento de que alguien nos revele de qué va esto. Preferíamos la discreción, pero cuando los que están en la onda (o así) han dejado de ser prudentes merecemos una explicación.
Pues la fe sin obras es una fe muerta.
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