"Somos devoradores de imágenes e historias"
Si hay una palabra que pueda definir con precisión a Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) seguramente la más apropiada sea cercanía. Pese a ser una de las figuras indiscutibles del cómic en España en las últimas décadas basta conversar con él unos minutos para darse cuenta de que el éxito no se le ha subido a la cabeza. Parece un milagro que alguien con su talento no haya decidido hacer las maletas y aceptar alguna de las millonarias ofertas que ha recibido para trabajar en el extranjero. Pero él ya conoce las servidumbres que eso implica y prefiere la tranquilidad de su casa y de su estudio en Bergondo para seguir investigando las posibilidades creativas del cómic y del dibujo, una pasión que descubrió de forma tardía pero que acabó por convertirse casi en una obsesión.
Su última aventura ha sido la película De Profundis, un arriesgado intento por hacer cine de animación en condiciones totalmente distintas a las que proponen los grandes estudios. En esta ocasión no se trata de que los personajes animados se muevan como humanos o que un enrevesado guión mantenga en tensión al espectador. Prado y el músico Nani García proponen una inmersión en un nuevo genero, el cine pintado, donde lo más importante no es llenar las salas sino realizar una verdadera obra de autor. La búsqueda de la excelencia es una constante en la trayectoria de Prado, que se muestra muy satisfecho con el resultado final e insiste en que el trabajo de un artista no se puede valorar a partir del éxito comercial.
Pregunta. Su trayectoria personal ha sido bastante singular porque tuvo una formación clásica antes de descubrir los cómics y posteriormente se ha embarcado en proyectos cinematográficos. ¿Siempre tuvo claro lo que queria hacer?
Respuesta. Tuve una evolución no muy habitual entre los dibujantes de historietas porque durante la adolescencia no fui un lector de cómics especialmente fanático, ni tenía personajes o autores favoritos. En realidad descubrí todo ese mundo cuando tenía unos 20 años y estaba estudiando arquitectura. Un amigo me dejó sus colecciones de cómics y me abrió los ojos a un lenguaje nuevo que combinaba dos disciplinas que me apasionaban, la pintura y la escritura. Durante un tiempo conseguí compaginar la arquitectura con la pintura, pero lo que en principio era un divertimento acabó por convertirse en mi actividad principal.
P. La banda diseñada es una actividad casi artesanal en un mundo dominado por las nuevas tecnologías. ¿Tiene futuro la historieta o terminará por convertirse en un reducto para seguidores muy fanáticos?
R. Puede ser que el cómic termine siendo algo muy especializado. Sucede siempre en todas las disciplinas. Por ejemplo la ópera y la poesía en su momento fueron muy populares y ahora tienen un público selecto. Acaban siendo sustituídos por otros lenguajes y medios de expresión. En el caso de la historieta creo que se abren varias posibilidades de futuro. Una es la del clasicismo, es decir, que se convierta en parte del bagaje cultural de la sociedad. Otra vía es que el comic sobreviva en grupos reducidos de ultrafanáticos.
P. El mecanismo de funcionamiento de la historieta está presente ahora en muchos otros procesos creativos, como por ejemplo en el cine de animación. ¿Podemos considerar a estas disciplinas como una variante del cómic?
R. Lo más lógico sería considerar al cómic sólo en su formato clásico, es decir, la sucesión de viñetas a lo largo de un libro. Eso sí, a lo mejor dentro de algún tiempo el libro ya tiene un aspecto distinto al que conocemos hoy y se convierte en electrónico. Creo que lo que define al cómic es que la imagen es estática y da lugar a que en la mente del lector funcione un mecanismo de elipsis. El juego eliptico es lo que crea la sensación de movimiento en la mente del espectador. Cuando aparece el movimiento ya no podemos hablar de cómic. Lo que veremos en los próximos diez años es una explosión de formatos alternativos. Seguramente, en el futuro se bajarán los cómics de Internet y se podrán ver en una pantalla pequeña y plegable, pero básicamente será igual porque se trata de un mecanismo cultural que está permanentemente implantado. Somos seres devoradores de imágenes e historias y por eso un bebé se queda encandilado con las imágenes aunque no las entienda, o un niño se fascina con las narraciones cuando comienza a comprenderlas.
P. El cómic no se considera una disciplina más dentro del arte contemporáneo pese a que reúne características para serlo. ¿Esto le molesta a los dibujantes o les resulta indiferente?
R. Creo que uno de los puntos fuertes del cómic es que pudo vivir durante todo el siglo XX sin injerencias. Personalmente a mi siempre me resultó muy aburrido ese mundo artístico lleno de críticos, inauguraciones... etc. Creo que los creadores de mi generación hemos podido trabajar con más libertad que los artistas plásticos tradicionales. Nos dedicabámos a inventar una parte imporante del código de la historieta porque lo único que habíamos heredado fue la sintaxis básica de los grandes autores de los 40 y los 50. De esta forma, acabamos por convertirnos en la reserva protegida del dibujo ya que la mayoría de los pintores renunció al dibujo. Esta es la explicación por la que los grandes dibujantes del siglo XX son autores de cómic e ilustradores. Además creo que en el mundo del cómic se ha hecho uno de los trabajos de investigación más serios, porque se han dado muchas vueltas sobre la capacidad de transmisión de la imagen.
P. ¿Qué es lo que le ha llevado a afrontar un trabajo tan arriesgado e innovador como su película De Profundis que va a estrenarse próximamente?
R. Se trataba de ver las posibilidades que podían ofrecer los medios digitales y trabajar de una forma diferente a lo que había hecho anteriormente en proyectos de animación estándar como Men in Black, donde había muchas personas implicadas y la sensación de autoría se acaba perdiendo. En este tipo de peliculas de animación hay que simplificar el trabajo y por eso se recurre a colores planos y a unos trazos del dibujo muy simples. De esta forma, la imagen final en las películas de dibujos animados alcanza una gran simplicidad que sirven para facilitar el trabajo pero que se parece poco al boceto del que se parte inicialmente. Lo que intentábamos al afrontar el reto de hacer De Profundis era renunciar a la espectacularidad del movimiento para recuperar esos ingredientes más personales del dibujo. En la película los bocetos son los mismos de principio a fin. Se trata de hacer una obra de autor, tanto en lo que se refiere a la historia y del dibujo por mi parte, como a la música por parte de Nani García. Para mí el esfuerzo ha valido la pena por el resultado final, pase lo que pase con la película en las salas comerciales,
P. Usted es otro ejemplo de creador gallego que prácticamente en solitario consigue triunfar fuera de nuestras fronteras. ¿Se echa de menos en Galicia la exiStencia de una industria cultural que permita aprovechar mejor y promocionar en el exterior a esos talentos?
R. Me da un poco de miedo el concepto de industria cultural. Aparentemente la expresión tiene un contenido democrático pero al final se acaba imponiendo la parte más perversa, es decir, el triunfo de la producción seriada y la transformación del creador en una pieza industrial. Además, lo más habitual es que detrás de la industria cultural no haya artistas sino gestores y el dinero que se genera no acaba repercutiendo en los primeros sino en los últimos. En lo que se refiere al caso concreto de la banda diseñada, contamos actualmente con un grupo de autores muy importante. Algunos se han agrupado en colectivos, como BD Banda, y muchos de ellos están publicando sus obras tanto en el ámbito nacional como internacional. La verdad es que es una pena contar con todo ese potencial y no aprovecharlo mejor, pero es algo que sucede con frecuencia en Galicia.
Los peligros de la Cidade da Cultura
Aunque pueda parecer que el trabajo de un dibujante es una actividad muy amena y que no requiere un esfuerzo constante, Prado se muestra muy cansado por la labor creativa realizada durante la producción de De Profundis. Algo similar ocurre durante el proceso de realización de un libro de historietas. "El cómic exige un esfuerzo más intenso y más continuado que otras disciplinas. Preparar una exposición, por ejemplo, puede llevar un tiempo determinado pero en el caso del cómic es muy difícil hacer más de un libro por año y en mi caso me suele llevar casi dos años hacer uno", señala Prado, quien compara la labor de un autor de cómic con la de un "corredor de fondo". Precisamente su próximo proyecto es hacer un nuevo libro de viñetas.
Como ocurre en otros campos de la creación artística en Galicia, Prado considera que la labor de los dibujantes no está muy reconocida pero esto se debe a "la humildad malsana que tenemos los gallegos". El dibujante confiesa que envidia loque ocurre en otros países: "me parece fantástico ese chovinismo de los franceses que tienen la costumbre de alabar siempre lo suyo y de convertir en francés todo lo bueno que les llega de fuera".
Otra de las cuestiones que preocupa a Prado es el futuro de la polémica Cidade da Cultura. "Me asusta lo que puede suceder y el gasto que generará ese complejo porque solo encender las luces puede suponer un coste mayor que el de promocionar nuestra cultura. Ojala se encuentre una solución viable y el proyecto inicial no acabe por convertirse en una especie de parque temático ", señala.
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