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Reportaje:Fútbol | Internacional

30.000 velas por Puskas

Miles de personas acompañan al mítico delantero del Madrid por las calles de Budapest en un emotivo homenaje antes de su entierro

Cuatro guardias con uniforme de gala flanqueaban el féretro, iluminado bajo la cúpula de la catedral de San Esteban, en Budapest. En el frontal del ataúd, una foto de Ferenc Puskas cuando era joven, cuando todavía jugaba en el Real Madrid. Dentro reposaba el legendario futbolista húngaro, fallecido el 17 de noviembre a la edad de 79 años.

El cuerpo de Puskas se había expuesto al público desde el pasado jueves. Ayer, día de luto nacional, ya estaba sepultado por el aluvión de coronas de flores de quienes acudieron a darle el último adiós. El cortejo fúnebre emprendía el camino hacia el estadio principal de la capital húngara para, en un recorrido circular y con diversas paradas intermedias, regresar a la iglesia.

Un último viaje, televisado en directo, que siguieron más de 40.000 personas por las calles. Entre ellas, viejas estrellas como Pelé, Beckenbauer, Kopa, Gento o Bobby Charlton. También el presidente del Madrid, Ramón Calderón, y el de la federación española, Ángel María Villar. Ambos participaron en la ronda de discursos. "La llegada de Puskas y los años que estuvo en el club han sido lo más importante en la historia del Madrid", dijo el dirigente del club madrileño.

En el estadio, rebautizado en 2002 con el nombre de Puskas, resonaba El concierto de Aranjuez, del maestro Andrés Segovia. Era una de sus piezas favoritas. En las gradas se congregaron unos 10.000 aficionados.

El féretro, cubierto con una bandera húngara, abandonó el recinto deportivo dos horas después. Su siguiente destino fue la plaza de los Héroes. A ella llegó sobre una cureña, el carruaje que sirve para trasladar las piezas de artillería. En ese lugar recibió el homenaje del ejército húngaro, al que había pertenecido. Le llamaban el coronel galopante y, tras su muerte, fue ascendido a brigadier general.

De noche cerrada, el regreso de los restos mortales de Puskas para ser sepultados estaba iluminado por 30.000 velas y 500 antorchas. En torno a las llamas, un coro de 300 cantantes y 150 bailarines. A un lado, una efigie monumental suya. En la despedida, unas palabras de su viuda, Elisabet, y del presidente del país, Lázslo Sólyom. La ceremonia final quedó ya reservada a la familia directa y algunos altos cargos institucionales. Sin embargo, se pudo seguir desde dos pantallas gigantes. El acto, en su conjunto, costó 700.000 euros.

Puskas llevaba seis años ingresado en un hospital. Estaba enfermo del síndrome de Alzheimer y apenas recordaba nada. En varias ocasiones se hicieron colectas para pagar sus tratamientos debido a su precaria situación económica. El mítico delantero, fugado de Hungría tras la entrada en el país de los soviéticos en 1956, marcó más de 600 goles en su larga carrera, entre 1943 y 1966.

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