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Reportaje:SKODA ROOMSTER 1.9 TDI FUN | PRUEBA

Un familiar diferente con mucho espacio

La llegada del Roomster logra que Skoda entre por fin en la disputada categoría de los mono-volúmenes medios, y si bien lo hace con mucho retraso, lo compensa con un producto valiente y un tanto especial. La propuesta de la marca checa es un cóctel mestizo que fusiona en un modelo soluciones estéticas de varios tipos de automóviles para buscar la máxima funcionalidad. La imagen, chocante a primera vista, provoca de todo menos indiferencia, pero es un familiar enfocado a los países emergentes, donde el precio y la capacidad superan al diseño entre las grandes prioridades. El Roomster cumple ambas premisas con nota (se vende desde 15.390 euros), aunque a cambio de sacrificar la estética y arriesgarse a sufrir el rechazo de algunos clientes potenciales.

El Roomster fusiona soluciones de varios tipos de automóviles en una carrocería de estética muy peculiar que prima la habitabilidad. Tiene un atractivo dudoso, pero resulta muy práctico y ofrece cinco plazas individuales, las traseras muy modulables, y un maletero enorme. Además brinda la calidad mecánica y los equipamientos de VW, y tiene precios asequibles, aunque con detalles de acabado mejorables. Un buen coche único para familias jóvenes.
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Amplio, pero rumoroso

Mestizaje estético

La carrocería prima el espacio interior y la economía. Y para lograrlo parece que sus diseñadores han hecho un ejercicio de recorta y pega uniendo lo que más les convenía de tres tipos de vehículos. El morro y la zona de las plazas delanteras son de turismo, la parte posterior parece de un vehículo comercial tipo Citroën Berlingo y la línea es casi de monovolumen.

El resultado es una estética atrevida y peculiar que rompe con lo que ofrece la competencia, aunque recoge los valores de Skoda. El frontal refleja el estilo robusto de la marca en la solidez de la parrilla, que sobresale por delante. Pero la vista lateral parece descompensada, porque el trazo de la ventanilla delantera no tiene continuidad en la base de las dos traseras, que parecen encajadas a posteriori. Este detalle, unido al ángulo cuadrado que forman el techo y el portón, y al diseño vertical de este último, terminan de identificar su imagen con la de las furgonetas comerciales. Pero la aerodinámica es buena (CX: 0,33) y las llantas y los colores chillones de las pinturas alegran el conjunto.

Mucho espacio en poca longitud

Esta línea arriesgada presenta ventajas en el interior. El Roomster mide 4,20 metros de largo y tiene un tamaño compacto, pero ofrece un habitáculo muy amplio, alto y con mucho cristal que permite cargar de todo y refuerza su sentido práctico. Las plazas delanteras son algo justas en longitud, pero las tres traseras incluyen todas las funciones de los monovolú-menes y destacan por su flexibilidad: se regulan en longitud e inclinación, se pliegan y se sacan (ver página 15). Y la generosa dotación de huecos para objetos se completa con un maletero sobresaliente.

El diseño y la calidad de acabados son discretos y reflejan su planteamiento económico. Pero el Roomster presenta un ambiente interior aparente que no desmerece y su mejor lujo es el espacio, que permite viajar sin agobios mirando el paisaje por sus grandes cristaleras, aunque con un confort y sonoridad mejorables.

Cinco motores y tres acabados

El nuevo Skoda se vende con cinco motores, dos de gasolina, 1.4 y 1.6 (85 y 105 CV) y tres turbodiésel, 1.4 (70 y 80 CV) y 1.9 TDi (105 CV). Los precios son ajustados (ver cuadro inferior) y hay tres acabados. El Friend incluye de serie cuatro airbags, ABS, ordenador de viaje y elevalunas delanteros eléctricos. El Family añade airbags de cortina, aire acondicionado, radio-CD con MP3, elevalunas traseros eléctricos, cierre con mando y llantas de aleación. Y el Fun tiene ocho altavoces y detalles de acabado más cuidados.

Conclusión

El Roomster es un familiar muy práctico de funcionamiento mecánico correcto que destaca por su capacidad y flexibilidad interior. Puede dar un servicio muy completo como coche único de la casa, pero exige aceptar su radicalismo estético. Y tiene unos precios asequibles que se justifican con un buen equipo de serie.

APARENTE Y MUY MODULABLE

El interior del Roomster busca la funcionalidad con sencillez. El diseño es económico, con algunos plásticos sufridos (guanteras, tiradores de las puertas...) y una consola central austera y cuadrada. Pero tiene también un volante cuidado y la presentación crea un ambiente aparente. Y ofrece bastantes huecos: doble guantera, portagafas, bolsas para botellas en las puertas, repisa y posavasos junto al freno de mano... La mejor aportación práctica son las plazas traseras, que admiten múltiples configuraciones. Están divididas en tres partes, permiten regular la inclinación de los respaldos, y el del centro se pliega y sirve de apoyabrazos (lleva dos posavasos integrados). Las dos plazas laterales se mueven en longitud para ampliar el maletero, la de en medio se quita y permite desplazar hacia el centro las dos de los lados para viajar con más desahogo, y los tres asientos se sacan de uno en uno fácilmente. Además hay suficiente espacio para las piernas, y sólo la plaza central resulta incómoda: tiene una banqueta alta y dura. El maletero es enorme, de 450 a 530 litros, según la posición de los asientos traseros, y lleva unos ganchos muy prácticos a los lados para colgar bolsas... Pero la zaga resulta muy alta y cuadrada, y tiene unos pilotos demasiado grandes y recargados.

PRECIO JUSTIFICADO

El Roomster es más asequible que los mo-novolúmenes de su tamaño e incluye un equipo de serie similar: seis airbags, ABS, climatizador, radio-CD con MP3 y asientos traseros regulables como detalles destacados. Pero el ESP es opcional (390 euros). El que más se le acerca es el Altea 1.9 TDi, que tiene el mismo motor y es más ágil y deportivo. Cuesta 540 euros más, hay que sumarle 290 del climatizador (opcional), y el ESP del acabado básico también se paga aparte (540 euros). El Almera Tino es 1.800 euros más caro con dos airbags menos (4) y no puede incluir ESP ni como opción. Y la diferencia con el Scénic sube a 2.000 euros: viene con ESP y sensor de presión de ruedas, pero no compensan el sobreprecio. Por último, el Golf Plus con el mismo motor cuesta casi 2.800 euros más y, aparte de su imagen de marca, apenas añade el ESP de serie para justificar tal diferencia.

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