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El propósito de la Junta de echar abajo 334 casas ilegales polariza a la sociedad marbellí

Los vecinos se movilizan en dos plataformas con posiciones enfrentadas por los derribos

Javier Martín-Arroyo

La controversia generada en Marbella por la posibilidad de que se produzcan demoliciones de edificios ilegales ha llevado a los vecinos a posicionarse en bandos opuestos. La petición de la Junta de Andalucía al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) para que ordene la demolición de 334 viviendas que ha declarado ilegales es apoyada por una veintena de comunidades de vecinos, que han creado una plataforma que aboga por restablecer la legalidad urbanística. En el lado contrario se sitúan los propietarios de edificios que los tribunales han considerado ilegales, integrados en otra plataforma. Su objetivo es lograr un pacto político local que rechace las polémicas demoliciones.

La división de la sociedad marbellí respecto a los derribos es patente, y el intenso debate sólo acaba de comenzar. El proceso contencioso-administrativo que ha activado la petición de la Junta se prolongará durante varios meses y coincide en el tiempo con la precampaña electoral de las próximas elecciones municipales (mayo de 2007); una época en la que los políticos locales son especialmente sensible a las reivindicaciones vecinales.

Una veintena de comunidades de vecinos ha creado la plataforma ciudadana 29 de marzo (fecha de inicio de la Operación Malaya contra la corrupción municipal) para luchar por la restauración de la legalidad urbanística y "hacer valer las sentencias firmes de derribos" para recuperar los suelos destinados a equipamientos públicos. "La falta de servicios y zonas verdes es clamorosa en Marbella. No se puede por oportunismo político defender ahora la impunidad de gente que ha construido con un gran desprecio hacia la ley. La Constitución garantiza el derecho del ciudadano a que las sentencias judiciales sean ejecutadas", reclama Rafael Ávila, portavoz de Ecologistas en Acción y miembro de la plataforma.

Este foro busca abrir una brecha social y realizar una llamada de atención a la clase política marbellí para que no obstaculice los derribos. "Los políticos deben ver que el pueblo quiere que se cumpla la legalidad, y que no ocurre como ellos presumen. Si no, Marbella se quedará coja para siempre en infraestructuras", añade Ávila.

Indemnizaciones

La plataforma, que va a ser ampliada a una treintena de comunidades de vecinos, quiere personarse como afectada en las causas abiertas por las peticiones de derribos "porque se trata de los derechos de los ciudadanos y su calidad de vida", pero será el juez el que decida si concede audiencia a los vecinos de los edificios aledaños a las viviendas ilegales.

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Mercedes Vázquez, secretaria de la asociación Arroyo Guadalpín, representa a unas 500 familias de urbanizaciones como La Virginia y El Capricho, y ha luchado desde 2000 contra la construcción del Hotel Senator y la promoción Jardines del Príncipe. Ambas edificaciones son contrarias al Plan General vigente de 1986 y están precintadas por la comisión gestora. A juicio de Vazquez, los compradores "de buena fe deberán ser indemnizados, pero hay afectados primarios que compramos pensando en equipamientos y ahora vemos moles enormes. La decisión del juez nos parecerá bien siempre que se ajuste a la ley".

Por el contrario, las comunidades de vecinos de los edificios ilegales pergeñan los estatutos de una plataforma "de ciudadanos afectados", que exprese su repulsa por unos derribos que puede dejarles sin casa. El principal objetivo de dicha plataforma es lograr un acuerdo de las fuerzas políticas locales "que evite el derribo de todo edificio habitado".

"Por ahora estamos en la plataforma las comunidades afectadas por las siete primeras sentencias, pero hasta que otros vean que les puede llegar la hora", expone con crudeza José Ortiz, presidente de la comunidad de vecinos del emblemático edificio Banana Beach, que alberga 238 viviendas. En total, la Junta va a pedir la demolición de unas 5.000 viviendas, que se han alzado sobre suelos destinados en el planeamiento a sistema general de equipamientos y zonas verdes, pues considera muy grave la pérdida de dotaciones que ha sufrido la ciudad durante los últimos quince años.

Hasta ahora, el TSJA ha declarado ilegales unas 2.800 viviendas en 33 sentencias distintas, aunque sólo 17 son firmes (785 viviendas). Y, entre las sentencias firmes, sólo siete (334 viviendas) hacen referencia a edificios que se construyeron sobre suelo público o zonas verdes. El TSJA ya ha recibido la petición formal de demolición por parte de los servicios jurídicos de la Junta para estas 334 primeras viviendas, pero el proceso judicial será lento. El tribunal pedirá las opiniones del Ayuntamiento, de la Junta y de los compradores y residentes de las viviendas afectadas ante un asunto que puede originar indemnizaciones millonarias, y a las que tendría que hacer frente un consistorio (por dar las licencias cuando estaba gobernado por el GIL o sus sucesores) con las arcas municipales sin liquidez alguna.

Entre ambos bandos de esta batalla soterrada, el presidente de la comisión gestora, Diego Martín Reyes, ha matizado como un equilibrista su postura inicial, favorable a las demoliciones: "Hay argumentos en la ley para circunscribir las demoliciones sólo en aquellos casos que fueran absolutamente imprescindibles, porque estuviesen vinculados a la realización de un proyecto que arrojara un beneficio muy importante para la ciudad".

Un grupo de vecinos de Marbella, en una manifestación de apoyo a las investigaciones judiciales en octubre.
Un grupo de vecinos de Marbella, en una manifestación de apoyo a las investigaciones judiciales en octubre.P. S.

Viviendas que cambian el mapa

La profusión de viviendas construidas en los últimos años ha cambiado el dibujo del mapa urbano de Marbella, trazado por una política urbanística muy polémica. La ciudad cuenta con un parque de viviendas en torno a las 80.000 unidades, según la última revisión realizada por la Junta. De éstas, más de 35.000 poseen un uso como vivienda principal (el 44%); 25.800 son viviendas secundarias, propiedad de visitantes y turistas de la ciudad; y 16.400 se encuentran vacías a la espera de ser vendidas, alquiladas y, en muchos casos, regularizadas o desprecintadas.

Los argumentos difieren sobre un parque de viviendas que incluye unas 30.000 unidades a espaldas de la ley, de las cuales 25.000 podrían ser legalizadas en el futuro plan urbanístico y 5.000 son consideradas por la Junta "pecados mortales", al ocupar "espacios sagrados" destinados a equipamientos. Mientras que la plataforma de afectados hace valer el perjuicio que sufrirán sus familias ante un desalojo derivado de las demoliciones, la plataforma 29 de marzo solicita que todas las edificaciones ilegales queden fuera de ordenación en el nuevo Plan General que elabora la Junta. Estas edificaciones incluyen los bloques construidos en suelos públicos, los edificios con aumento de edificabilidad y los situados en suelos calificados como no urbanizables.

Los puntos de vista también difieren en el ámbito político. La Junta mantiene que insistirá en que se derriben las viviendas construidas en suelos públicos o zonas verdes. Pero el candidato socialista a la Alcaldía, Paulino Plata, que es consejero de Turismo del Ejecutivo andaluz, vaticinó que "habrá muy pocos derribos". Y el PP, que la catalogó de "inmorales" ha anunciado una moción parlamentaria para frenarlas.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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