Ronaldo anima un amistoso bajo cero
Un Madrid plagado de suplentes empata en el tramo final con un Dinamo muy superior
Salvo la temperatura, muy cercana a la necesaria para la congelación, todo recordó al folclore propio de un torneo veraniego. Eso, aunque en este caso el premio para el ganador fueran 600.000 euros, no una de esas enormes copas con adornos dorados, tan propias de los campeonatos estivales. Hasta ahí, las diferencias con esos clásicos de agosto.
Capello, el técnico del Madrid, alineó un once lleno de suplentes habituales, de jugadores en fase de rehabilitación psíquica y física, y de ilusionados canteranos debutantes. El Dinamo tampoco jugó con los mejores futbolistas de su plantilla. Así, devaluado desde el comienzo por su intrascendencia (el Madrid iba a ser segundo de cualquier modo y el Dinamo ni siquiera podía aspirar a ser tercero y entrar en le UEFA), el encuentro fue una sucesión de desganas defensivas. Sobre todo, por parte del Madrid. A fin de cuentas, el Dinamo jugaba en casa. Aunque fuera ante poco menos de 15.000 espectadores.
DINAMO DE KIEV 2 - REAL MADRID 2
Dinamo de Kiev: Shovkovsky; Markovic, Rodrigo, Rodolfo (Mandzyuk, m. 33), Nesmachny; Gusev, Yussuf, Mykhalik, Belkevich; Milevsky (Rotan, m. 83) y Shatskikh. No utilizados: Lutsenko; Cernat, El Kaddouri, Gavrancic y Aliyev.
Real Madrid: Diego López; Salgado, Torres, Mejía, Roberto Carlos; Diarra, De la Red (Javi García, m. 70); Beckham, Cassano, Nieto (Valero, m. 73)
; y Ronaldo. No utilizados: Casillas; Robinho, Van Nistelrooy, Adrián y Sergio.
Goles: 1-0. M. 13. Shatskikh, a pase de Markovic. 2-0. M. 27. Shatskikh tras un rechace. 2-1. M. 86. Ronaldo, con la izquierda. 2-2. M. 87 Ronaldo, de penalti.
Árbitro: Mike Riley. Enseñó cartulina amarilla a Rodrigo y Ronaldo.
15.000 espectadores en el Valeri Lobanovski.
Desde el primer minuto, dos jugadores del filial quedaron en evidencia por su incapacidad para defender correctamente. Nada importante, si no fuera porque uno, Torres, es defensa central, y el otro, De la Red, se encarga de la zona del campo donde se define el pulso de los partidos: el medio centro. No fueron, desde luego, los únicos que dejaron al Dinamo moverse con absoluta libertad por el campo. Todos contribuyeron. El equipo ucraniano atravesaba sin ningún problema la línea medular de su rival y, una vez allí, con pases en profundidad o cruzados a las bandas, descolocaba a la ya de por sí mal situada defensa blanca. Así llegaron los dos goles del uzbeco Shatskikh, y así pudieron llegar algunos más, aunque al final el Madrid maquillase el resultado.
El grupo de Capello, asumido su papel de contrincante veraniego, también se aproximaba de vez en cuando al portero rival. A veces, Ronaldo, pocas hasta el tramo final. A veces Cassano. En ocasiones Nieto o Salgado. Pero sus oportunidades eran peores y mucho más espaciadas, aunque los dos goles de la igualada llegasen en un lapso de cuatro minutos. El segundo tiempo no supuso ningún cambio en el guión. Incluso puede que el Dinamo tuviese oportunidades más claras todavía. Diego López, que tanto le gusta a Capello, tuvo que transformarse en aquel Molina del Atlético. Cada poco, tenía que salir a despejar con los pies fuera de su área.
En el análisis de las novedades, aparte de las profundas dudas que generaron De la Red y Torres, destacó Nieto. Jugó 20 minutos por la derecha e hizo las dos jugadas más peligrosas del Madrid. Después intercambió su posición con Beckham y su peso en el ataque blanco disminuyó, aunque siempre dio una buena sensación. Precisamente, fue el inglés Beckham quien más cerca estuvo de marcar para su equipo antes del alocado final. Un lanzamiento suyo lejano rebotó en el larguero. La perspectiva -bastante probable por lo que se estaba viendo en el césped- de que el Madrid terminase la noche encajando una de las mayores goleadas de su larga historia europea, no conmovió a Capello. Aquello era un amistoso y así fue hasta el final. Con cambios de unos canteranos por otros y un juego entre caótico -los jóvenes- y desganado -los veteranos-. Al final le salió bien la jugada y el Madrid arregló un poco el resultado. Pero la sensación de torneo veraniego se mantuvo hasta el último momento, cuando Ronaldo se puso farruco, marcó un gol y provocó un penalti que él mismo transformó. Pero ni eso evitó que el partido tuviera un inmenso aroma a torneo veraniego. Sólo faltó la copa enorme. Y el calor, claro.
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