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Entrevista:JORGE BUCAY | Escritor, psiquiatra y terapeuta

"A veces soy un idiota genial"

Pregunta. El candidato, su primera novela, empieza con la explosión de una bomba. ¿Será un bombazo?

Respuesta. No, no creo [ríe]. Ojalá a los lectores les guste lo que escribo. Es mi única pretensión.

P. El protagonista es psiquiatra. No puede usted ocultar sus orígenes ni su nacionalidad.

R. Lo de la nacionalidad asociada aquí a la psiquiatría me sorprende. Pertenece a una época de la emigración de Argentina a España que ya no es. No todos los argentinos son psiquiatras o pacientes de alguno.

P. ¿Se ha inventado la novela solito o ha vuelto a plagiar como un poseso, como en Shimriti?

R. La he escrito con mis propias limitaciones, y la culpa de todo lo que dice, lamentablemente, es mía. Y en Shimriti nunca admití que plagié. Cometí el error de pensar que bastaba con poner el nombre de la autora que me inspiraba algunas páginas en la bibliografía. Me disculpé privada y públicamente.

P. Es especialista en enfermedades mentales. ¿Qué tal las suyas?

R. Hago todo lo posible para tenerlas acomodadas. Soy un neurótico, como todos. Tengo mis obsesiones, mis compulsiones, mis momentos luminosos y mis etapas de confusión.

P. "El idiota soy yo". ¿Ataque de sinceridad o bajonazo de autoestima?

R. Creo que es un ataque de sinceridad. Pero puesto en el contexto es: también soy muchas veces un idiota, y algunas veces un idiota genial.

P. ¿Cómo se lleva consigo mismo?

R. La verdad es que estoy muy amigado conmigo. No dejaría de ser quien soy para ser ningún otro, y esto me congratula.

P. Está empeñado en que seamos felices. Con la que está cayendo.

R. Creo que puede lograrse, siempre y cuando uno no caiga en la estúpida idea de creer que ser feliz es estar riéndose todo el tiempo.

P. ¿Por dónde recomienda empezar a buscar la felicidad?

R. Por encontrar el propio sentido para la propia vida.

P. Deme un consejo que no sea leerme de una tacada todos sus libros.

R. Contéstese a la pregunta de para qué vive. Y el día que se conteste, juéguese la vida por ese sentido de vida que decida. Verá que es feliz, aunque no esté contenta, que son cosas diferentes.

P. "El enamoramiento dura entre tres minutos y tres meses". Lo tiene muy medido.

R. Es una figura poética y simbólica. Quiere decir que podría durar nada más que un instante, porque es una pasión. No más de tres meses, cuatro.

P. Afirma conocer a un argentino que sabe 423 posturas de hacer el amor. ¿Eso sólo pasa en su pueblo?

R. No [ríe]. ¿Usted no conoce 423?

P. Yo, 450. Pero no quería abrumarle.

P. Pues luego me hace un plano de las 17 que me faltan. No para probarlas, que ya no estoy en la edad. Para contárselas a mi hijo, que es joven.

P. ¿Escribe porque se aburría de ser psiquiatra?

R. Puede ser. Yo me aburro con mucha facilidad. He dejado de tener pacientes porque me parecía ingrato abandonarlos para seguir detrás de mis libros, que era lo que yo tenía ganas de hacer.

P. ¿Ser superventas tiene que ver con la felicidad?

R. No. Yo creo que tiene que ver con mucho trabajo, con algunos dones que uno ha ligado, con la bendición de ser nieto de dos abuelos que contaban historias.

P. Es partidario de la sanación a través de cuentos. ¿De qué se cura uno con Caperucita?

R. Quizá de darse cuenta de que, en realidad, la obediencia ciega no existe, pero tampoco sirve la rebeldía por la rebeldía.

P. ¿A quién le gustaría tumbar en el diván?

R. Me hubiera gustado mucho escuchar lo que tenía para decir Julio Cortázar. Y también la madre Teresa de Calcuta.

P. ¿Y usted va al psiquiatra?

R. Ahora mismo, no. Lo he tenido durante 18 años de terapia. Hoy tengo una o dos personas que son referentes y a las que yo podría volver si algo me pasa, para que me ayuden a desatascarme.

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